Orquídea

5. ¿Nueva amistad?

Noah.

Aceptó venir conmigo después de que le dije que le daría lo equivalente a un día de trabajo en su floristería y era lo justo, pues no deseaba causarle pérdidas por mi capricho, de hacerla una chica más segura, de cambiar un poco su aspecto por uno normal de una mujer joven.

Sin que se diera cuenta, iba viéndola de reojo mientras nos movilizábamos en el auto y se notaba su nerviosismo, ya que se pellizcaba las uñas hasta arrancárselas, también le sudaban más manos, se mostraba demasiado miedosa, quizás un poco escurridiza, lo que me ponía a pensar en como era su matrimonio anterior.

Toda su actitud era de una mujer sumisa y, de cierta manera, me molestaba que fuera así, pues se comportaba como alguien que debía obedecer en todo. Era evidente que no fue tratada por ese hombre degenerado.

—¿Te encuentras bien?—pregunté.

—Lo estoy —murmuró entre dientes.

—No te asustes, simplemente iremos a un centro comercial donde podrás elegir la ropa que quieras y también buscaremos un salón de belleza para que te arreglen el cabello, un cambio que te venga bien —informé.

—Me da vergüenza que me regales cosas sin merecerla…

—¿Cómo que no la mereces? Quiero ayudarte y no te voy a cobrar ni medio centavo, míralo como una obra de caridad por una buena amiga —sugerí.

—Gracias, eres muy amable.

—De nada —respondí, quería que se sintiera tranquila.

El chofer llegó al sitio designado, finalmente, y nos abrió la puerta para que saliéramos del auto. Luego se quedó esperando a que hiciéramos nuestra compra, aunque le dije que se podía marchar hasta que lo llamara otra vez.

Dejé que caminara a mi lado y lo hacía con timidez, encogida ante las miradas de los transeúntes, aunque en realidad, fue obvio que me miraban a mí, debido a que les parecía inconcebible que un hombre de mi porte anduviera con alguien que se veía tan humilde como Orquídea.

Los murmullos de los críticos ya la estaban poniendo nerviosa, entonces me atreví a tomar su mano y se sobresaltó cuando lo hice. Entonces bajo los ojos hacía la unión con evidente confusión, luego me vio a la cara como buscando una respuesta lógica.

—Creo que te puedes sentir más segura si nos tomamos de la mano y así la gente te respeta o no se atreve a hacerte mala cara por mi reacción —expliqué.

—Comprendo.

Apreté un poco su mano para seguir caminando hacia la tienda y sentí que las tenía algo callosas y secas, dignas de una trabajadora de la tierra para la siembra de sus adoradas flores. Amaba que fuera tan trabajadora, una chica con un gran deseo de salir adelante.

Entramos en una tienda conocida donde mi hermana solía comprar algunos atuendos y de una vez fuimos recibidos por una empleada. Fueron muy cortes conmigo, aunque con Orquídea se vio la mirada despectiva que le regalaba, después de recorrer su ropa con sus ojos inquisidores.

—Hola, soy Noah Tremblay y estoy aquí para comprar algunas prendas de damas para mi acompañante —dije.

—Por supuesto, señor, para usted tenemos algunas piezas exclusivas con las que se vería muy bien —sugirió.

—No quiero la ayuda para mí, sino para mi acompañante, y como usted es muy experta en el asunto, deseo que le asista para escoger lo que le quede mejor para su edad —pedí.

—Oh…

Su cara de decepción comenzó a causarme molestia y decidí que iba a darle un escarmiento, ya que había comisiones para su desempeño, por lo que iba a provocar que trabajara fuerte para después darle la ganancia a otras empleadas.

Detestaba a las personas tan prejuiciosas.

—Orquídea, ve con ella para que te dé las sugerencias necesarias y así eliges por lo que vamos a pagar cuando acabes —ordené.

—De acuerdo.

Se fue con la chica como pedí y, mientras esperaba paciente, me senté sobre un mueble para disfrutar de un café que me trajeron como cliente privilegiado. Pedí que compraran un batido de fresas con banana para mi acompañante, una bebida refrescante que le iba a caer muy bien para la ansiedad que la poseía algunas veces.

—Toma, disfruta de esta bebida mientras te mides todo lo que has escogido. — Entregué la malteada.

—Gracias. — Sujetó el vaso.

Daba sorbos como una chiquilla adorable y sus ojos eran tan inocentes que me cautivaron mucho más, no podía apartar la mirada de la joven que me sonreía con agradecimiento.

—Quiero que me muestren cómo les va quedando cada pieza —exigí.

—Por supuesto.

La pasarela empezó luego de unos minutos y cada ropa que se iba probando le quedaba preciosa, me dejó sin palabras cuando se puso algunos pantalones que le quedaban a la medida, además de los vestidos que mostraban sus piernas largas, era una mujer demasiada hermosa, por completo, con una piel impecable a pesar de que no se la trataba como era debido en una sala de spa.

Vi que eligió de todo un poco: conjuntos de cuerpo entero, pantalones, vestidos casuales y elegantes, blusas estampadas o planas, chaquetas y camisetas.

—Me gusta lo que me muestras —dije.

—¿Te parece bonito?—preguntó.

—Claro que sí, elige también zapatos variados para diferentes ocasiones, que sean zapatillas deportivas, calzados cerrados, botines, también sandalias elegantes con tacones —aconsejé.

—No tengo idea de cómo caminar con esa clase de zapatos—dijo, algo atolondrada.

—Tranquila, luego aprenderás a hacerlo y podrás dominarlos muy bien —aseguré.

Así pasamos toda la mañana, eligiendo atuendos a por mayor y algunos accesorios, para combinar la ropa seleccionada hasta que llegó la hora del pago.

—¿Señor, cómo fue atendido hoy?—preguntó el gerente.

—Me gustó el servicio disponible en toda la tienda y sus empleados tan amables, por eso quiero repartir la comisión entre todos —decidí.

—¡¿Cómo?!—exclamó la empleada que atendió a Orquídea.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.