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Noah.
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Los cambios en el local para la floristería habían comenzado, contraté a muchos trabajadores para no perder el tiempo y tenía el dinero necesario para invertir en el nuevo negocio, estaba seguro de que dentro de unos días me dirían que ya todo estaba listo para comenzar a vender las flores que pertenecían a mi Orquídea.
Era mi mayor deseo verla haciendo lo que le gustaba y con empleados que le ayudaran en la tarea diaria de cultivar o preparar cada planta, así se cansaría menos en su día laboral, además, deseaba que se refinara como una dama para que nadie la hiciera sentir inferior, por eso tenía pensado contratar a unos profesionales para que le pudieran enseñar a vestirse o maquillarse.
Me habría encantado que su maestra fuera mi hermana, pero lo veía difícil o casi imposible, debido a las actitudes negativas que tenía todo el tiempo, no la creía capaz de enseñarle lo básico sobre la etiqueta que viene con la alta alcurnia.
—Hola, Noah —saludó Cathleen cuando entró por la puerta de mi oficina—. Te traje algunos documentos que debes filmar cuanto antes.
—Hola, gracias por traerlos—respondí.
Se acercó para sentarse en una de las sillas que tenía en mi despacho, sin pedir permiso y luego cruzó sus piernas como si fuera su espacio familiar, siempre tenía el mismo comportamiento, para ella, no era su jefe, sino como un amigo de la infancia que pronto sería su marido, por decreto de nuestros padres.
—Tenías varios días que no venías a la empresa y me pareció extraño, nunca faltas, ¿le ocurrió algo a Rina?—interrogó.
—No vine por algunos asuntos personales pendientes y, en cuanto a mi hermana, se encuentra bien, gracias al cielo, nada de qué preocuparse —simplifiqué.
—Comprendo… Pronto viene la fiesta anual de empresarios en el centro de convenciones y supongo que vas a asistir al evento —mencionó.
—Ya veremos, no estoy muy seguro todavía.
—Bueno, será dentro de dos meses y muchas cosas pueden suceder, mientras tantos, deberíamos prepararnos para asistir juntos, como los socios que somos —comentó, poniéndose de pie para colocarse detrás de mi sillón.
—También podrías llegar con tus padres, ya que ellos son empresarios y conocen el protocolo —sugerí.
—Tienes razón, de todos modos, me vería más presentable si aparezco con un hombre tan guapo como tú —aseguró, poniendo las manos sobre mis hombros para darme un masaje.
Lo que hacía conmigo ya era rutina. Desde que entramos en la adolescencia, siempre iba con todo para llamar mi atención y buscaba cómo conquistarme con sus insinuaciones, sabía del interés que me tenía desde que éramos muy jóvenes, pero lo que no comprendía era que no me agradaba como pareja en lo absoluto, ya que nunca la vi con ojos de amor.
Me puse de pie para que no siguiera haciendo algo que no le había pedido y fui a la ventana de cristal para mirar hacia afuera. Desde arriba podía ver los edificios de la ciudad.
—Falta mucho tiempo para decidir quién me acompañará, así que no te preocupes por eso —dije.
—Está bien, solo espero que sea yo tu elegida, ya que no soportaría que aparezcas con otra mujer que me roba mi lugar —advirtió.
—Cómo digas.
—Me voy para que sigas trabajando y, por cierto, mis padres te van a hacer una invitación a cenar con nosotros muy pronto, espero tengas tiempo para aceptar su ofrecimiento —informó.
—Haré el esfuerzo.
Permití que se fuera a sus asuntos de trabajo y seguí en lo que me correspondía dentro de la empresa, pensando en que iba a asistir a esa fiesta con mi amada Orquídea, fue la primera persona en la que pensé cuando me llegó la invitación días atrás; incluso, estaba analizando si podría usar la noche especial para confesarle mis sentimientos.
Luego de mucho ajetreo en los diferentes departamentos donde hice revisión, vi que llegaba la hora de regresar a casa y decidí hacer una parada en una repostería. No sabía cuál era el sabor favorito de mi chica, así que pedí el que le gustaba a mi hermana, quizás eran compatibles en el paladar.
Elegí un pastel de vainilla y jengibre, relleno de crema con pistachos, luego esperé que me hicieran la entrega y regresé a mi auto para manejar hacia casa.
Rogaba para que Rina quisiera disfrutar del postre con nosotros y compartiera un buen momento entre los tres. Verla siempre encerrada en su mundo oscuro y triste, realmente me partía el corazón.
Casi me caí hacia atrás cuando encontré una gran sorpresa y no podía creer lo que veían mis ojos, las dos mujeres más importantes de mi vida estaban charlando, sentadas en las sillas del comedor, mientras recortaban los tallos de unas rosas blancas y tomaban alguna especie de batido de frutas, también se reían entre ellas mientras conversaban.
Me contagiaron de su comportamiento, pues también mostré una gran sonrisa de satisfacción y me acerqué despacio para ver su interacción, hasta que se dieron cuenta de mi presencia.
—¡Noah, apareciste en un buen momento!—exclamó Orquídea, mostrando una sonrisa espléndida—. Estamos conversando sobre música y jardines.
—Sí, hermano, ven con nosotras —pidió Rina, su semblante se veía diferente.
Orquídea me sujetó de la mano para arrastrarme con ella y me hizo sentar sobre una de las sillas, luego me explicó que ambas habían decidido comenzar una linda amistad, lo que me puso demasiado feliz, le iba a enseñar a mi hermana sobre la cultivación de las flores, además de que le pidió que fuera su asistente cuando se abriera la floristería.
La incredulidad me invadió, ya que tuve que usar terapias y psicólogos para hacerle entender su realidad, pero ni así lograron sacarla de su depresión que la tenía al borde, hasta que Orquídea hizo el trabajo con amor y paciencia, demostrando que tenía buen ojo para personas como ella.
—No puedo creer lo que me están contando —expresé, muerto de risa—. Necesito un pellizco para comprobar que no estoy sonando.