Orquídea

4. Una invitación especial.

Orquídea.

Mientras buscaba una carreta para mover los pedidos que me hicieron con anterioridad y ponerlos encima en un orden que no se cayeran, seguía pensando en las intenciones del señor Noah, ya que no me cabía en la cabeza que quisiera ser mi amigo, era una mujer sin gracia ni elegancia, tampoco tenía estatus social para que fuera centro de su atención.

Alguien que se veía tan importante debía estar en su entorno y hablar con personas que sí podían estar a su altura, no con alguien como yo que no valía nada, marginada, completamente sola con mis flores.

Comencé a arrastrar la carreta por las calles del pueblo y a la vista de todos, ya que no poseía empleados, tenía que hacerlo todo por mi cuenta, aunque no me importaba, era un trabajo digno con el cual me ganaba la vida.

Me movía con un poco de miedo, pues donde tenía que dejar el pedido era un lugar bastante familiar y con vecinos que me conocían, ya que se trataba de la zona donde vivía con mi ex esposo.

—¡Oh! ¿No es esa la vecina andrajosa de la pequeña floristería que luego cerraron?—comentó una vecina a la otra—. ¿La que el marido dejó por otra más hermosa y rica?

—Sí, es la misma, escuché que le vendieron la floristería y ahora vive en otra que puso más pequeña, también sigue soltera —respondió la otra.

—Es evidente, ¿quién va a hacerle caso a una chica tan mal arreglada y sucia? Ni siquiera los marginados de este barrio se atreverían a tanto. — Se burlaron.

Decidí no hacerle caso a sus comentarios tan despectivos y seguí mi camino como si nada. Todo lo que decían era verdad, por lo que no me sorprendía, tampoco me sentía mal, estaba acostumbrada a recibir esa clase de tratos.

Por fin llegué a la casa donde iba a dejar los tarros con las flores y con la poca fuerza que tenía, desmonté cada uno en el frente de su jardín, luego esperé a que me dieran el pago.

—Están bellísimas, buen trabajo—dijo la dueña.

—Me alegra que le guste lo que hago y le agradezco por contratar mis servicios —respondí.

—Claro, tienes un gran arte en las manos.

—Gracias, señorita—dije.

Me entregó el pago en un sobre sellado y me hizo feliz lograr una buena venta, pues con eso podía comprar algo de comida, ya que se había acabado, además de suplir algunas flores que me hacían falta.

Agarré la carrera para dar la vuelta por el mismo camino y cuando iba a guardar el dinero en el bolsillo, alguien me dio una bofetada que me mandó directo al asfalto, dejándome aturdida. Luego me arrebataron el sobre, robando todo lo que me gané con tanto esfuerzo.

—¡Devuelvan mi dinero, ladrones!—grité, desesperada.

Me puse de pie a toda prisa para correr detrás de ellos, pero los sollozos me impedían seguir a su ritmo y cuando no pude más, me desplomé sobre el suelo, totalmente desconsolada, llorando como magdalena.

¿Por qué me ocurrían esas cosas? ¿Qué clase de pecado estaba pagando para que todo me saliera mal? A pesar de que siempre era positiva a pesar de la adversidad, sentía que perdía mis fuerzas. Miré hacia el cielo, comprobando que hasta el clima se resentía de mí, ya que nubes negras volaban sobre mi cabeza, soltando una gran cantidad de agua que me empapó de pies a cabeza.

Sabía que mi noche sería completamente gris, nublada y tétrica, por lo que no me quedó de otra que ponerme de pie nuevamente para caminar cabizbaja hacia la tienda donde vivía.

Los truenos eran fuertes y me daban mucho pánico; aun así, seguí dando pasos hasta que por fin entré en el local, entonces busqué mi habitación para cobijarme.

Fui enseguida a la ducha para sacarme toda el agua de la lluvia y después me puse una bata. Podía escuchar cómo el estómago me rugía debido al hambre, pero no había manera de saciar mi necesidad.

Comencé a buscar como loca por todos lados, quizás encontraba, aunque fuera una lata de atún y ni eso, hasta que vi un pan viejo dentro de una bolsa, entonces lo agarré para comerlo, gomoso y duro.

La lluvia era demasiado estruendosa y cada rayo iluminaba todo por dentro de la pequeña habitación, causando que me encogiera en la esquina de la cama por la fobia que les tenía, mientras las lágrimas seguía saliendo como cascada de mis ojos, el pan saciando el hambre a medias hasta que llegara el nuevo día.

Desde que desperté, vi la luz del sol entrando en todo su esplendor, y el día se veía bastante claro, perfecto, no había residuo de una tormenta que azotó fuerte en toda la noche, por lo que me activé para comenzar a trabajar, quizás me entraba algo de dinero con que resolver la falta de lo que me habían robado.

Fui a abrir la puerta de la tienda y me encontré con un paquete extraño en la misma entrada, entonces observé hacia todos lados para comprobar quien lo había dejado, pero no vi a nadie, el contenido estaba dentro de una bolsa mojada que lo cubrió de la lluvia, por lo que parecía que había amanecido en el mismo puesto.

—¿Quién dejó esto aquí?—dije.

Lo puse sobre el mostrador para verificar su contenido y cuando lo abrí, me llevé tremenda sorpresa, pues eran algunos alimentos ya preparados, también había una nota en el interior.

“Lamento que no te pude acompañar debido a la lluvia y por eso te envié la cena que prometí que te daría todas las noches, espero que la disfrutes”

Abrí los envases para ver qué había mandado y vi que era sandwich de carne ahumada con salsa dulce, también puré de calabazas y una bebida que se veía deliciosa.

A pesar de que amaneció en medio del frío de la calle, aún parecía en condiciones para comerlo y le di la primera mordida. Sentí cómo el sabor explotó en mi boca por lo delicioso que estaba, así que me atraganté después de aguantar tanta hambre por varias horas eternas.

Disfruté de cada mordida, hasta que algo hizo clip en mi mente y en sentido común, entonces detuve lo que hacía. ¿Lo enviaba porque me tenía lástima? Era la respuesta que andaba buscando después de pensar muchas veces en la razón por la cual se acercaba a mí.




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