Orquídea

23. Explicaciones.

Noah.

La cena con el Dr. Cote fue muy agradable, siempre se portó muy caballeroso y miraba con ternura a mi hermana, aunque no tenía claro si lo hacía por pena o porque le gustaba como mujer, era algo que debía descifrar más adelante.

No tenía objeción en que se relacionaran más personalmente si de verdad tenía sentimientos por ella o viceversa, aunque sería con la condición de que siguiera los tratamientos para sus piernas como una prioridad, por eso debía hablar seriamente con Rina al respecto.

Le comenté a Orquídea lo que pensaba hacer sobre ese asunto y me pidió que tuviera tacto para hablarle, que lo hiciera con amabilidad para que pudiera generar confianza entre ambos, aunque en dado caso de necesitar su ayuda, solo tenía que pedírsela.

Subí las escaleras para buscarla en el cuarto de música donde siempre estaba tocando su piano y ahí la vi, concentrada en lo suyo, entonces me acerqué para sentarme en una silla cercana, seguí esperando a que terminara de tocar su pieza, puesto que no quería interrumpir su recital.

Tocó hasta la última nota y luego me prestó atención, esperando a que diera mi discurso. Ya me conocía bien y sabía cuándo iba a tener una conversación seria con ella por algún motivo.

—Rina, quiero ser directo y la pregunta que te haré es contundente, por eso espero una respuesta de igual manera —expresé.

—Claro, no hay problema—respondió.

—¿Te agrada el doctor Cote? Lo pregunto en el sentido amoroso y personal entre ustedes —interrogué.

—Te soy sincera, me gusta como doctor y también como hombre, aun así, tengo claro que es solo una ilusión de mi parte —declaró.

—¿Por qué una ilusión? No te has puesto a pensar que quizás también le gustas como mujer —contradije.

—Imposible, cómo se va a sentir atraído por una inválida…

—No sigas diciendo tonterías —interrumpí, pues ya sabía por dónde iba con sus palabras—. Tu condición no es impedimento para que alguien te ame, eres atractiva, inteligente y con una gran personalidad que has escondido por mucho tiempo.

Desde muy joven, era diferente a mí, divertida, extrovertida y alegre, el alma de la fiesta, hasta que sucedió la tragedia, entonces todo cambio en su entorno, pero de repente vi que con la presencia de dos personas, comenzó a cambiar de nuevo de manera positiva, mostrándose como era antes, algo que me alegraba muchísimo.

—Quizás tengas razón, de todos modos, voy a dejar que el destino se encargue de lo demás y sin forzar nada, que sea lo que tenga que ser, es todo por el momento —declaró muy positiva.

—No quiero verte sufrir otra vez y que te encierres en tu cuarto, sin permitir que nadie entre…

—Te aseguro que no va a pasar, ahora tengo a la cuñada y te tengo a ti, como siempre. Además, vienen mis sobrinos muy pronto, por lo que necesitan una tía en buenas condiciones —prometió.

—Esa es mi hermanita—dije, acercándome para darle un abrazo.

Me hacía feliz con sus palabras reconfortantes y llenas de esperanza, ya que me dejaban tranquilo, como ella misma dijo, iba a dejar que el destino hiciera su parte con respecto a su médico, algo que me parecía bien, no quería que forzaran nada sin antes pensar bien en como podría resultar un noviazgo entre ellos.

—No te preocupes, estoy bien —aseguró.

—De acuerdo, entonces te dejo tocando tu piano —concluí y me levanté para dejar la habitación.

Me dejaba un poco más tranquilo con su respuesta e iba a confiar en su tacto, en la inteligencia que siempre mostró en el pasado, así que me fui a mi habitación para hablarle del asunto a mi florecita.

La encontré medio acostada en la cama mientras veía la televisión y, desde que me vio, me prestó toda la atención, dejando de lado lo que estaba viendo.

—Hablé con Rina y me dijo…

—Ya sé qué te dijo —interrumpió lo que iba a decir—. Estaba detrás de la puerta, escuchando todo.

Su confesión me causó risa y hasta gracia, entonces me acosté sobre sus piernas. Me encantaba hacerlo, sobre todo para llenarle de besos. Su vientre abultado, que se volvía enorme con el tiempo, amaba nuestra interacción como pareja.

—¿Qué opinas?—interrogué.

—Tiene razón, debe manejar sus sentimientos como crea necesario y si el destino lo quiere juntos, pues que así sea, aunque quiero ayudarle para que se concrete más rápido la relación entre ellos.

—¿Ayudarle?—averigüé.

—Sí, me refiero a provocar situaciones donde ellos puedan interactuar de forma más íntima, ya sabes, no podemos dejarle todo al destino —aclaró.

Entendí su indirecta y no le refuté sus decisiones, pues sabía cuánto deseaba que Rina fuera feliz, que obtuviera de la vida todo lo que deseaba, lo que, incluida al doctor Cote, de mi parte, me iba a mantener al margen, aunque atento a la situación que se pudiera presentar.

Poco a poco, comencé a coquetear con mi hermosa florecita y terminamos en nuestro acto favorito de casi todas las noches. Esperaba que nuestra vida siguiera así de tranquila, sin inconvenientes, solo ansiosos por los nuevos miembros de la familia que pronto vendrían a este mundo.

Me bajé del auto, dispuesto a comenzar un nuevo día de trabajo, y me sentía tan contento que susurraba una canción mientras caminaba hacia el interior del edificio. El motivo era que mis hijos seguían creciendo muy bien, según el informe médico.

Estábamos locos por saber cuáles serán sus géneros; sinceramente, quería que todas fueran niñas, aunque aceptaba lo que Dios quisiera enviarnos.

Desde que Orquídea diera a luz y ellos tuvieran algunos meses de nacido, pensaba proponerle matrimonio como manda la ley, hacerla oficialmente mi esposa era mi más grande anhelo, por lo que debía pensar desde ese instante en un anillo de diamantes para sus bonitas manos, escoger bien una joya que fuera acorde con la mujer de mis sueños.




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