Orquídea

21. Encuentro inesperado.

Orquídea.

Había pasado casi cuatro meses desde que me enteré de que sería madre de trillizos y aún me costaba aceptarlo. Por muchos años creí que no podía engendrar hijos, cuando de repente llevaba a tres juntos dentro de mi vientre, lo que me causó mucha confusión, pero a la vez mucha alegría, aunque no comprendía la razón por la cual no lo lograba con mi antiguo esposo.

Ya no tenía importancia mi frustración del pasado, por fin me sentía valorada, querida y mucho más. Cuando se enteraron del embarazo, me trataron como si fuera un jarrón de cristal que podía romperse, con mucha delicadeza, entonces lo sobreprotegieron de manera obsesiva.

No me molestaba la atención que me daba Noah, siempre andaba dándome los caprichos que pedía y hasta me enseñó a manejar para que pudiera usar el auto que me compró. Quería que fuera más lanzada en la sociedad en que me tocaba vivir, que aprendiera a defenderme sola cuando no estuviera cerca.

Siendo sincera, entendí que mi actitud no era la mejor a principios de nuestra relación y por eso decidí comenzar a cambiar mi manera de actuar. No deseaba pasarle mis inseguridades a mis hijos, tampoco quería decepcionar al amor de mi vida que me salvó de la oscuridad.

Llegué con mi cuñada a casa, luego de mucho trabajo, y desde que entramos, vimos que había algunas cajas en medio de la sala, lo que nos hizo fruncir el ceño a ambas.

—¿Qué es todo esto?—preguntó Rina.

—No tengo la menor idea de qué contiene—respondí.

—¡Llegaron mis amores!—exclamó Noah cuando apareció en escena.

Se acercó para saludarnos, besando a su hermana en la frente, luego la mía y, por último, se agachó para hacer lo mismo con mi abultado vientre.

—¿Cómo siguen mis algodones de azúcar?—habló a mi panza.

A pesar de que tenía pocos meses de embarazo, mi vientre se veía bastante prominente y, según el médico, era debido a la gestación múltiple. Tres fetos necesitaban suficiente espacio para desarrollarse.

—¿Qué hay en esas cajas?—averigüé.

—Es un mueble especial que compré con tres cargadores añadidos, donde podrás poner a los bebes mientras los atiendes o amamantas y te sirve de descanso, quiero que te encuentres muy cómoda para cuando llegue ese momento —declaró.

—Estoy impresionada —susurré, conmovida con sus detalles tan lindos—. Gracias, amor.

—Es nuestro deber cuidarte, cuñada, y a mis sobrinos mimados, estoy desesperada por tenerlos en mis brazos, quiero que lleguen a este mundo completamente saludable —añadió Rina.

—Ustedes son dos personas maravillosas y no tengo maneras de pagarles tanto aprecio que me han dado desde que me trajeron a esta casa—dije, casi sollozando.

—Tu pago sigue en tu interior y en unos meses podrás saldar la deuda —dijo Noah.

Su hermana comenzó a reír a carcajadas por las palabras de su hermano, mientras veía cómo me daba un abrazo y acariciaba mi vientre. Siempre estábamos de buen humor, sobre todo cuando se resolvió el asunto de la compañía de Noah. Después de tantos conflictos, decidió permitir que mi ex entrara con las acciones restantes de la familia Roy.

No me gustó nada lo que estaba sucediendo, pero él aseguró que tenía todo controlado y no iba a permitir que ese hombre nos hiciera la vida imposible. Algo que quería con todo mi corazón, fue suficiente para todo el daño que me hizo.

—¡Tengo mucha hambre!—exclamé.

—Ya pedí que te hicieran una cena muy nutritiva, así que vamos hacia el comedor a disfrutar del menú exquisito —pidió.

Limpiamos nuestras manos antes de sentarnos a disfrutar del banquete y sin pensar mucho, empecé a atiborrarme de todo lo que había sobre la mesa, provocando las miradas curiosas de mis acompañantes, aunque no me importaba, debía saciar mi hambre, renovar mi energía antes de ir a la cama o me pasaría toda una noche de insomnio.

Mis hijos siempre exigían mucho de mi energía y por eso debía comer hasta cuatro comidas. Por suerte, recibí un buen menú nutricional de un chef michelín que Noah contrató para ese trabajo.

—Buen provecho, cariño—dijo mi novio.

—Gracias, igual para ustedes.

—¿Rina, cómo van las terapias?—interrogó a su hermana de repente.

—Excelente, después de aceptar el tratamiento con químicos y las terapias invasivas, siento que mis piernas van respondiendo bien, tengo más fuerza en los músculos, por lo que estoy poniendo mucho empeño…

—Y me encargo de que sea así —interrumpí, emocionada, con el tema—. Además, el médico es muy amable con mi adorada Rina y la trata como princesa.

—¡Cuñada!—gritó, diciéndome con la mirada que no insinuara nada.

—¿Qué ocurre?—interrogó su hermano.

—Nada—dijo ella.

—El médico es joven, guapo y trata muy bien a la tía de mis hijos, por lo que creo que deberíamos invitarlo alguna vez para que venga a cenar con nosotros —sugerí.

—Orquídea, por Dios, basta—pidió ella.

—¿Qué tiene de malo? Creo que es buena idea y, por mi parte, estoy de acuerdo, así que hazle la invitación —aceptó mi hombre precioso.

Guiñé un ojo hacia Rina y me reí de su reacción. Tenía las mejillas encendidas, notables signos de que le gustaba el médico, pero no se atrevía a decir nada, por suerte, si me había dado cuenta de sus sentimientos hacia el doctorsote bombón.

Seguimos comiendo la cena deliciosa que nos preparó la empleada encargada de la cocina y luego de una buena conversación, todos nos fuimos a descansar.

Lo necesitaba mucho, pues vivía a media capacidad después del embarazo y sabía que tenía que bajarle a la intensidad, aunque no quería dejar de trabajar por ese motivo, era un tema que siempre discutía con Noah, por nada del mundo me iba a convertir en una vaga por una condición normal en la mujer como la gestación.

—Sabes, mañana quiero comprar ropa de embarazada —comuniqué, mientras peinaba mi cabello después de tomar una ducha—. Nada me sirve, si sigo así voy a terminar como una vaca.




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