Orquídea

20. Una sorpresa que te trae de vuelta.

Noah.

—Dime lo que quieras, soy todo oído para ti —insistí para que me dijera sus preocupaciones.

Estábamos sentados dentro de mi auto, en un espacio pequeño e íntimo, para que pudiéramos desahogar lo que nos tenía tan desubicados, sobre todo a ella que parecía atribulada desde el encuentro con los Roy, no me gustaba que se pusiera de ese modo por algo insignificante, su inestabilidad fue el motivo por el cual la saqué de la miseria en que vivía.

—Escucha, Noah—susurró, se veía tímida a la hora de hablar de frente—. Voy a vivir aparte de ustedes, es decir, mi salida fue para rentar un pequeño apartamento donde pueda quedarme y seguiré trabajando en la floristería.

—¿Por qué motivo?—cuestioné con insistencia—. ¿Hicimos algo mal?

—¡Claro que no! Aquí el problema lo tengo yo, nunca me ha cruzado por la cabeza que sean ustedes y no quiero seguir perjudicándolos con mi vida trágica —declaró.

—Sigues con un pensamiento equivocado y me duele que creas que eres un obstáculo en nuestras vidas, cuando no es así —expresé.

No mentí, sentía que no valoraba todo lo que había hecho por ella desde que regresé del extranjero y la encontré abandonada, solitaria en ese lugar hostil para alguien tan inocente, sin maldad, por lo que me dolía su actitud.

—Noah, piensa en lo que digo, por favor, estás a punto de tener problemas en tu empresa por mi culpa y para colmo, soy una mujer incompleta…

—No digas tonterías, te lo pido —interrumpí lo que iba a decir—. Entiendo que sufriste en manos de alguien que te denigró a lo más bajo y te hizo creer que eres inservible, pero estaba solo abusando de ti. Lo que puede ser basura para algunos, es un tesoro para otros, así como tú lo eres para mí desde el día que te conocí —reproché.

—No puedo darte hijos y, por mi culpa, ese señor quiere hacerte la vida imposible, no valgo tanto como para que pierdas cosas importantes de tu entorno —insistió.

Me molestaba mucho la manera en como se rebajaba por cualquier cosa y que le diera la razón a ese hombre, que sonara contundente solo porque eran palabras que él se las decía y su falta de amor propio era preocupante, a pesar de la ayuda que le había buscado, nada funcionó cuando su ex apareció en nuestras vidas.

Estaba harto de esa situación tan absurda y por eso encendí el auto para dejar la floristería.

—¿Oye, qué haces?—cuestionó, con el ceño fruncido—. ¿A dónde vamos?

—Vamos a salir de dudas. — Fue todo lo que respondí.

Manejé hacia una clínica especializada de reproducción y fertilización de gran renombre, buscando la veracidad de las palabras de Orquídea, debido a que fue algo que su ex siempre le dijo por el simple hecho de que no podía quedar en embarazo, algo que tampoco garantizaba nada, por eso necesitaba un diagnóstico correcto de un especialista sobre su condición de salud.

Desde que llegamos, hice que bajara del auto y a pesar de que se negaba hacerlo, debido a su nerviosismo, insistí para que entráramos a buscar la ayuda requerida con un profesional médico que pudiera confirmar lo que ella decía.

—No creo que sea necesario…

—Lo es, basta de creer en las palabras de ese mequetrefe y menos cuando nunca has ido a un médico para confirmar si eres estéril o no, después de que sepamos la verdad, entonces hablamos sobre nuestro futuro —exigí.

No dijo nada más, simplemente se dejó guiar hacia el interior del edificio y, como su pareja, expliqué que deseaba hacerle unos estudios para comprobar si podía tener hijos.

—Tengo miedo —susurró.

—Estoy contigo, ¿de acuerdo? No me voy a mover de aquí —aseguré.

—Señorita, soy un profesional de esta especialidad sobre la fertilidad y le prometo que les daré un diagnóstico correcto, además de darle un buen trato como paciente nueva —prometió el médico encargado.

—Gracias por sus atenciones, haga lo que tenga que hacer y luego nos cuenta cómo les va —pedí.

—Como usted diga, señor Tremblay—respondió.

Seguí viendo cómo se movía hacia otra sala con el personal autorizado y respiré con un poco de alivio cuando me senté en la sala de espera. La clínica era la mejor de la región, capaz de verificar hasta el conteo de óvulos de una mujer, revisar las células de su matriz… Todo lo que tuviera que ver con la fecundación.

Para ser sinceros, me parecía muy raro que, en varios años de casados y según su relato, jamás se cuidaron para tener hijos, pero aun así no pudo concebir por más que lo intentaron, aunque claro, existen factores que retrasan una concepción, como el cansancio, una mala alimentación o el estrés, quizás un nivel alto de ansiedad que le hacía daño físicamente.

En mi caso, que pudiera o no era relevante, la amaba aunque no pudiera darme hijos y, si era necesario, sería capaz de adoptar a algún bebe que necesitara de unos padres que le dieran amor. Estaba seguro de que Rina estaría de acuerdo con nuestra decisión.

No tuve que esperar mucho tiempo, una hora después regresaron a la sala y me pareció que fue relativamente rápido, aunque lo que más me alarmó fueron los ojos llorosos de mi novia. Parecía estupefacta o afectada por algo importante, no comprendía lo que estaba sucediendo.

Me levanté a toda prisa para recibir a mi chica que me abrazó con fuerza y su intensidad me preocupó de inmediato. Parecía emocionada por alguna razón, por eso requería una respuesta clara.

—¿Y bien, doctor? Estoy listo para escuchar lo que sea que tenga que decirme —apuré.

—¿Quiero preguntarle cuál fue la razón principal que tuvo para traer a su pareja a esta clínica?—interrogó.

—Bueno, su infertilidad que ella misma asegura que tiene y le ha causado muchos problemas en el pasado, incluso ahora, por eso queremos estar seguros de la realidad —expliqué.

—Pues tengo que decirle que no hay indicios de infertilidad y menos cuando vimos tres sacos gestacionales dentro de su útero —informó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.