Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 17

El desierto era un lugar deprimente en ese momento, estaba lleno de cadáveres de ambos bandos. Los guardianes comunes recogieron a sus compañeros abatidos y volvieron a sus hogares, mientras que los guardianes supremos permanecieron en el Valle de la Muerte un poco más. Al no soportar las altas temperaturas,los hermanos Ulande cargaron a Orestes y a los demás y regresaron a Soedia. Allí, los colosos recobraron su tamaño natural. 

—Orestes seguirá dormido un poco más,no se preocupen — comentó Dalno —usé el hechizo azul para dormirlo con el golpe. 

Astrid vio a Orestes sumido ante un sueño profundo, rendido, casi inconsciente pero muy tranquilo. Le costaba creer que se trataba del valiente príncipe. En ese mismo lugar pudo encontrarse con su madre quien muy preocupada la buscaba sobremanera, sintiendo alivio al verla viva después del enfrentamiento en aquel árido desierto. Fue entonces que Astrid decidió separarse del grupo, pero antes prometió visitar a Orestes en el palacio en cuanto regresara de su viaje, luego procedió a tocar la frente del príncipe y partió junto a su madre. 

Después de varios minutos, Orestes despertó bruscamente adoptando posición de ataque en cuenco de supi de pie. 

—¿En dónde está Ermor? —preguntó.

—Calma, el infeliz huyó dejando a su ejército abandonado —comentó Gael. 

—¿Y Beramir? —volvió a cuestionar con mucha preocupación por su aprendiz.

—Con Dione —señaló Akira. 

Orestes corrió al ver al niño que apenas despertaba. El hijo de las estrellas sonrió al verlo con vida, pero Beramir lo miraba con miedo. 

—¿Qué pasa? —cuestionó el príncipe.

—Ese Ermor, luce como la muerte más cruel que existe. No creo que los guardianes puedan con él. —manifestó el niño.

—Sí podemos, es solo que este fue un ataque sorpresa —respondió Dione —Ermor nunca ha peleado de otro modo. Su hermano, por el contrario, parece ser un poco más valiente que él. Aunque esta vez huyó porque Constantin estaba presente. 

—Ahora lo que importa es terminar de restaurar la aldea y continuar con nuestro viaje. —manifestó Orestes, luego se percató de la ausencia de una de sus compañeras —¿Dónde está Astrid?

—Ella se fue con su madre, pero dijo que te visitará cuando regreses al palacio.  —comentó Dione —creo que esa chica merece una recompensa por su valentía. 

Orestes asintió y le pidió a los guardianes de su palacio anotar el nombre de Astrid en la lista de luz, Aquella lista contenía los nombres de quienes serían nombrados como guardianes en el futuro. 

Al caer la noche la aldea de Expedia se preparaba para descansar luego de una larga jornada de reconstrucción. Orestes y sus compañeros decidieron quedarse y partir al amanecer hacia Valle Centurión. El príncipe quería entrenar a Beramir en aquel lugar, pues tenía una enorme pradera apartada de la aldea lo cual lo hacía pacífica y perfecta. 

Beraminr no tenía idea de que el hijo de las estrellas tenía pensado entrenarlo allí, pero mantenía la esperanza viva en que su mentor lo ayudaría a convertirse en un guardián  para proteger a su aldea. 

La noche transcurrió y Alnitak aparecía en el cielo lentamente. Orestes y su grupo se preparaban para abandonar Expedia rumbo a su próximo destino. Así que, empacaron comida, agua y algo de ropa nueva. Fang, se sumó al grupo para acompañarlos hasta que su cuerpo se lo permitiera. 

Para llegar a la siguiente aldea los nómadas debían cruzar el desierto. Para ello, Orestes tomó al chico y le entregó un pedazo de tela negra. 

—¿Esto para qué? —cuestionó Beramir lleno de curiosidad. 

—No quiero que veas lo que queda de la pelea de ayer —habló el príncipe luego de observar el lugar. 

—Vi como sus cabezas volaban y como la sangre derramada bañaba esta arena —comentó el niño rechazando el vendaje —no cubriré mis ojos, si quiero ser un guardián debo soportar hasta el más deplorable y deprimente escenario que haya visto jamás. 

Todos quedaron estupefactos al escuchar la elocuencia del niño. Los guardianes que estaban presentes se miraron entre sí dándose a entender que el chico tenía mucho potencial.

A paso veloz, los nómadas cruzaron el Valle de la Muerte cuya arena era rojiza en partes por la sangre. Había algunas aves carroñeras picoteando los restos de algunos soldados de Ermor con la esperanza de hallar algo de carne entre la osamenta. 

—¿Qué pasó con los guardianes caídos en batalla? —cuestionó Beramir —¿van a algún lado?

—Su esencia regresa a su origen, pero si tiene asuntos pendientes regresará. 

Al llegar al otro extremo del desierto, Orestes y su primo se separaron. Silvain regresó a Treocia junto a Dione y el hijo de las estrellas siguió su camino al Valle Centurión.

—Debemos cruzar ese río que está allí y en un abrir y cerrar de ojos estaremos en nuestro destino viviendo una gran aventura. —manifestó Orestes muy emocionado. 

—¿Cómo vamos a cruzar? —preguntó Gael —mira la corriente. 

Orestes cargó a los perros y cerró los ojos entrando en un estado de relajación  tan profunda que, a pesar de no haber practicado la caminata de agua, logró cruzar sin problema. Luego, regresó y ayudó al resto, uno a uno hasta que todos se hallaron del otro lado. 




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