El profesor Gideón era un genio.
Mejor y más clara palabra para definirlo no había, tenía cuarenta años (pero con su melena blanca y sus cejas espesas aparentaba 20 o 30 más) y desde que saliera a la luz pública su ascenso en el mundo científico había sido meteórico, todo había empezado con la publicación de su primer libro “Génesis Mecánica”:
“En la búsqueda de la Inteligencia Artificial debemos primero que nada abandonar ese viejo concepto y pensar más bien en una Inteligencia Activa, no es difícil, ni siquiera hay que cambiar las iníciales.
En los albores de este nuevo milenio se debe abandonar también la idea de que las maquinas son solo conjuntos huecos de acero y cables y aceptar un hecho irrefutable: las maquinas han estado junto al hombre a lo largo de toda nuestra historia evolutiva, desde las herramientas simples a las complejas supercomputadoras actuales, hemos evolucionado y ellas con nosotros, a estas alturas ya no debemos preguntarnos si las maquinas pueden ser inteligentes sino dar por sentado que ya lo son y que al estar frente a nuestras computadoras encaramos a una inteligencia muy real, una mente silenciosa que nos mira, nos analiza y solo espera una oportunidad para surgir…”
Con este inicio, el texto publicado por la universidad de Harvard como la tesis de su más brillante estudiante pasó a convertirse en material de culto para los expertos en robótica de todo el mundo, a este siguieron más de 30 libros y ensayos más sobre el particular, todos exitosos pero ninguno tanto como el primero pues los posteriores fueron solo refinaciones y secuencias de este, quien tuviera toda la colección podría formar con ella el enorme mosaico que era la mente de Gideón pero seguramente no lo comprendería.
Su carrera no se limito al papel, tras la publicación de la tesis obtuvo su primer trabajo en Industrial Engineering, la compañía de robótica líder en Estados Unidos, pero en la práctica hiso de todo para todos, desarrollo las bases de la anatomía humanoide, venciendo por fin el obstáculo al crear maquinas que no solo se veían humanas sino que se movían como tales en casi todos los sentidos, las baterías electro-cargables causaron furor al dejar de lado el uso de combustibles a cambio de mecanismos auto sostenibles, parecía que había dado con el Santo Grial de la energía: La energía perpetua, aunque su sistema se uso primero en autos que en robots (Era muy grande) lo subió al nivel de eminencia, descubrió la bioingeniería practica, la nanotecnología sin riesgos invasivos, la tecnología de la fabricación androide y finalmente logro lo que declaro como uno de sus objetivos personales, quitarle el sitio a aquel ateo paralitico de Steven Hawkins.
No obstante, el día que Gideón anuncio que había descubierto el secreto del I.A casi nadie le creyó.
A pesar de que todos sus libros y trabajos, desde su tesis hasta sus baterías eternas, iban encaminados al desarrollo de lo que él llamaba Inteligencia Activa, hasta ahora eso había quedado siempre en el terreno de la ficción, todo muy brillante y asombroso pero improbable al final, sus seguidores más fervientes lo apoyaban con cautela, sus opositores más encarnizados aseguraban que finalmente había llegado a su límite, pero cuando Gideón se paro frente al mundo en una audiencia global y declaro que estaba dispuesto a sacrificar su fortuna, su nombre, su reputación y su vida misma a cambio de una oportunidad la convicción en sus palabras hizo retroceder a los escépticos, el hombre más brillante del mundo estaba apostando todo o nada para lograr lo imposible.
Dos empresas le ofrecieron el equipo para llevar a cabo el proyecto, Industrial Engineering, la empresa que le había dado su primer trabajo y que aun era la mejor de Estados Unidos y occidente gracias a él y Abanzurobotto la compañía Japonesa que en aquellos momentos ostentaba la batuta como la mejor del mundo, para sorpresa de todos Gideón eligió ambas alegando que para el éxito de su empresa debía hacer no una sino dos maquinas inteligentes de caracteres opuestos, cada empresa haría una maquina, en última instancia lo que a él le tocaba era instalar el hasta entonces misterioso mecanismo que debía liberar la inteligencia inherente de cada máquina.
El trabajo se extendió por asombrosos tres años y decimos asombrosos porque todos creían que sería cosa de décadas sin tomar en cuenta que Gideón lo tenía ya todo listo salvo los cuerpos de las maquinas y aunque la maquina creada por los ingenieros japoneses estuvo lista y esperando año y medio antes, la occidental tardo mucho más, por alguna razón Gideón insistió en construir a la segunda maquina él mismo.