Una noche como esta, hace mil trescientos años, la luna fue un endemoniado ojo de dragón
Las bestias enloquecieron y sacrificaron unos trillizos, a fuerza de lamentos y furiosos golpes de acero, la oscuridad se cernía sobre las bulliciosas ciudades de lodo y alquitrán
La muerte venía vestida de terciopelo rojo y con un mazo de fina madera
Las noches ya no son de los poetas, no hay más versos, no hay poemas, la oscuridad se convirtió —tal vez se hizo— para derramar nuestra sangre tras la ferviente derrota de la muerte sobre la vida.
¿Dios mío, qué hice en mi vida anterior? ¿Disparé contra judíos? ¿Por qué he de sufrir las plagas de Egipto por culpa de la mano de mis padres?