♣
Orquídea.
♣
Seguí paralizada, aunque bastante tímida ante el nuevo cliente que había llegado y mostraba una sonrisa de simpatía. Su aura era demasiado impotente, tanto que afectaba directamente a mi autoestima, por lo desaliñada que me veía.
Su apariencia era de una persona en buena posición y se notaba en su vestimenta, en su postura ante los demás. Tenía un aroma a perfume caro o exclusivo; toda su presencia decía que era un cliente de mucha importancia.
—¿Diga qué clase de flores desea?—pregunté.
—Usted es la experta, así que acepto su sugerencia —respondió, su voz era grave y varonil—. Ya le dije que es un regalo para mi hermana.
—Podrían ser lirios, son flores elegantes y fragantes que simbolizan pureza y belleza refinada, perfectas para un ser especial como una pariente tan cercana —sugerí.
—Estupendo, entonces que sean lirio, deme un ramo bien grande y surtido —pidió.
Me puse en acción de una vez para preparar algo que quedara hermoso y, mientras lo hacía, podía sentir su mirada en mi dirección. Prestaba mucha atención a mi elaboración, algo que me ponía muy nerviosa, además de incómoda, ya que siempre fui una persona muy despreciada.
—¿Siempre ha trabajado haciendo en esto?—interrogó de repente.
—¡Ah! Perdón, señor, estaba un poco distraída —dije sin mirar directamente a su rostro y con voz muy baja, debido a la timidez que me causaba—. ¿Me puede repetir la pregunta?
—¿Si la floristería siempre ha sido tu trabajo? Puede decirme, Noah —repitió, añadiendo también su nombre.
—Desde que tengo conocimiento, vivía en el campo, rodeada de flores silvestres y era mi entretenimiento, así aprendí a cultivarlas o cuidarlas con esmero, por eso lo hago con todo el amor del mundo.
—Eres muy tierna —declaró, logrando que mis mejillas se pusieran muy rojas.
—No creo…
—¿Por qué te sonrojas? Solo dije la verdad —expresó.
—Gracias, es muy amable —contesté.
Seguí preparando su regalo con detalle y puse cada lirio en una posición que quedara un poco circular, hasta que forme el ramo finalmente, luego añadí unas cintas rojas para resaltar su hermosura como regalo.
—Listo su pedido— respondí, poniéndolo sobre el mostrador.
—¿Cuál es el precio?
—Cuarenta y cinco dólares —dije, viendo que sacaba cien dólares de su billetera y me lo entregó.
—Quédese con el sobrante—decidió.
—¿Cómo? Es demasiado dinero…
—Tranquila, me gusta mucho lo que hiciste y creo que debe ser mejor remunerada por tu trabajo.
—Gracias.
—De nada, adiós. — Se despedía.
Vi que se iba con su andar elegante y desde que lo perdí de vista, continúe con mi trabajo, durante toda la tarde recibí a algunas personas que me compraron algunas de las flores que ya había preparado en los tarros, hasta que casi cayó la noche, entonces cerré la tienda para entrar en mi habitación en la parte trasera del local.
Era un pequeño espacio donde tenía una cama, una nevera miniatura y una mesa con una silla, además de un baño diminuto donde apenas podía asearme. Fue lo que pude conseguir cuando mi ex pareja me dejó sin nada, completamente a la deriva.
Fueron días muy grises, pues tuve que vender todos mis muebles y con el dinero que conseguí, pude rentar el local donde puse una nueva tienda, también era mi residencia permanente, en esa misma postura tenía ya algunos años, aunque era muy precaria mi manera de vivir, por lo menos tenía la paz que no poseía antes.
Mi ex esposo nunca más volvió a aparecer ante mí y su familia menos, aunque de todas maneras, tampoco sabían donde me había mudado, lo prefería así por el miedo a que regresaran a causarme problemas, por un lado, ya estaba establecida en algo seguro, también metí a mi madre en un hogar de ancianos donde le proveían de muchas cosas, también aportaba económicamente lo que podía para su seguridad.
Me encontraba resignada a la soledad de mi vida, sin pareja ni hijos, debido a mi infertilidad. Pensaba más adelante adoptar un perrito para que fuera mi compañía.
Tomé una ducha en la tranquilidad de mi baño y luego me puse una bata para descansar adecuadamente. Debía levantarme temprano para ir al mercado de flores, sitio de donde surtía mi tienda, cada vez que se iba acabando el suministro.
Al otro día, me levanté saliendo el sol para caminar hacia el mercado y aunque me tardaba media hora en llegar a mi destino, no era un problema debido al fresco de la mañana, podía andar sin problema con una temperatura tan agradable.
De pronto, alguien se detuvo a mi lado y me dio mucho miedo, pues la apariencia de esa persona, además de su aura, me daban mala espina. Por eso comencé a andar más rápido, casi corriendo, temía que fuera algún asaltante con intención de robar mi dinero.
—Hola, muñeca—dijo.
¿Hablaba conmigo?
Aceleré los pasos sin responder a su saludo, simplemente lo ignoré y recé a Dios en silencio para que esa persona no me hiciera daño.
—¡Oye, te estoy hablando!—gritó, acelerando su moto.
—Yo no lo conozco, señor, y prefiero no hablar con extraños, por favor, quiero seguir mi camino en paz —respondí.
—¿Por qué tanta cobardía? Tampoco soy un señor, si creo que hasta tenemos la misma edad. — comenzó a reír con burla—. Solo quiero conocerte un poco más, ya que he notado que tienes un cuerpo muy lindo por debajo de esos harapos viejos y viéndote bien. Tu rostro es atractivo, aunque no tengas maquillaje, seguro que con un buen cambio te verías espectacular —soltó.
—No me interesa, así que le pido que siga su camino y me deje continuar con el mío —rechacé su oferta.
Detuvo su motora justo donde podía obstruir mi paso y se bajó a toda velocidad, lo que aumentó mi ansiedad mucho más, sobre todo porque no había casas cerca ni pasaban carros con frecuencia.
—Creo que no deberías ser tan orgullosa, se nota a leguas que eres una pobre diabla y no tienes donde caerte muerta, alégrate de que alguien como yo, te presta atención —comentó.