El encuentro feroz de nuestras almas
Suscitaba olas de fuego
Que impactaban ansiosas en los acantilados de tu piel
Gritos y aullidos
Lágrimas blancas se deslizaban por tus diáfanos archipiélagos de estrellas.
La noche procelosa que mi barca encalló en tu orilla me proclame rey de una ciudad sin vida
Sondé con timidez las oscuras cuevas de tus monstruos
Plante los rosales y lirios que perfumaron las montañas del éxtasis y olvido.
Pinte los atardeceres de tus ojos en lienzos de tela humedecidos de claveles, y un poco de rabia embellecida.
La ciudad erguía su flor marchita
Surqué a tus tierras desconocidas.
Una tarde, luego de largos años de viaje, mi tren invisible vislumbro el túnel ignoto a tus praderas de miel y leche fresca
Como serpiente mi tren te seguía, ansiabas mi estadía
Tome tus mares entre mis manos y proclame mi soberanía.
Tu agua perfumada se deslizaba entre mis dedos ávidos
Tu cordillera se expandía a mí para ser recorría con la punta de mi lengua
Tome tus mares entre mis manos y deslice mi tren en tu cordillera
Vi en tu rostro una pintura olvidada de un hombre asustado, o quizás gritando
Tomé lo que por milenios a exploradores asiduos enloquecía; Tú.