Adazla
Después de cambiarme de ropa, arreglé mi habitación y tras un corto suspiro salí del que consideraba mi refugio anti brujas.
Camine por el corredor con una pequeña sonrisa en mis labios, por el hecho de que volvería a ver a mi padre después de dos largos meses sin verlo.
Baje las escaleras con rapidez, pero al ver el gran desorden que había en la sala me llevé las manos a la boca.
Todo estába patas hacia arriba, las silla estaban en el suelo, los adornos de cerámica estaban destrozados y el sofá manchado de una mezcla verde.
Parecía como si un huracán hubiera pasado por la casa.
—¿Qué paso aquí? -susurre a penas audible para mí pero, al parecer Débora me había escuchado.
—Aqui tienes mucho trabajo por hacer niñita.
La fulminé con los ojos al ver una media sonrisa en sus labios.
Esa mujer prácticamente destruyó la sala en venganza por las palabras que le había dicho.
Suspiré y mis ojos se aguaron.
Ni el día de mi cumpleaños puedo tener paz.
—Me pasaré el día completo en el spa, así que cuando regrese quiero tener la casa impecable, la comida en la mesa y el jugo que tanto le gusta a tu padre. -la vi tomar su bolsa entre sus manos y caminar hacia la salida.
¿Esta es la vida que merecía?
¿Merezco sentirme la chica más miserable del mundo el día de mi cumpleaños?
¿De verdad lo merezco?
Camine hacia uno de los sofás y me deje caer en el.
Las lagrimas salieron de mis ojos, y fue imposible no dejar que estas correrán por mis mejillas.
El teléfono sonó anunciando una llamada entrante, y yo lo dejé sonar.
No estoy de buen humor para nadie.
El celular después de varios timbrasos dejo de sonar.
Y con todo el dolor que sentía en este momento me limpie las lagrimas y me resigne.
Si esto es lo que me toca debo asumirlo.
Lamentablemente es así.
Me coloque sobre mis pies e hice una mueca de desagrado al ver el chiquero que esa mujer había hecho.
Ahora entendiendo porque su calma a la hora de yo explotar está mañana.
Esa mujer estaba planeando arruinarme el día, y bien que lo había logrado.
—¿Cuando tendré aunque sea un poco de felicidad? -verbalicé para mí y luego de hacerlo empecé a recoger el chiquero que ella había dejado.
Me dirigí al estéreo, lo encendí e inmediatamente empezo a sonar una canción.
Casi puedo verlo, ese sueño que he anhelado, pero hay una voz en mi cabeza diciendo: »Nunca lo alcanzarás«
Cada paso que doy, cada movimiento que hago se siente perdido y sin dirección
Mi fe se está derrumbando..
Una lágrima sale de mis ojos al escuchar las primeras estrofas de la canción, porque estas letras gritan a grandes voces como me siento en este momento.
Siento que cada día que pasa mis fuerzas de alcanzar la felicidad se nubla. Cada día Débora se encarga de derrumbarme. Lanzame a un profundo abismo.
La canción siguió mientras yo recogía la basura de la sala.
Tengo que seguir intentándolo, tengo que mantener mi cabeza en alto.
Siempre habrá una montaña en el camino, montaña la cuál siempre querré mover, siempre habrá batallas cuesta arriba, las cuales, algunas veces perderé.
Pero esto no se trata de cuanto tiempo me tarde en llegar a la cima, no se trata de lo que esté esperándome al otro lado.
Se trata de escalar esa montaña.
Luego de escuchar estás estrofas la determinación surgió en mi. No importa cuántas veces Débora me diga que no podré escalar la gran montaña que tengo frente a mi, no importa cuántas veces me caiga.
De ahora en adelante me enfocaré en tratar de escalar la montaña.
Estoy decidida a enfrentar a esa mujer y llegar a la cima. Y no me detendré hasta alcanzar mis metas.
—¡Adazla! -fruncí mi seño al escuchar la voz de mis amigas. —Abre la puerta.
Me encaminé hacia la puerta, al llegar tomé el pomo de esta y la abrí.
Mis ojos se enfocaron en mis dos amigas, y estas gritaron al verme.
—¡Feliz cumpleaños adazla! -escuchar estás palabras provocaron que la alegría tomará posesión de mi cuerpo.
Mis dos amigas se acercaron a mi y se lanzaron a mis brazos.
—De verdad estan locas.
—Si tenemos que saltar una cerca, sin duda alguna lo haremos por tí -escuchar estás palabras me conmovieron por completo.
—Las amo chicas -ella me abrazaron con todas sus fuerzas. Y yo le correspondí a su abrazo.
Ellas dos son lo más cercano que tengo a una hermana. Las amo con todo mi corazón y se que ellas lo hacen igual.
Vera y Mara, son las chicas más amorosas y trabajadoras que existen en este mundo.
—Vamos a la playa Adazla. Vamos di que sí... -me insistió Vera y yo hice una mueca.
—¿Qué sucede ahora Adazla? -coloque mis ojos en Mara y ella enarco una ceja.
—Tengo que limpiar este desastre, preparar el almuerzo y hacer que el suelo brille tanto que la bruja se refleje en el.
Tanto Vera como Mara bufaron palabras inentendibles por mi. Y tras hacerlo ambas entraron en mi hogar.
Mara se dispuso a correr a la cocina, mientras que Vera empezó a recoger las cochinadas que había tirado la bruja en el suelo.
—¿Qué hacen?
—Te ayudamos para que puedes ir a la playa, a tu lugar favorito.
Estas palabras me hicieron conmover de una forma extraordinaria.
Las lagrimas amenazaron con salirse de las cuencas de mis ojos y Vera negó con al cabeza.
—¡Mara... Adazla quiere llorar! -solte una carcajada luego de escuchar a Vera hablar.
—Más le vale que lo lo hagas Adazla, más te vale -la vi amenazarme con un cucharón.
—Las adoro chicas -verbalicé mientras corría hacia la cocina.
Sin ella estaría perdida. Esas dos hermanas son el único escape que tengo de la realidad, ellas dos logran distraerme, logran que olvide por unos minutos que estoy bajo yugo de una malvada y soberbia bruja.
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Editado: 26.01.2024