Orquídea.

3. Admirador secreto.

Noah.

Era un hombre realizado de treinta años, quien ayudó a sus padres a crear una fortuna después de terminar una carrera en la universidad y se dedicó por completo a su familia, sobre todo cuando mis padres murieron en mi accidente automovilístico dejando viva a mi única hermana que quedó minusválida debido al impacto.

Desde ese momento, era el jefe de casa y quien se encargaba de todo, hasta de la empresa que mi familia fundó con tanto esfuerzo. Por eso tenía una fuerte responsabilidad con muchas cosas, lo que me impedía pensar en el amor o en el matrimonio.

Muchas quisieron atraparme a lo largo de los años y no tuvieron éxito, ya que ninguna me parecía tan atrayente como para prestarle atención, hasta que apareció una que logró lo imposible.

—Steve, ¿ya fueron a darle protección a Orquídea?—interrogué.

—Sí, señor, todos los días verificamos que nadie se acerque a darle problemas a la señorita —informó.

—Excelente, ¿qué ha pasado con el tonto que intentó intimidarla cuando iba hacia el mercado?

—Ya le dimos su merecido y una advertencia para que no se vuelva a acercar a su protegida.

—Perfecto, puedes irte entonces.

—Sí, señor.

Deje que mi jefe de seguridad saliera del despacho y me quedé pensando en qué excusa pondría más tarde cuando saliera del trabajo para hacerle una visita a Orquídea. No había un día que no quisiera verla, estar cerca de ella, aunque sea para verla de lejos.

Mi interés en la chica de las flores había comenzado cuatro años atrás, cuando aún estaba casada con un hombre que parecía tratarla como esclava, pues a pesar de que siempre andaba bien arreglado, perfumado y elegante, ella permanecía sucia de lodo en una tienda de flores de las que eran dueños, su ropa se veía gastada, con el cabello desordenado, un rostro natural libre de maquillaje.

A pesar de que físicamente no tenía la elegancia que poseían las mujeres de mi entorno, con vestuarios elegantes, tacones altos o trajes ejecutivos, la belleza de su rostro me cautivó por completo, sobre todo la personalidad pura que mostraba con cada uno de sus gestos, parecía tan inocente que me daban deseos de meterla en una caja de cristal para que nadie le hiciera maldad.

Me enamoré como un tonto de ella, de una forma tan increíble que siempre la admiraba de lejos y no me acercaba por respecto a su marido. Después tuve que acompañar a mi hermana a tomar terapias en el extranjero, por lo que no la volví a ver por algunos años debido a mi ausencia.

Después de que regresamos a Quebec, me encontré con que ya estaba soltera y mi corazón dio un vuelco que casi se sale de mi pecho, lo que me confirmó que aún seguía sintiendo ese sentimiento tan fuerte hacia la más hermosa de las flores, necesitaba cortejarla, pero no tenía mucho valor para dar el primer paso, así que empecé con lo más simple, comprando sus lindas rosas cada vez que pasaba por la floristería.

—Karen, me voy a casa, ya sabes, si surge cualquier asunto importante, me llamas de inmediato —pedí a mi asistente.

—Como usted diga, señor Tremblay—respondió

Caminé por el pasillo hacia el elevador que me tocaba y cuando se abrieron las puertas, se unió a mí, Cathleen Roy, mi socia desde que tomé el mando de la empresa, era hija de uno de los socios de mi padre.

—Hola, Noah, ¿ya te vas a casa?—averiguó.

—Sí, es seguro que mi hermana me está esperando para cenar juntos —mentí.

—Me hubiera gustado acompañarte, pero parece que no le agrado mucho a tu hermana y no entiendo el motivo —dijo.

—Lamento que te hayas sentido así —excusé a mi hermana Rina—. No suele tener buena actitud desde que le sucedió aquel fatídico accidente y por eso prefiere no recibir visitas.

—Lástima, podríamos ser muy buenas amigas.

—Supongo…

—Oye… ¿Y cuándo salimos a cenar tú y yo? Deberíamos compartir mucho para conocernos mejor como adultos, pues solo jugábamos cuando éramos niños —preguntó, sujetando mi brazo con evidente coquetería.

—Quizás algún día, yo te aviso —contesté, siendo cortés.

—Voy a esperar tu llamada.

Asentí antes de abandonar el elevador y me encaminé hacia el auto que ya me esperaba, ni siquiera volteé hacia mi acompañante, pues no quería darle esperanzas de algo que nunca iba a suceder ni de broma, debido a que nuestros padres siempre nos emparejaban de pequeños, decían que seriamos pareja cuando estuviéramos grandes, algo que no pienso cumplir de ninguna manera.

Es una mujer guapa, sin dudas, educada, elegante y muy inteligente, profesional. Tenía miles de cualidades, pero no me interesaba como esposa, ni nada por el estilo.

Pedí a mi chofer que se diera prisa para buscar la cena que había mandado a preparar con nuestro chef personal y, justo cuando llegamos, bajó el cristal para que me entregaran la mochila que contenía los platillos preelaborados.

Era la excusa de ese día para aparecer en su trabajo, invitarla a cenar dentro de su misma tienda y poco a poco ganarme su confianza. No tenía idea de cómo iba a tomar mi intención cuando le confesara mis sentimientos en algún momento.

—Vamos—pedí a mi chofer.

Comenzó el viaje otra vez por la carretera y se tardó media hora en llegar hasta el sitio, ya que ella vivía muy apartada de la ciudad céntrica, en una especie de pueblo estilo campo donde habitaban personas de bajos recursos económicos.

La conocí gracias a mi hermana, pues se antojó de que quería flores de ese pueblo y fue así como un día la vi saliendo del mercado, con la mirada tan tierna a pesar de sus pasos suaves, mientras caminaba por la calle, con un rostro entristecido como si estuviera pensativa, su aura me caló hasta los huesos, tanto que no pude sacarla de mi interior, nunca más.

—Estaciona aquí, no quiero que ella me vea saliendo de un auto tan lujoso y lo malinterprete todo. Te puedes ir, regresa cuando te llame —ordené.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.