Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 15

Mientras en Soedia comenzaba el festival de la primavera, en el palacio de Caenus, Hatysa sentía la corazonada de que algo malo estaba por pasar en aquella festividad. La princesa se encerró en su habitación y vio lo que pronto pasaría en Soedia por causa de Evamir. 

—Tengo que advertirle a Orestes, la aldea entera corre peligro. 

Hatysa salió de su habitación en cuanto terminaron sus visiones. Desesperada, llamó a sus tres guardianes de confianza; Rígel, Betelgeuse y Bellatrix. Los guardianes estaban cerca del lago cuando escucharon a la princesa en apuros. Al acercarse a Hatysa, se percataron de que algo andaba mal. 

Con mucha atención, los guardianes escucharon a la princesa y de allí salieron rumbo a Expedia. Por su parte, la aldea se preparaba para el desfile en el que por desgracia se ocultaban varios secuaces de Ermor y su malvado hermano. 

Todos los aldeanos disfrutaban de la música, comida y bailes. Sin saberlo, sus vidas corrían peligro pues con ayuda de Evamir y su hijo, Ermor “el terrible” estaba por llegar a Expedia acompañado de Eraner, Ambos necesitaban hallar tanto a Orestes como a Horana. 

Evamir y su hermano querían los poderes de hijo de las estrellas, mientras que Eraner quería llevar a su hermana de regreso a Sabidia para cumplir con su perverso y retorcido plan. 

Los nómadas se dieron cuenta de que en definitiva eran perseguidos por Evamir y Constantin. Por ello, se mezclaron entre la multitud intentando salir de Soedia rumbo a la aldea vecina, pero había un problema; El Valle de la Muerte estaba en medio de Soedia con Valle Centurión, cuya cultura era similar a la árabe en la Tierra. 

Los viajeros corrieron hasta ocultarse en un callejón en el que habían algunos cuarenta barriles de cerveza distribuidos a lo largo del mismo. Mientras tanto, los soldados de Ermor notaron la presencia de su líder junto a Eraner y varios generales del bajo mundo conocidos como los “jinetes de la muerte”. 

Los soedianos entraron en pánico, huyeron despavoridos hacia sus casas aunque no todos corrieron con la misma suerte. Ermor y su hermano Evamir acabaron con la vida de mujeres y hombres sin distinción de edad, con el único propósito de provocar la ira de Orestes y hacerlo salir de su escondite. 

Orestes no toleraba escuchar los desgarradores alaridos de aquellos inocentes víctimas, su ira incrementó y por ende, su tamaño a cincuenta metros. Los ojos del príncipe se tornaban blancos en su totalidad y sin ser  consciente de ello, destrozó varias casas. 

Los secuaces de Ermor adoptaron posición de ataque como si les sirviera de a mucho. Horana, Gael y Batbayar atacaron sin pensar mientras que Akira y Astrid trataban de guiar a Orestes fuera de la aldea. 

—¡Maldición! Akira, esto no sirve de nada. —gritó Astrid con mucha frustración. 

Ambos seguían al coloso que encaminaba sus pasos hacia el centro de la aldea. En aquel rincón del lugar, se encontraba Fang, quien esperaba al Orión con néctar de sueño, un líquido espeso similar a la miel de abejas hecho por los místeres de Sabidia. El misterioso néctar era capaz de producirle el sueño a Orión haciéndolo caer en un profundo sueño, regresando a Orestes completamente calmado. 

—¡Diríjanse al norte! ¡Vayan al prado! —gritaba la mujer.

Astrid y Akira no entendían lo que Fang les estaba diciendo. Como no tenía resultado, la mujer saltó hasta llegar al punto exacto en el que se encontraban Astrid y Akira. 

—Tenemos que guiar al príncipe hacia el norte, hay que alejarlo de la aldea lo antes posible. 

—No sabemos cómo hacerlo —habló Akira —no es consciente de sus actos. 

—Nunca había visto a Orestes de este modo —intervino Astrid. 

Desde lo alto, Fang pudo ver a Ermor y a sus secuaces Raidel y Noslen. Ambos soldados eran igual de peligrosos que el terrible. 

La aldea comenzaba a arder en llamas y Orestes seguía caminando hacia el Valle de la Muerte. Varios soldados perecieron ante las pisadas de Orión y las letales mordeduras de Sirio y Proción que también habían incrementado su tamaño a diez metros. Los caninos actuaban como fieles protectores de los aldeanos, por su parte, Fénix incineraba a otros soldados oscuros, mientras que los guardianes del palacio de Caenus pedían ayuda a sus parientes en Treocia, cosa que haría temblar a muchos pues, eso implicaba la llegada de Silvain al campo de batalla. 

En ese instante, Noslen corrió hacia su líder y le notificó que Silvain, primo de Orestes, estaba en el lugar. Ermor sentía miedo del guardián treociano por su poder. Silvain tenía la esencia de Saturno y en ocasiones solía ser más fuerte que el mismo Orestes. 

Ermor se negaba a creer que lo que su súbdito le estaba diciendo era cierto, miró a su alrededor para percatarse de la presencia de su enemigo en la aldea. El terrible buscó desesperadamente a Silvain hasta que por fin pudo hallarlo flotando cerca de Orestes, ayudando a su primo a alejarse de Soedia hacia campo abierto. 

—Allí estás, hijo de Saturno —pronunció el Ermor con desdén —¡Noslen! ve por tu compañero, vayan por Orestes y acábenlo, yo me encargaré del príncipe.

El soldado corrió buscando a Raidel entre el caos y los guerreros. 

Ermor se aproximó a Silvain, levitando con lentitud mientras que el guardián estaba concentrado guiado a Orestes fuera de la aldea, aplastando a uno que otro soldado oscuro a su paso. 




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