Orquídea

17. Soy el indicado.

Noah.

Seguíamos mirándonos como dos rivales dispuestos a dejar el asunto claro desde ese momento. Su postura daba a entender que no iba a fingir su simpatía conmigo y que diría realmente lo que pensaba de mi relación con su ex esposa, algo que me cayó muy bien. Quería ver la clase de persona que era la escoria sentada frente a mí en la mesa.

Iba a darle a demostrar que Orquídea ya no estaba sola en el mundo, que tenía a un protector dispuesto a defenderla de malhechores como él y se lo iba a dejar claro antes de salir del restaurante.

—Bien, señor Tremblay—dijo, enderezando su postura—. Ahora entiendo para qué me trajo hasta aquí y me muestra lo asquerosamente rico o poderoso que es.

—Exacto, es bueno que veas lo que puedes perder en el futuro si sigues causándole molestias a mi novia —insistí, mientras me tomaba un sorbo del vino—. No creo que quieras perder todo lo que has conseguido por alguien que consideras insignificante.

—No creo que pierda nada…

—¿Seguro? Es posible que te encuentres con tremendo conflicto si le muestro a tu esposa el video donde la andas acosando en la zona donde vivían antes —dije.

—Ya veo que vigila a mi ex mujer y es interesante que lo haga, ya que pienso que usted es igual a mí —comentó.

Su comparación conmigo era absurda y sin sentido, pues de ninguna manera le hacía imposible a mi florecita, todo lo contrario. Acomodé su vida para que pudiera lograr todo lo que quería sin obstáculo, apoyando sus proyectos como su pareja, por eso sus palabras eran vacías.

—Para nada, usted vigilaba por obsesivo y controlador, mientras que yo lo hago por protección, lo que son dos cosas muy diferentes —expliqué.

—De todos modos, estoy en el derecho de buscarla y hablarle de nuestro pasado, ya que fue mía primero desde que nos casamos. Me apoderé de la pureza que usted desea, por eso tengo la potestad sobre ella cada vez que quiera —soltó.

No podía creer lo que me estaba diciendo y sus palabras solo me producían asco. De ahí comprendí el antiguo comportamiento de Orquídea. Como era tan desconfiada y asustadiza, supuse que era el modus operandi dentro de su casa cuando vivía con este animal de dos patas.

—¿Realmente se da cuenta de la clase de disparate que acaba de decir?—cuestioné, con evidente enojo—. Ya no son nada desde el día que la abandonó y por eso no tiene ningún derecho a perseguirla.

—Supongo que le contó la historia a su manera y me puso como el malo —dijo, y mostró una sonrisa burlona—. En el cuento de Caperucita, el lobo siempre será el villano, supongo.

—¿Acaso no fue así? Usted vendió su tienda de flores y se fue con el dinero para casarse con la mujer que tiene ahora, dejándola sin recursos, pasando dificultades por su culpa.

Negó con la cabeza, como si lo que le hubiera dicho, era una reverenda tontera sin lógica.

—Es cierto, pero parece que no le dijo la verdadera razón y por eso le cree ciegamente, es la manera que usa para atrapar a un millonario como usted —acusó.

—No hay motivo para abandonar a quien se supone que es su pareja y se ama incondicionalmente, por lo que dice, es evidente que solo la ve como un objeto —cuestioné.

—Se equivoca, si alguien no me puede dar un hijo, no es digno de estar a mi lado y por eso me fui de la casa. Además, la tienda fue comprada con mi dinero cuando nos casamos, por lo que también era parte de mi patrimonio. Por eso tomé el dinero cuando la vendí —explicó con cinismo.

—No diga tonterías y tampoco hable mal de mi novia, cuando fue un regalo de boda, aunque viéndolo bien, eso le hizo creer mientras era una gran mentira —amenacé.

—Usted también hará lo mismo cuando vea que esa mujer es infértil, que está seca por dentro como un desierto árido y nunca podrá darle un heredero, continuar su apellido como es debido.

Su comentario me sacó de casillas y no aguanté, así que alargué el brazo para agarrarlo del cuello, provocando que me viera con sorpresa o pánico, además de los empleados que me veían con susto, notando que se podía formar un conflicto dentro del local.

—¿Sabes por qué no te parto la cara aquí mismo?—gruñí, causándole angustia—. Soy un caballero y tengo respeto por este local; aun así, mi paciencia tiene un límite, por lo que te aconsejo que no sigas buscando lo que no se te ha perdido.

Solté el agarre de golpe y me levanté para caminar hacia la salida, aunque antes, pedí a los empleados del restaurante que enviaran la cuenta a la encargada de facturas de mi empresa.

Su presencia me daba náuseas y preferí dejar el tema hasta ahí, con la advertencia de que si seguía fastidiando a mi florecita, me iba a conocer muy bien de mala manera.

Me daba tanta impotencia y cierta rabia con ella por ocultar algo tan importante. ¿Cómo pretendía defenderse de ese hombre si no me decía nada? Me tocó respirar profundo para contener el enojo que cargaba encima y, cuando llegué a mi casa, lo hice sin saludar a nadie.

—Hermano, ven a cenar—pidió Rina.

—No tengo hambre—respondí.

Seguí caminando como si estuviera trotando, dejándola con el ceño fruncido y justo cuando iba a subir las escaleras, me topé de frente con Orquídea saliendo de su habitación, entonces seguí subiendo como si no la viera, borrando su sonrisa por mi manera de actuar y la dejé con los brazos abiertos.

—¿Noah?—dijo.

Ignoré su llamado mientras subía para entrar en la habitación. En mi estado, no quería hablarle fuerte ni hacerle reclamos y para evitarlo, preferí calmar la agitación de mi mente, pues para mí, ella era una flor delicada que no merecía ningún tipo de reclamos.

Quería apaciguar la reacción que tuve por culpa de ese tipejo, así que me quite todo para entrar en la ducha y moje mi cabeza durante más de veinte minutos, así poco a poco me fui relajando, hasta que decidí cerrar el grifo para salir del baño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.