Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 27

Orestes y Horana saltaron hacia el abismo y luego fueron atraídos hacia el palacio de Manwa, Las majestuosas paredes de piedra irradiaban una sensación de poder y sabiduría acumulada a lo largo de los siglos. Mientras avanzaban, los dos no podían evitar sentir una mezcla de reverencia y anticipación.

En el interior del palacio, los pasillos estaban decorados con tapices antiguos que narraban las hazañas de los guardianes supremos. La luz de las antorchas parpadeaba en las paredes, creando sombras danzantes que parecían contar historias olvidadas. Orestes y Horana caminaron con paso firme, guiados una tenue luz violeta que los condujo hasta Tinia, la poderosa y benévola hechicera blanca. Su cabello largo y plateado caía hasta su sintura y sus ojos brillaban con una sabiduría insondable. El gran salón estaba lleno de un aire de misterio que impregnaba el lugar.

—Bienvenidos —dijo Tinia, con una voz que parecía resonar en sus almas— ¿Cómo les puedo ayudar esta vez?

Orestes asintió, inclinando la cabeza en señal de respeto. —Estamos aquí porque necesitamos tu ayuda, Tinia. Hemos descubierto que Eraner está detrás de la era oscura, pero no sabemos cómo detenerlo.

Tinia asintió lentamente y su expresión se volvió grave. —Eraner siempre ha sido un espíritu inquieto y ambicioso. Desde que descubrió el antiguo conocimiento oscuro, su poder ha crecido de manera alarmante. Ha desatado la era oscura con la intención de dominar Caenus y someter a todos bajo su control. Es un conflicto entre él y quienes alguna vez fueron sus aliados. Hace tiempo mi sobrino, Constantin estuvo aquí y me dijo todo, incluso que está enamorado de su propia hermana, sangre de su sangre.

Horana, con el ceño fruncido y sintiendo mucho asco por lo que acababa de escuchar, preguntó: —¿Hay alguna manera de detenerlo? ¿Podemos revertir la era oscura? ¿Puuedo liberarme de él?

—La era oscura no puede ser revertida fácilmente —respondió Tinia—. Pero hay una esperanza. Existen artefactos antiguos, conocidos como los Cristales de Luz, que pueden contrarrestar la magia oscura de Eraner. Estos cristales están dispersos por todo Treocia, tierra de Silvayn y son custodiados por los espíritus de los antiguos guardianes supremos.

Orestes y Horana se miraron, sabiendo que su misión acababa de tomar una nueva dirección.

Horana respiró hondo, sintiendo una renovada sensación de propósito. —No tenemos otra opción. Debemos viajar hasta el palacio de tu primo.

Tinia asintió, extendiendo una mano hacia ellos. —Les otorgaré mi bendición y protección. Que la luz de los guardianes los guíe en su camino y que el escudo de Orión los proteja.

Con un gesto solemne, Tinia los envió con Silvain hacia Treocia, oculta entre los anillos de Saturno, muy lejos de Caenus. Estando allí, Orestes y Horana se maravillaban ante la majestuosidad de Treocia, al llegar a aquel remoto lugar, fueron guiados por Pollux, un guardián de clase media hacia el palacio. Al acercarse, las puertas doradas se abrieron para revelar un amplio salón, adornado con tapices y estandartes que narraban las hazañas de los antiguos guardianes. La atmósfera estaba impregnada de una energía antigua y poderosa.

Dentro del palacio, una figura alta de abundante cabello se adelantó para recibirlos. Era Sylvain, con una sonrisa cálida y ojos llenos radiantes de felicidad, Sylvain extendió sus brazos para abrazar a su primo.

—¡Orestes! —exclamó Sylvain—. Es un honor verte aquí, en Treocia. ¿A qué debo el honor de tu visita?

Orestes correspondió al abrazo, sintiendo una ola de alivio al reencontrarse con un familiar. —Sylvain, es bueno verte. Ha iniciado una era oscura en nuestro mundo, y necesitamos de tu ayuda.

Sylvain asintió y dirigió su atención hacia Horana. —Y tú, Horana, bienvenida a Treocia, tierra de guardianes.

Horana inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto. —Gracias, Sylvain. Es un honor estar aquí.

—Por favor, acompáñenme —dijo Sylvain, conduciéndolos a una sala privada en el interior del palacio—. Tenemos mucho que conversar y me gustaría que estuvieran cómodos. Quiero que me den detalles de lo que está ocurriendo en Caenus en este instante.

Una vez sentados, Sylvain sirvió una bebida refrescante hecha de frutas locales y comenzó a hablar. —Treocia es un lugar sagrado, conocido por entrenar a los mejores guardianes. Aquí, la magia y el conocimiento se entrelazan para formar a los protectores de nuestro mundo y las razas más débiles que necesitan de nuestro apoyo y cuidado como la humana, por ejemplo, aunque pasemos desapercibidos entre ellos.

Orestes asintió, interesado. —Estamos aquí para ver a Deyanira y también para recibir ayuda en nuestra lucha contra los oscuros. Eraner es quien ha desatado la era oscura, y según la hechicera blanca, ha tenido ciertos problemas con Ermor y el resto de sus aliados.

La expresión de Sylvain se tornó seria. —Sí, hemos oído hablar de Eraner y sus planes. Su influencia oscura se extiende, y debemos estar preparados para enfrentarlo. Deyanira está bien y está entrenando con los mejores maestros. La llevaremos contigo pronto, pero antes debemos asegurarnos de que esté lista. —suspiró —Y en cuanto a Eraner, —añadió—, debemos unir fuerzas. Hay guardianes aquí que están dispuestos a ayudarte en tu misión. Treocia no permitirá que la oscuridad prevalezca y menos en Caenus, que también es nuestro mundo.




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