Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 14

Amanecía; el primer rayo de Alnitak tocaba tierras mapelianas, la colina comenzaba a notarse desde lejos. Algunas mariposas rodeaban las pequeñas plantas que Astrid tenía sembradas junto a la cabaña. 

Los viajeros salieron para observar el amanecer, la hija del herrero les brindó pan acompañado de uvas, jugo de naranja y huevos estrellados. Luego, rompió el silencio que dominaba el lugar: 

—Anoche hablé con mi padre, iré con ustedes a la próxima aldea. Mi madre y mi hermano están allá y por ahora quiero permanecer con ellos. —la mujer miró al príncipe —Orestes, no olvides tu promesa. 

—Ve por tus cosas, partiremos en media hora. —ordenó el hijo de las estrellas. 

La siguiente aldea a visitar fue Soedia, cuya cultura y geografía eran similares a China en la tierra. Soedia era famosa por sus festivales y su comida. Orestes pensaba ir para disfrutar el festival “Chuntian” o festival de primavera.

 La aldea se preparaba,además, para recibir a centenares de visitantes de todo Caenus, pues , este era considerado uno de los eventos más bellos de ese mundo. Para Soedia y todo Caenus la llegada de la primavera era el inicio de un nuevo ciclo; buenas cosechas, pesca abundante, salud y mucha prosperidad. 

Pasada la media hora los viajeros partieron hacia su próximo destino, Orestes quería que Beramir disfrutara del festival y conociera el mundo más allá de los límites de su aldea natal. Solamente les tomaría un día de viaje si algo no pasaba, pero por desgracia, el príncipe era perseguido por algunas entidades que deseaban con fervor ser poseedores de sus poderes,o en otras palabras, de los poderes de Orión. 

Saliendo de Mapelion, los nómadas se encontraron con Constantin, el hijo de Assane, quien iba acompañado de Evamir, su padre. Orestes sabía que la presencia de ellos allí no era buena señal, ya que ambos eran seres oscuros capaces de destruir todo a su paso. 

Constantin en ese entonces ya tenía un poco más de dieciocho años, y al igual que su siniestro padre amaba acabar con los caenusianos que tenían potencial para ser guardianes. Por ello, Orestes al ver que era perseguido por estos oscuros hombres, cubrió a Beramir, pues ya no podían hacerle daño a él por un guardián supremo. 

—No temas, infante Orestes —habló Evamir con una sonrisa sombría que dominaba su malvado rostro, tan pálido cuan muerto andante, lleno de cicatrices de cortadas por peleas anteriores, la gran mayoría provocadas por Plerión —Solo queremos ir al festival de primavera. 

—No me creas un tonto, Evamir. Se que traes oscuras intenciones —dio el príncipe con desdén —qué casualidad que apareces justo después de nuestro paso por Manwa. ¿Acaso Assane te habló de mi desgracia? 

Evamir y Constantin se miraron mutuamente y una diabólica carcajada salió de sus bocas. Entonces, Evamir se acercó a Oreses, y al intentar tocar su hombro derecho, el hijo de las estrellas retrocedió dos pasos diciendo:

—Si llegas a tocarme, date por muerto. 

Gael y Horana adoptaron posición de ataque, Batbayar tomó al niño para protegerlo y Akira junto a los canes rodearon a Constantin para amenazar a  Evamir. 

—No hace falta armar todo este teatro barato —dijo el malvado hombre al verse acorralado —solo vamos al festival y volveremos a nuestro hogar en cuanto acabe. 

Fue allí que intervino Constantin diciendo —Si quisiéramos matarlos, lo habríamos hecho en Sabidia.

—¿Qué hacían en mi aldea? —cuestionó Horana con mucha ira —ustedes no son bienvenidos allá. 

A lo que Evamir respondió —tu padre nos invitó. 

Entonces Constantin intervino una vez más —Y Eraser nos espera en Soedia.

Horana sintió una corriente helada que recorría su cuerpo. La sabidia no quería estar cerca de su hermano desde lo que provocó en aquel trigal. 

—¿Qué ocurre, Horana? —preguntó Constantin —¿acaso le temes a tu hermano? 

—Vuelves a pronunciar una palabra más, y juro que te mato, maldito mocoso. 

Evamir se molestó al escuchar cómo le habló Horana a su hijo, por ello, intentó atacarla. 

—¡Cuidado con lo que haces! —advirtió Gael —debiste enseñarle a tu hijo a no ser un sucio cerdo imprudente. 

Mientras todo aquello ocurría, Astrid solo se mantuvo distante de la situación. 

—Vamonos —demandó Beramir —no vale la pena retrasarnos por estos desconocidos.

—Recordarás nuestros nombres —le dijo Constantin al niño a modo de amenaza. 

A lo que Beramir respondió con actitud desafiante —¡No les tengo miedo!

Los nómadas se alejaron velozmente de Evamir y su hijo. Al sentir que estaban seguros, Orestes se detuvo para hablarle a Beramir. 

—Ellos son muy peligrosos, ten mucho cuidado y no te apartes de mí o de Horana. ¿Has entendido? 

Beramir asintió y siguió caminando junto al príncipe, quien poco después lo tomó de mano como lo haría un padre protector con su pequeño hijo. Por su parte, Horana estaba asustada. La sabidia no quería encontrarse con su hermano, pues Eraner tenía perversas intenciones con ella. 




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