Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 21

Al amanecer, a eso de las seis, los nómadas se alistaban para desayunar. Un trozo de pan y leche fresca recién ordeñada era el alimento de los viajeros aquella cálida y tranquila mañana.

Amal decidió acompañarlos durante el día. Sentía deseos de ir con ellos, explorar más allá de las montañas. El aldeano decía que anhelaba vivir un viaje lleno de aventuras así estuviera expuesto al peligro.

—He pasado mucho tiempo sin salir de casa, y si lo hago es solo para buscar comida. Quiero sentir la adrenalina correr por mi cuerpo, poder luchar junto a los guardianes algún día —habló Amal —por favor, déjenme ir con ustedes.

A lo que Orestes respondió —me gusta tu espíritu. ¡Bienvenido a bordo!

El centuriano estaba feliz, además de su deseo por viajar ,por fin sería capaz de usar su don como domador de bestias. Habiendo escuchado la habilidad de Amal, Batbayat comentó que era de gran ayuda pues últimamente se encontraban con criaturas salvajes en el camino.

La mañana pasó y los nómadas no hacían más que respirar el aire puro de aquella pacífica pradera. Estaban absortos viendo las vacas pastando tranquilas a lo lejos. Por momentos, la pradera transmitía una sensación diferente, lo cual era de gran ayuda para Orestes quien reposaba sobre el pasto. Su cuerpo maltratado y débil lo hacía sentir al borde de un abismo, o eso era lo que él describía.

Hubo un instante en el que el príncipe miró al cielo, el infinito vacío sobre él le hacía recordar sus años de infancia, cuando salía con su tío y su padre a acampar en el bosque Carmesí, ubicado hacia el suroccidente del Monte Torriden.

Aquel pacífico momento marchaba tan bien hasta que el transmisor de Akira comenzó a sonar. El samurai atendió el llamado de Valyra, quien en ese entonces se encontraba en el Valle Sagrado. Aquella aldea estaba a medio día de camino en aerodeslizador, y era atacada por seres oscuros.

—El príncipe está algo débil por lo que tardaremos en llegar. —dijo Akira —¿Qué hay de Naolin?

—Está herido. —habló la hermana del samurai al otro lado.

—¡Por el cinturón de Orión! —exclamó.

Los viajeros se acercaron preocupados por su reacción, sabían que algo no estaba bien. Akira no podía ocultar su miedo, pues por lo que le contó Valyra, la situación era bastante grave.

—Más vale que digas qué ocurre, compañero —demandó Gael.

—Valle Sagrado está en problemas y Naolin está herido.

Orestes se puso de pie, respiró profundo y caminó aproximadamente tres metros —Akira, ¿puedes contactar a Tinia en Manwa?

—¿La hechicera blanca? —cuestionó el samurai con el ceño fruncido y luego añadió —¿cómo?

—Pídele el favor a Valyra, solo Tinia podrá curarme del todo.

Akira contactó a su hermana tal y como el príncipe se lo había ordenado, y esta a su vez contactó a Tinia a quien tan solo le tomó siete minutos llegar hasta ellos.

—Príncipe, me dijeron que quería verme.

Orestes le pidió que lo curara, pues Valle Sagrado estaba siendo masacrado.

—En ese caso iré con ustedes, necesitarán mi ayuda. —entonces procedió a curar al hijo de las estrellas y luego ordenó —tómense de las manos, esto será breve.

Tinia usó el mismo conjuro que en Manwa para transportar a Orestes y sus acompañantes habiendo terminado el hecho para recobrar la vista del príncipe.

Estando ya en Valle Sagrado, los ojos de los viajeros veían con pavidez y tristeza el caos que reinaba en la aldea. La cultura del lugar era una mezcla de las culturas indígenas en la tierra, vivían en entera armonía con la naturaleza y casi no viajaban a otras aldeas.

Los aldeanos huían despavoridos por causa del caos, Orestes no soportó ver el lugar hecho pedazos y, su incontrolable furia provocó temor en sus compañeros. Amal apenas comenzaba su viaje y era la segunda vez en ver a Orestes de tal modo; ojos completamente negros al principio, luego blancos en su totalidad y un incremento en su altura.

—No, ahora no, Orestes —musitó Gael y procedió a alertar a sus compañeros —¡Tengan cuidado! ¡Orión está aquí!

Un incomparable estruendo retumbaba sobre la tierra con tanta intensidad que, en las aldeas cercanas se sentía el temblor. Los pasos de Orestes causaron furor en aquellos que atacaban sin piedad ni reparo a los aldeanos de Valle Sagrado, un lugar respetado por los caenusianos por su alto valor cultural.

Los aldeanos sentían temor pues creían que el coloso representaba una amenaza para ellos. Si bien Orestes no podía ser controlado en ese estado, sus compañeros intentaban guiarlo siempre a las praderas o desiertos para evitar causar estragos en el lugar en el que se encontraran en el momento.

Allí, en aquella misma aldea pacífica, una batalla campal se desató; los hombres salieron a luchar junto a los viajeros mientras que, mujeres y niños buscaban refugio. Los viajeros estaban confundidos, pues, los seres a los que se enfrentaban no eran conocidos o, por lo menos no pertenecían a la temible Selva Negra.

El coloso seguía causando estragos y aplastando a una que otra criatura a su paso. Era algo sorprendente ver a Orión en acción, los aldeanos estaban muertos de miedo, pero a su vez, sentían esperanza al ver al gigante presente en el lugar acabando con aquellos seres de naturaleza desconocida.




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