Orivon

Capítulo 1 - Kael

Una noche hermosa. La luna roja resplandece en el cielo negro que cubre este mundo.

El viento sopla distinto esta noche. Hay algo en el aire… una vibración que se desliza entre los árboles de la frontera, como si el bosque respirara con miedo.

Sé lo que significa: el ciclo está por cumplirse. Otro ciclo más en el que nunca ha pasado nada.

Soy quien custodia el portal que conecta estos dos mundos: el nuestro, mágico, donde existimos los que dominamos la energía antigua, y el de los humanos, que no tienen idea de nuestra existencia.

Pero siempre los observo. Bueno, yo lo hago.

Tengo el poder de hacerlo.

Soy un hechicero… o “brujo”, como me llamarían ellos.

Cada cinco años, el portal de Orivon despierta. Ya he perdido la cuenta de las veces que lo he visto abrirse y cerrarse, tragando ecos y devolviendo solo polvo.

Mi deber es impedir que nada humano lo cruce… y destruirlo si lo hace.

Pero esta vez el aire sabe a hierro.

Nunca antes sentí algo así: una presencia cálida, viva, distinta a la magia fría de Orivon.

Camino hacia el claro. Debo descubrir qué sucede.

El portal brilla: un remolino de luz azul que se retuerce entre raíces y sombras.

Y allí, de rodillas, una mujer.

Su cabello oscuro está pegado a la piel por la lluvia; sus manos tiemblan sobre el suelo.

Tiene los ojos grandes, llenos de miedo… y de asombro.

¡Una humana!

No puede ser.

Mi corazón se detiene.

Siempre los he visto a través de mis sueños, pero nunca había estado tan cerca de uno.

No tengo tiempo de pensar. Las leyes son claras: ningún mortal debe existir en Orivon.

El Vigía lo dictó cuando el mundo era joven.

Una vida humana aquí es una grieta en el equilibrio.

Podría pronunciar el conjuro y desvanecerla en un segundo. Nadie lo sabría.

Pero es tan inofensiva…

No puedo hacerlo.

Siento en ella algo diferente.

Una energía que me llama, como si la magia misma me pidiera que la salve.

—¿Quién eres? —pregunto.

Ella no responde. Solo me mira… y entre su miedo, sonríe.

El portal detrás de ella comienza a cerrarse, y en ese instante sé que no puedo dejarla morir.

—Ven conmigo —le digo.

Su mano toca la mía.

Una sensación cálida me recorre el cuerpo.

Estoy loco por desobedecer las leyes, pero no tengo corazón para cumplirlas.

El portal se apaga.

Y el destino cambia.

---

Han pasado doce años desde aquella noche.

Ella se convirtió en mi compañía.

Le he enseñado magia en secreto; nadie sabe de su existencia.

Se comporta como una bruja, aunque no lo es del todo. Aprendió rápido, domina conjuros, y pelea mejor que muchos hechiceros adultos.

La llamé Elina, “la que trae la luz”.

Ha pasado años entre conjuros, raíces y polvo de estrellas.

Cuando le enseño a canalizar energía, no repite mis gestos: los transforma.

Cuando le pido calma, ríe.

Cuando le digo que Orivon no perdona a los débiles, me lanza una chispa de fuego a los pies.

Y yo… me río también.

Aunque no debería.

Debí destruirla.

Pero ahora, verla crecer y volverse fuerte, decidida… hermosa… me condena.

Sé que el próximo ciclo se acerca. Debo regresarla antes de que los lobos sospechen o los vampiros perciban su sangre.

La he protegido tanto que temo perderla.

Sus ojos ya no son los de aquella chica perdida, sino los de una mujer capaz de desafiar al propio Vigía.

Y cada vez que me mira, algo en mí se quiebra.

No está permitido.

Esto que siento debe ser lo que los humanos llaman amor.

Y el amor está prohibido para los guardianes.

Peor aún… hacia alguien que nunca debió existir en este mundo.

—Ven a pelear conmigo, Kael —su dulce voz me saca de mis pensamientos.

—Voy —respondió—. Solo no te quejes si te gano.

—Eso no pasará.

Siempre que entrenamos la dejo ganar, y ella lo sabe.

Disfruta la lucha, se mueve con gracia, y conoce hechizos que yo tardé años en dominar, a pesar de ser una simple humana.

—Concéntrate —le digo—. Luego dirás que hago trampa.

—Elina, dime algo. ¿De verdad no recuerdas nada antes de llegar aquí?

—¿Por qué lo preguntas? —me mira con una sonrisa leve—. No recuerdo nada. Solo tu cara de miedo cuando me encontraste.

Esa sonrisa… me desarma.

Quisiera decirle cuánto la temo y cuánto la necesito al mismo tiempo.

—El portal debió abrirse dos veces —murmuró—. Pero no lo ha hecho desde que llegaste.

—¿Crees que es mi culpa?

—No lo sé. Solo espero que todo esté bien.

—Me sé comportar con los demás brujos —responde.

—Pero no con vampiros. Nunca has estado cerca de uno, ni de los desterrados… y menos de los lobos.

—Me esconderé si aparecen —dice con picardía—. Ahora, juguemos. Enséñame algo nuevo.

—Tú siempre cambiando de tema.

No puedo con ella.

Cuando sonríe, Orivon parece respirar de nuevo.

Y por un instante, olvido que el destino siempre cobra lo que concede.

El bosque calla.

El portal duerme.

Y mientras las sombras se alargan, sé que lo que siento… algún día será mi condena.




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