♣
Noah.
♣
El disparo que soltó uno de los policías francotiradores, impactó en el hombro de ese degenerado, provocando que se fuera hacia el piso por el dolor de la herida que brotaba mucha sangre y de esa manera, dejo libre a mi chica, entonces los agentes actuaron con rapidez, sujetándolo para ponerla las esposas.
Fueron fracciones de segundo que me tomaron correr hacia Orquídea que se encontraba al borde del desmayo y no lo pensé dos veces. La cargué sobre mis brazos para llevármela hacia el auto con el corazón acelerado.
Temía lo peor por su salud y la de los bebes, no podía perder a ninguno de ellos o no iba a vivir con ese dolor tan amargo, por eso la ansiedad me estaba aniquilando.
—Nena, reacciona —pedí, viendo que seguía completamente paralizada por el miedo y temblando como hoja.
Apuré a mi chofer para que nos moviera hacia el hospital donde estábamos tratando su embarazo y, mientras lo hacía, llamé a la doctora para que la atendiera de inmediato. Una vez en emergencia, dejé que los profesionales de la salud se hicieran cargo de mi florecita.
—¡Rayos, esto no me puede estar pasando!— exclamé con las manos en la cabeza.
Seguía culpándome por la negligencia que tuve y me sentía horrible, debía cuidarla mejor de lo que lo hacía, por eso no debí aceptar sus caprichos sobre andar sin escoltas, sabiendo que ese idiota andaba en el medio, buscando cómo hacernos daño. No me perdonaba que puse a los cuatro en peligro.
En lo que esperaba por una respuesta sobre la estabilidad mental de mi mujer, vi que mi hermana hizo acto de presencia y en su semblante se notaba la preocupación.
—¡Noah! No me habías dicho que ese hombre intentó hacerle daño a mi cuñada. ¿Cómo me ocultas algo así?—reclamó Rina.
—Todo ocurrió muy rápido y tenía miedo de preocuparte; de hecho, no me dieron tiempo de nada. Desde que supe que ese mal hombre quería dañar a mi florecita, me puse como loco demente, no pensé en nada más que rescatarla —expliqué.
—Te comprendo, hermano, yo también estaría con los nervios de punta si estuviera en la misma situación, aunque no comprendo cómo ese hombre se le acercó si siempre anda con tus escoltas —expresó.
Que me recordara mi error era como una estaca en el corazón, y me repudiaba por mi descuido, por mi poca firmeza en mis convicciones.
—Fue mi culpa, después de que le retiré la seguridad…
—¡¿Qué hiciste, qué?!—exclamó, logrando que las personas la vieran de reojo.
—Baja la voz, Rina, estamos en un hospital.
—Lo siento, simplemente me sorprendió que hicieras algo así cuando eres el primer obsesionado con la protección hacia ella y más por los hijos que ahora lleva en su vientre —excusó.
—Pero también soy débil cuando me pide cosas y cómo no quería escoltas cuando fuera a visitar a la suegra, pues acepté como tonto, ahora me culpo de lo que le hizo ese infame —me quejé.
—Tranquilo, es algo que no sabías qué pasaría y, de saberlo, lo habrías evitado a toda costa —me consoló como pudo—. Vamos a preocuparnos por su embarazo y por su salud, es lo más importante en este instante.
—Tienes razón.
—¿Parientes de Orquídea Anderson?—preguntó su doctora de cabecera.
Nos acercamos a toda prisa cuando escuchamos qué mencionaron parientes de mi novia y los nervios me tenían casi delirando, realmente rogaba a los cielos que no me dieran malas noticias o me iba a volver loco.
—Ya nos conocemos, doctora, soy el novio y padre de los hijos de Orquídea—habré estrepitosamente.
—Oh, por supuesto, vengo a decirle que le dimos un sedante para calmar sus nervios, se encontraba demasiado alterada por un ataque de ansiedad, algo que es contraproducente para su estado de gestación, y en cuanto a los fetos, descubrimos que hay uno de ellos que todavía no ha crecido lo suficiente, por lo que debemos monitorear su desarrollo por unas semanas—declaró.
Tragué grueso cuando me dio el diagnóstico, debido a que no iba a renunciar a ninguno de ellos y, si o sí, debían nacer los tres, así tuviera que gastar toda mi fortuna para lograrlo.
—No me diga eso… ¿Es peligroso para su salud?—averigüé de prisa.
—Por el momento no lo sabemos, aun así, vamos a estar atentos a su evolución después de que administremos medicina para ayudarle a que crezca. Por cierto, ya pude ver su género y se trata de un varoncito. Ese pequeño va a luchar intensamente, ya verán —dice, contenta.
Una raíz de felicidad empezó a brotar dentro de mí y volteé a ver a mi hermana con los ojos cristalizados. ¿Dos nenas y un niño? Era un regalo demasiado increíble, después de que éramos una familia de dos, así que no pude evitar darle un abrazo como celebración. Lo que escuchaba era demasiado maravilloso.
—Usted me ha dado la mejor noticia del día, a pesar de todas las emociones que tuvimos que soportar más temprano, gracias —agradecí a la doctora.
—Felicidades, papá orgulloso—dijo con una sonrisa.
—Gracias, ¿puedo ver a mi novia?—pregunté.
—Claro, solo no la despierte para que descanse lo suficiente y sus nervios se calmen —pidió.
—De acuerdo.
—Vamos—sugirió mi hermana.
Ambos subimos en el elevador hacia el piso donde se encontraba ingresada y desde que ubicamos la habitación, entramos despacio para no despertar a la bella durmiente, entonces la vi sobre la cama, completamente serena con los ojos cerrados, por lo que me acerqué para agarrar una silla que puse a su lado.
Permanecí en silencio mientras acariciaba su mano, se veía tan tranquila que no quise molestarla y luego puse la otra mano sobre su vientre abultado, ya era bastante grande para el tiempo que tenía de gestación, se sentía bastante dura, aun así, los movimientos de mis hijos eran perceptibles.
La sensación era indescriptible y no veía el día de que lo tuviera a los tres entre mis brazos, dándole todo el amor del mundo, además de protección, junto a su madre.