Orquídea

22. Decisiones sabias.

Noah.

Nuestras vidas iba de manera maravillosa, esperando el nacimiento de nuestros hijos y mi hermana se mostraba muy positiva ante todo lo que estaba haciendo para pararse de esa silla, algo que mi florecita logró con su personalidad tan resiliente, por eso me sentía enamorado de Orquídea cada día más.

En otro contexto profesional, la empresa tuvo algunas perdidas luego de que la familia Roy se marchó de nuestra sociedad, había tratado de conseguir otros inversionistas y por suerte, logre que dos se unieran a nuestro equipo de trabajo justo a tiempo, por lo que me sentía con la suficiente fuerza para quitarle las acciones al tonto de Alan Palmer.

Desde que se hizo socio de mi compañía, solía venir a pedir transacciones de dinero de las ganancias de sus acciones cada mes y me tenía cansado con su majadería con aires de suficiencia, por lo que era necesario buscarle una solución a ese problema, por la tranquilidad de la madre de mis hijos.

Mientras más lejos tenía a ese susodicho, mejor era para todos y sobre todo para la mujer a la que quería darle paz por siempre.

—Señor Tremblay—habló mi asistente.

—¿Qué ocurre?—pregunté.

—La señora Blanchet quiere hablar con usted —informó.

—Blanchet… ¿Te refieres a la esposa de Alan Palmer?

—Exacto, quiere que le regale unos minutos para hablarle de algo importante —insistió.

—Está bien— acepté la reunión—. Dile que pase adelante.

Detuve lo que estaba haciendo para prestarle atención a la señora y cuando vi que entró, me levanté para ofrecerle mi saludo, siempre con mucha educación.

—Bienvenida, señora Blanchet.

—Por favor, ¿puedes nombrarme como Laura?—pidió.

—De acuerdo, puede tomar asiento —invité.

Permití que se acomodara sobre el sillón delante de mi escritorio, se mostraba como una mujer muy tranquila y amable, con una educación envidiable, algo característico de personas que venían de la alta alcurnia, siempre guardando las apariencias por su estatus.

—Gracias por el recibimiento.

—No es nada, ahora dígame en qué puedo ayudarle—hablé.

—Quiero venderle las acciones que mi esposo posee dentro de esta empresa —dijo.

Su pedido me agarró desprevenido, pues según figuraba en la organización administrativa, solo él aparecía como el dueño, por lo que ella no tenía potestad de venderlas por su cuenta.

—¿Pero cómo es posible? Si él no quiere venderlas, es imposible que hagamos acuerdos sin su presencia —negué.

—No necesariamente, el dinero que usó para comprarlas es de mi familia y hay un documento firmado donde se deja claro que las acciones, aunque estén en su nombre, pueden venderse en pareja en caso de que cualquiera de los dos no se encuentre presente —informó.

—Interesante, ¿puede entregarme el documento?

—Sí, por supuesto.

Sacó de su bolso una carpeta que me entregó sin problema y permitió que revisara el contenido. Comprobé que, efectivamente, tenían un acuerdo para hacer inversión en mi negocio, donde la esposa, como inversionista principal, podía disponer de las acciones en caso de desacuerdos

—¿Por qué quiere vendérmelas?—cuestioné.

—Es evidente que mi esposo quería ingresar en esta empresa por causas personales y lo descubrí el día que lo vi hablando con su ex esposa en el centro comercial —declaró.

—Un momento, ¿qué quiere decir?—interrogué con insistencia y me puse alerta, ya que se refería a mi florecita.

—Me enteré de que su novia, fue la ex pareja de Alan y que se habían divorciado, información que me ocultó todo el tiempo, entonces los vi hablando en el centro comercial, de hecho, estaban discutiendo por un tema de infertilidad confusa, puesto que no entendí bien la problemática entre ambos—explicó.

En ese momento me calmé, pues me acordé de que me había dicho que compraría ropa en la tienda y seguro fue ahí donde lo vio. Me alegraba saber que se había defendido de ese hombre, aun así me fastidiaba un poco que no me contara nada de ese encuentro.

—Yo lo sabía—confesé.

—¿Cómo dice?—preguntó, algo descolocada.

—Lo supe o al menos lo supuse cuando en la fiesta donde nos conocimos, lo encontré molestando a mi novia, aunque trató de disimular que solo la confundió con alguien más, entonces decidí prestar atención al asunto después de que mi pareja me confesó que él era su esposo en el pasado —detallé.

—¡Vaya! Parece que soy la única tonta que no sabía nada.

—Lamento que le hayan mentido y en mi caso, conozco a mi pareja desde que estaba casada con él, pero respete su relación, manteniendo la distancia, hasta años después, me enteré de su divorcio, entonces decidí conquistar su corazón, ahora estamos esperando unos preciosos hijos con mucha ilusión—aclaré.

—¿Hijos? Vi que está embarazada y creo que ustedes no tienen más hijos —refutó.

—Tendremos trillizos muy pronto y es una mujer que a Alan siempre le decía que era infértil, que era como planta seca que no daba frutos en medio del desierto. Cuando es todo lo contrario, quizás el estéril es él.

—Creo que tiene razón y lo comprobé después de decirle tantas veces que se haga estudios médicos, ya que de mi parte, me encuentro perfectamente bien de salud, por lo que no tengo impedimento para tener hijos en el futuro —expresó.

—Bueno, siento mucho lo que está viviendo y si quiere vender las acciones, pues deme unos días para organizar los documentos de transferencia, entonces le aviso para que venga a poner su firma, con el documento que me entregó, su esposo no podrá impedirle realizar el proceso —concluí.

—Perfecto y gracias por su atención…

—Por cierto, no es de mi incumbencia su relación matrimonial, pero me voy a atrever a darle un consejo: si no es feliz, salga de ese círculo vicioso tan dañino, de hecho, puedo prepararle una reunión con mi pareja para que ella le cuente el infierno que vivió al lado de ese hombre —sugerí.




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