El mundo no es como lo imaginamos y nunca lo ha sido. Antes de que existieran los humanos, antes de que la luz y la oscuridad tuvieran nombres, hubo un tiempo en que todo era caos. La energía flotaba en el aire, sin forma ni destino, un océano de posibilidades infinitas. Fue entonces cuando surgió Aetherion, un ser celestial, mitad ángel y mitad sombra, cuya esencia contenía la creación y la destrucción al mismo tiempo. Mientras el mundo humano comenzaba a tomar forma, él creaba Orivon, un mundo paralelo, un lugar donde la magia pudiera existir sin límites ni restricciones, un experimento de vida y poder que coexistiera con la humanidad sin interferir en su desarrollo.
Orivon no era solo un lugar de belleza; era un lienzo de equilibrio y peligro. Montañas flotaban sobre abismos infinitos, ríos de luz y sombra cruzaban los cielos y criaturas de poder milenario habitaban cada rincón. Allí vivían brujos guardianes que se convirtieron en guardianes y protectores, vampiros de linajes ancestrales que vivían de los más débiles, alimentándose de su sangre, ángeles desterrados que no obedecieron a Dios y lobos siempre rebeldes, que habían desafiado la armonía desde sus primeras generaciones. Originalmente guardianes de territorios sagrados, pero con el tiempo su ambición creció, desafiando a Aetherion y manipulando a otras criaturas para expandir su influencia. Entre ellos surgió Ryeon, un lobo ancestral astuto y carismático, cuya ambición silenciosa siempre está alerta en caso de alguna oportunidad para obtener lo que tanto desea.
Aetherion estableció reglas claras: cada cinco años, un portal conectaría Orivon con el mundo humano, pero ningún mortal podría cruzarlo sin poner en riesgo la estabilidad del mundo. Él observa todo lo creado, sin embargo no intervendría salvo que el equilibrio de Orivon estuviera en peligro. Sería un observador distante, sabio, implacable en su justicia y temido por todos, incluso por los seres más poderosos de su mundo.
Con el tiempo, los habitantes de Orivon aprendieron a coexistir bajo estas leyes. Los brujos protegían secretos antiguos, los vampiros custodiaron linajes de poder, los ángeles desterrados vigilaban la justicia, y los lobos acechaban desde las sombras, recordando que la ambición y la rebeldía siempre habían formado parte de su naturaleza. Cada acción podía inclinar la balanza hacia la luz o hacia la oscuridad, y cada decisión traía consecuencias que podían atravesar siglos.
Orivon estaba listo para despertar. La magia comenzaba a respirar con fuerza, y la historia de aquellos que nacerían en esté mundo estaba a punto de escribirse.