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Noah.
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A pesar de que mi relación con Orquídea iba viento en popa y siempre nos tratábamos con muchas demostraciones de amor, me di cuenta de que había pasado dos días viéndola un poco distraída, quizás algo distante, aunque intentaba disimular su nuevo estado de ánimo en mi presencia para no causarme preocupación.
De todos modos, estaba muy al pendiente de sus acciones o gestos y por eso acepté hablar con el empleado de la floristería que pidió una cita conmigo. Seguro que tenía algo importante que decirme sobre su jefa, algo que ella me había ocultado sin mala intención.
Era inteligente para detectar el estado de ánimo de las personas con solo verlas y con su lenguaje corporal, me daba cuenta si algo andaba mal.
Salí hacia el jardín para buscar a mi novia y la encontré trabajando en sus flores, acariciando cada pétalo mientras seguía pensativa, metida en su mundo, hasta que mi toque hizo que se sobresaltara un poco.
—Noah, me diste un tremendo susto —dijo, poniendo las manos sobre su pecho y me dio una sonrisa.
—Perdóname, no era mi intención—expresé.
Hice que se pusiera de pie para abrazar su esbelta cintura y luego agaché la cabeza para alcanzar sus labios seductores. Como siempre, llenaba su rostro delicado de besos tiernos, no perdía el tiempo a la hora de demostrarle cuánto la amaba, cómo me tenía atrapado con su hechizo.
Por un momento me concentré en sus hermosos ojos y el deseo de hacerla mi esposa para darle protección por completo, legalmente, quería que fuera feliz todos los días, hacerle una proposición con un hermoso ambiente, pero entendía que aún no era el momento, deseaba que primero cumpliera con sus sueños, que su negocio tuviera estabilidad.
—No pasa nada, sabes que no me molestan tus caricias y los abrazos cálidos que tanto me reconfortan —respondió.
—Me alegra que me aprecies tanto.
—Claro que sí, siempre hasta el día que desaparezca de este plano—aseguró.
—No hables así, amor mío—dije.
Me regaló una sonrisa sincera y luego acostó su cabeza sobre mi pecho para escuchar los latidos rápidos de mi corazón, era algo que hacía con regularidad por alguna razón, se quedó ahí un buen rato, mientras soltaba un largo suspiro que me ponía en alerta máxima, por más que trataba de ocultar sus angustias, no podía hacerlo con perfección.
—Nena… ¿Te sucede algo malo?—me atreví a preguntar, puesto que quería que me tuviera confianza—. Dime lo que sea que te haya ocurrido.
—No tengo nada, ¿por qué me lo preguntas?—interrogó.
—Hace días que te noto algo cabizbaja o pensativa y es algo que me preocupa mucho. No quiero que nadie te agobie, que te tragues el problema sin dejarme participar o buscar una solución inmediata —comenté.
—Te aseguro que no es nada del otro mundo, no te preocupes tanto por mí —sugirió, insistiendo en lo mismo—. Solo creo que quizás no soy suficiente para ti y algún día te vas a dar cuenta, entonces todo acabará.
—¡No vuelvas a repetir semejante tontería!—exclamé, mostrando molestia—. Si te elegí es porque eres todo lo que quiero en mi futuro y por eso te entrego mi corazón. No importa lo que suceda, nunca me voy a cansar de ti.
Abracé a mi novia con más fuerza y luego sujeté su rostro para probar la boca que me hacía perder el juicio. Nos besamos como si no hubiera mañana, siempre con la misma intensidad de dos amantes que se amaban, algo que disfrutábamos cada vez que estábamos juntos.
Sabía que era una chica divorciada y que ya tenía su experiencia íntima, aun así, respeté muchísimo su espacio o sus decisiones, incluso, el deseo natural que se tenían dos novios, solo íbamos a estar en ese nivel cuando ella lo decidiera.
De todos modos, no iba a desistir hasta saber qué estaba pasando por su cabeza o quizás cierta persona me lo iba a decir. Mi esperanza estaba puesta en esa declaración de cierto empleado.
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Me encontraba en mi despacho dentro de la empresa, resolviendo algunos asuntos importantes y pensando en el negocio que aún no firmaba con el ex de Orquídea. Era algo que tenía que sopesar muy bien, debido a que no quería involucrar a mi novia de manera directa con esta gente de reputación dudosa.
Ese hombre me caía como rayo y, sinceramente, me llenaba de toda mi paciencia para no decirle todo lo que se merecía, lo hacía por mi adorada novia que no deseaba exponer delante de ellos.
—Señor, afuera se encuentra el joven Liam —anunció mi asistente.
—Bien, deja que pase adelante —ordené.
—De acuerdo.
Se fue para decirle que podía entrar y lo hizo, se apareció delante de mí con mucho respeto. Liam se había convertido en uno de los chicos que trabajaban bajo mi grupo, como el chofer de mi novia, aunque también le di la tarea de mantener vigilancia en el negocio sin que ella lo supiera.
Tenía habilidades de arte marciales, por eso estaba seguro de que las defendería de cualquier malhechor o maleante que quisiera robar en la tienda. Además, le di la tarea de informar sobre cualquier eventualidad, sobre todo por la aparición del ex marido en nuestras vidas. Necesitaba estar precavido ante cualquier problema.
—Toma asiento, por favor, y dime, ¿para qué querías verme?—pregunté.
—Gracias, señor Tremblay, vine porque usted me dijo que le diera noticias sobre cualquier cambio en la dinámica de la señorita Orquídea y es precisamente lo que sucedió, no había tenido tiempo de verle aquí en la oficina para no levantar sospechas, pero hoy me escape un rato después de pedir permiso a mi jefa—explicó.
Sus palabras me pusieron a la defensiva y le puse toda la atención. Mi instinto me decía que algo había ocurrido, entonces no me había equivocado cuando le pregunté en el jardín.
—Cuenta—dije.
—Fuimos a comprar algunas mercancías en el antiguo barrio de la señorita Orquídea…