Orquídea

8. Un nuevo comienzo.

Orquídea.

A pesar de la hospitalidad de Noah y la amabilidad sincera que siempre mostraba, me sentía cohibida en su casa, un poco incómoda por la nula costumbre que tenía de vivir en un lugar tan lujoso, de hecho, me daba miedo hasta caminar por los pasillos o en medio de algo que se rompiera, ya que ni siquiera sabía el valor de dicho objeto, no lo podía pagar.

También estaba su hermana, nuestra primera interacción no fue la mejor y me daba miedo que me insultara o me echara de su casa, llamándome oportunista, por eso debía buscar la manera de que mi estadía en su residencia fuera corta o mínima.

Mientras pensaba en como resolver mi futuro, revisé que mis plantas estuvieran bien acomodadas y comprobé que llegaron intactas, entonces las ubiqué estratégicamente para que la luz del sol de la mañana les diera indirectamente, ya que no les favorecían recibir tanto resplandor debido a la intensidad del calor.

—Pronto tendremos un lugar bien preparado para que puedan crecer preciosas, como siempre han sido—dije, acariciando las hojas de unos de los claveles mientras le hablaba con cariño.

Tenía la sensación de que alguien me estaba viendo, entonces miré hacia arriba donde se encontraban los balcones de las habitaciones y una sombra se apartó rápidamente. Si la mente no me fallaba, ahí estaba ubicada la alcoba de Rina, hermana de Noah.

Según me había dicho, amaba las flores y lo vi como una manera de ganarme su amistad, así que pensé en un buen plan para sacarla de su letargo, de su estado depresivo que tanto hacía sufrir a su hermano.

Decidí regresar a la habitación que me asignó mi anfitrión y me llevé tremendo susto cuando lo vi esperándome en el interior.

—Creí que ya te habías ido —comenté.

—Vine a traerte un pijama nuevo para que descanses —informó.

—Oh, de acuerdo…

—La temperatura se siente un poco caliente, así que puedes encender el aire acondicionado después de que te duches —sugirió.

—¿Dónde se encuentra el baño?—pregunté.

—Ven conmigo—pidió.

Lo seguí a pocos pasos hasta un cuarto enorme, más grande que el pequeño espacio donde vivía antes, y vi que tenía una gran tina con muchos manubrios giratorios que no entendía.

—Aquí te puedes duchar, recuerda graduar la temperatura del agua para que no te quemes y tampoco se sienta tan fría —aconsejó.

—¿Y cómo lo hago?

La comprensión pareció llegar a su mente y me sonrió con ternura, pues sabia que nunca tuve ese tipo de comodidad ni sabía como usar esas cosas tan sofisticadas, así que se acercó para mostrarme como hacerlo, después de darme algunas instrucciones, también me mostró como encender el aire acondicionado, entonces caminó hacia la puerta para despedirse.

—Mañana saldremos a ver algunos locales de mi propiedad para que elijas cuál te gusta o te conviene, ya que quiero que comiences tu nueva vida haciendo lo que te agrada, que te sientas sutil en la sociedad —comunicó.

—Está bien, gracias por tu hospitalidad —agradecí.

—No es nada, lo hago de todo corazón, y ahora, si me voy, que descanses —se despidió.

—Igual, descansa —contesté.

Su mirada no se apartó de mi rostro por unos cuantos segundos y después cerró la puerta con cuidado.

Observé toda la habitación, era hermosa y acogedora, con un color neutral por sus cuatro paredes, parte de un hogar digno de vivir en paz, un espacio personal donde podías poner en orden las ideas.

Agarré el pijama para caminar hacia el baño e hice lo que me sugirió Noah, gradué los manubrios de la ducha para poner el agua tibia y luego me quité toda la ropa para entrar bajo el agua.

Se sentía tan relajante, sobre todo cuando unté el champú en mi cabello y le di masajes suaves. También enjaboné mi cuerpo con esmero, esperando quedar totalmente limpia, hasta que acabé. Entonces me sequé para ponerme el pijama y, por último, cepillé mis dientes.

Desde que me acosté en la cama, sentí una orna de paz inexplicable, era como seda de tan suave y caliente, donde te podías acurrucar para dormir por largas horas. La sensación fue tan indescriptible que no pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas.

Por fin algo bueno llegaba a mi vida y me daba un respiro. Después de tantas calamidades, una persona que parecía un ángel caído del cielo tenía piedad de mí, trataba de mejorar con su buen trato todo mi futuro, por lo que no tenía cómo pagarle tanto apoyo económico o emocional.

Con las emociones a mil, poco a poco me fui apagando y me quedé completamente dormida.

Como siempre, me levanté temprano para observar mis flores y corté unos cuantos nardos con cuidado para ponerlos en un lugar especial, así que subí hasta la sala de música de Rina para ubicar un jarrón donde quería ponerlas, por suerte, encontré uno en un rincón, entonces le puse un poco de agua antes de acomodarlos cerca del piano.

Me encontraba lista para comenzar la faena del día y un poco emocionada por ver los locales donde pondría mi floristería, por lo que volví a la primera planta para buscar a mi anfitrión.

Me encontré con la sorpresa de que había desayuno encima de la mesa y él me estaba esperando con una gran sonrisa, completamente listo para nuestra salida.

—Buenos días, ¿cómo amaneciste?—preguntó.

—Dormí como un pajarito y descansé muy bien, gracias por preguntar… ¿Y tú?

—Bien, aunque tenía un poco de insomnio—respondió.

—Comprendo.

—Toma asiento en una de las sillas y sírvete lo que quieras, hay de todo para que puedas elegir a tu gusto —invitó.

—¿Tu hermana no viene a desayunar con nosotros?—averigüé.

—En un momento vendrá—informó.

—Puede bajar…

—Hay un elevador en la casa por donde baja sin problemas hasta el comedor —explicó.




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