Os pido posada

Capítulo 7: Perfecta y pecaminosa.

Adazla

Me limpie las lagrimas, porque por ningún motivo permitiría que esa víbora de dos cabezas arruine más de lo que lo ha hecho mi cumpleaños.

Tomé el teléfono entre mis manos y sin esperar marque el número de Vera.

—¿Hola?

—¿Sigue en pie lo de irnos de fiesta?

Vera hizo silencio por un minuto. Y yo esperé pacientemente su respuesta.

—¿Me estás jugando una broma?

—¿Por qué lo haría? Dime Vera, ¿sigue en pie lo de irnos de fiesta?

Mi loca amiga hecho un gran grito, el cuál me hizo despegar el celular de mi oído.

—Mara, Mara. ¡Ven aquí!

Rodé los ojos y suspiré.

—¿Qué pasa? -escuche la voz de Mara a través del celular y volví a rodar los ojos.

—¡Adazla se quiere ir de fiesta! ¿Sabes lo que significa?

Tanto Mara cómo su hermana Vera soltaron un grito, dejándome prácticamente sorda.

Esas dos bandidas. Ni que fuera la primera vez que quiero salir a celebrar....

Bueno, aunque pensándolo bien, está será a la primera fiesta que iré.

Qué vergüenza.

—Te pasaremos a recoger en veinte minutos Adazla. No cambies de parecer.

Ni loca cambiaba de parer. Porque prefería mil veces irme de fiesta con mis amigas a quedarme encerrada en la casa en esta casa bajo el escrutinio de la víbora de dos cabezas que se hacía llamar la señora de la casa.

—Las estaré esperando -acote.

—Más te vale, que nos estés esperando.

Luego de terminar la llamada con Vera, me dispuse a dirigirme al baño. Pero antes de entrar a este escuché varios toques en la puerta.

—¡Adelante! -exclame y un segundo de pués mi padre ingresos a la habitación. —Papá.

—Ada hija, yo.

—No digas nada papá. -él bufó y  negó con la cabeza ante estas palabras.

Se que le duele que lo trate indiferente pero más me duele a mi que él haya permitido que esa mujer me colocará sus asquerosas manos encima.

—Te traje tu regalo de cumpleaños -papá se sacó de los bolsillos una pequeña caja y la extendió hacia mi.

—Pense que lo habías olvidado.

—¿Qué clase de padre cres que soy, Ada? ¿Como olvidaría el cumpleaños de mi reinita?

—Todo es posible en esta vida, padre. -acepte el regalo que él me extendía —Le creíste a esa mujer antes que a mí que soy sangre de tu sangre. Todo es posible.

Mi padre se llevó una de sus manos al cabello, acariciando con brusquedad.

—Se que hice mal en no defenderte delante de ella Ada. Se que soy el peor padre del mundo por dejarte sola por tantos meses, pero no me queda otra opción que desvivirme trabajando para que tú tengas todo.

—No quiero tener todo papá, solo quiero tenerte a mi lado, desearte los buenos días, cocinar para tí, bailar como antes lo hacíamos; ir a pescar e incluso salir al parque como hacíamos antes. Quiero que te quedes conmigo, quiero que estemos juntos hasta el final como se lo prometimos a mamá el día de su funeral.

Los ojos de mi padre se llenaron de lagrimas y sin decir nada más salió de la habitación dejándome con los sentimientos a flor de piel.

—Todo sería diferente si estuvieras aquí mamá.

Abrí la pequeña caja que me había dado mi padre y tras ver su contenido mis ojos se llenaron de lagrimas.

Papá me había dado el único recuerdo que tenía de ella.

Un pasador.

Pero no era uno cualquiera.

Este pasador es especial porque gracias a el mis padres se encontraron. Gracias a este pequeño objeto de forma de corazón el camino de mamá y papá se unió.

Apreté el pasador entre mis manos y lo lleve a mi pecho.

Este había sido el mejor regalo que mi padre ha podido darme.











 

(••••)

—¡No, es no! -exclamo Vera mirando mal la ropa que me había colocado para la fiesta.

Por encima vez volví a rodar los ojos.

—Vera solo es un atuendo. -dije mientras me bajaba del auto.

—¡Escuchen a esta..! -verbalizo Mara con horror.

Tenían que ser tan dramáticas, por cristo.

—En este momento entraremos a casa, y sin rechistar dejarás que nosotras cambiemos ese horrible vestido por uno más acorde a la situación.

Solte un suspiro cansado, porque sé que ninguna de las dos desistiría de la idea de cambiarme el horrible vestido como había dicho Vera.

—Vamos -dije sin más y ambas hermanas sonrieron.

Las lunáticas hermanas abrieron la puerta de su casa y yo resignada a lo que ellas deseen hacer conmigo las seguí.

Ambas hermanas me guiaron a la habitación donde guardaban toda la ropa habitada y por haber.

—¿Donde sacan el dinero para comprar tanta ropa? -pregunte y las dos se tensaron. —¿Qué sucede?

—Bueno Adazla, llegó la hora de confiarte la verdad. -mire a Mara con seriedad.

—¡No me digan que son criminales! -ellas negaron con la cabeza. —¿Entonces que sucede? ¿De donde sacan el dinero?

—Alguien nos envía muchísimos dinero todos los meses. -entrecerré los ojos —Al principio no lo queríamos aceptar pero al vernos en al necesidad empezamos a utilizarlo. Así fue como pudimos obtener una casa propia, un auto y pues toda la ropa que vez.

—¿Quién les envía ese dinero? ¿Sean puesto a pensar? -ambas negaron.

—Tiene que ser alguien que el remuerde la conciencia y trata de expirar sus culpas dándoles dinero.

Tanto Mara cómo Vera asintieron. 

Espero que esa persona aparezca para que de una vez por todas mis adoradas amigas sepan cuales son sus orígenes.

—Manos a la obra -acoto Vera dejando atrás el tema, para concentrarse en buscarme un vestido.

La vi entrar en el inmenso guarda ropa, y poco después Mara se unió a ella.

Yo por mi parte me senté en una de las sillas a esperar que ambas hermanas salieran con los vestidos escogidos para mí.

Espero que la espera no se hagan eterna porque conociendo a esas dos son capaces de pasarse toda la noche buscando el vestido perfecto para mi.




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