Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 20

—¡Date prisa, Dalila! —demandó Batbayar —el príncipe se ve muy mal. 

—Ya falta poco, es en aquella casa —señaló la mujer hacia el lugar. 

Una enorme casa tradicional hecha de madera con techo curvo; la fachada era rustica, de color café, claro y ventanas con barrotes. El lugar estaba rodeado de plantaciones de té y en la puerta estaba el boticario, un hombre de edad avanzada, cabellera larga y canosa, usaba una barba trenzada. Su piel era morena, muy ajada y reseca por el clima, aparentaba algunos noventa años y vestía una túnica blanca con bordados vinotinto. 

—Maestro, necesitamos ayuda — habló Dalila —el hijo de las estrellas agoniza por picaduras de escorpión negro. 

El boticario ordenó llevarlo al interior de la casa, pidió que lo acostaran sobre una enorme cama con sábanas blancas y lo dejaron solo con él. Hatysa estaba tranquila a pesar de que sufría al ver a su hermano en ese estado. 

—Princesa, ¿vivirá? —cuestionó Akira —díganos la verdad, por favor. 

—Ya saben la respuesta — musitó la mujer con los ojos cerrados. 

Beramir estaba parado en un rincón, pensativo y recordando el rostro de la mujer que intentó matar a Orestes. «Juro que si el príncipe muere, buscaré a esa mujer y acabaré con su vida yo mismo», pensó. El niño empuñaba sus manos y miraba por la puerta mientras esperaba noticias de su mentor. 

El boticario salió varios minutos más tarde y dijo que Orestes estaba fuera de peligro. El cuerpo del príncipe no se vio muy afectado, sin embargo, necesitaba permanecer en reposo durante dos lunas. 

—No creo que Orestes quiera estar quieto —comentó Gael —es un poco hiperactivo. 

—Pues me temo que tendrá que hacerlo —dijo el boticario mientras le entregaba una bolsa de papel blanco a Gael —deben darle esto cada cuatro horas. 

El guerrero de piel oscura abrió la bolsa en cuanto el boticario entró a la habitación a revisar al hijo de las estrellas. El fuerte olor de aquello que contenía la bolsa despertó la curiosidad de Gael y sus amigos. 

—¡Por las flechas del gran cazador! —exclamó —será una batalla campal darle la medicina a Orestes, vean esto. 

Todos se acercaron a ver, eran raíces de Limpivere, una planta originaria de las aldeas de Auralacia y Castinia, aunque también nacen en Treocia.

—Esa planta es desintoxicante, ya que tiene la capacidad de neutralizar las toxinas y venenos presentes en el cuerpo —habló un aldeano sorprendiendo a todos en el lugar. 

—¿Quién eres? —preguntó Batbayar mientras que todos desenvainaron sus espadas y dagas. 

—Bajen sus armas —ordenó Hatysa —él es Amal, ex aprendiz de Plerión. 

—Me sorprende que Gael no me reconozca. 

A lo que Gael respondió con una sonrisa y señalando al niño  —tenías la edad del pequeño Beramir la última vez que te vi —guardó su espada —¿cómo has estado? 

—Muy inquieto, me enteré que Orestes fue envenenado. Vine en cuanto pude —suspiró —un comerciante de Valle Centurión me dio la noticia. 

—¿Cuál comerciante? —cuestionó Dalila frunciendo el ceño. 

—Homero, un vendedor de textiles. 

—¡Oh! Está bien —dijo la mujer —pregunté porque tal vez te hayas encontrado con los responsables. 

—No, por desgracia no vi a nadie sospechoso —comentó Amal decepcionado. 

La conversación se vio interrumpida cuando un enorme estruendo provino del interior del cuarto. El desesperado llamado de auxilio del boticario alertó a los nómadas, quienes no dudaron en abrir la puerta llevándose así tremenda sorpresa. 

—¡Sensacional! —exclamó Amal. 

Orión estaba en acción; el gigante dio un par de pasos luego de destruir parte de la casa del boticario. Como estaba débil, cayó al suelo pocos metros más adelante, quedando inconsciente. Pasados los diez minutos, el gigante volvió a su estado natural, Orestes seguía dormido ante la mirada atónita de sus amigos. 

—¿Qué pudo haber pasado? —cuestionó Hatysa. 

—Quizá está enfadado —respondió Gael. 

Intempestivamente, el príncipe abrió sus ojos y levantó la cabeza. Como aún estaba acostado boca abajo, giró su cuerpo con lentitud y posó sus manos sobre sus ojos. 

—¿Qué pasó? —preguntó el hijo de las estrellas desorientado —no medigan que…

—¡Sí! —contestó Fang —pero estamos bien. 

—Aunque mi casa está destrozada —intervino el boticario muy enfadado —¿Quién va a responder por esto? 

A lo que Batbayar respondió —nosotros lo repararemos. 

Orestesw le pidió perdón al boticario por destruir parte de su casa. Le explicó que por desgracia no tenía la habilidad de controlar ese poder, ya que, es poseedor de la esencia de Orión. A lo que el boticario le dijo mientras se sobaba el mentó: 

—Eres tanto aliado como objetivo, joven príncipe y te aconsejo que tengas mucho cuidado a la hora de escoger a tus amigos —observó a los viajeros —por fortuna has elegido muy bien hasta ahora. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.