Os pido posada

Capítulo 19: Sola. Otra vez sola.

Adazla

Modele frente al espejo el traje que le mostré a Christian, y no faltaron los piropos de parte de Vera.

—Ese hombre eyaculara con solo verte Adazla.

—Estas de infartó, mujer. -agrego Mara en cuanto sus ojos se posaron en mi. —Ese hombre se volverá totalmente loco por tí. Esta noche te darán muy duro. Duro contra el muro.

Solté una carcajada luego de escuchar estás palabras.

—Ya me dieron duro, chicas. Y fue lo más placentero.

Ambas abrieron sus ojos como platos.

—¿Cuantas veces?

—Cuatro, cinco.... -me encogí de hombros —No se. Qué más da..

Las dos hermanas soltaron un gran chillido, y lo acompañaron abrazándose.

—Ni que fuera a quedarme a vestir santos. ¡Por favor...!

—En más de una ocasión, pensamos que ibas a ser la tía solterona. Pero... Estamos las tres en las mismas. Folladas y locas por esos hombres.

—Estaras tú loca por ese hombre. Yo lo detesto.

—Ah, si... ¿Por que si lo detestas tanto fuiste a buscar que te follara una última vez? Hermana.

Mara se quedó muda por un momento. Y esto le dio la razón a Vera.

—Estamos jodidas.

—Si cariño, estamos bastante jodidas. -confirme. —Ahora ayúdenme a terminar de prepararme para la gran sorpresa que le tengo a mi esposo.

Tanto Mara cómo Vera se acercaron a mi, para terminar de ayudarme a arreglarme. Vera se encarga de mi cabello, y Mara de mi maquillaje.

—¿Cuanto tiempo falta para saber si la locura que cometieron esa noche dió resultado?

—Un mes. Pero yo sé que llevaré en mi interior un bebé. De eso no hay duda. -inquirió Vera con una gran sonrisa en sus labios.

—Deseo con todo mi corazón que en un mes los resultados salgan positivos. Añoró poder sentir a mi hijo moverse dentro de mi. Porque es hijo de él... -termino de decir totalmente sonrojada.

Y Vera sonrió.

—¡Lo sabía! Estas tan perdida como yo hermanita. No lo niegues.

Mara continuo arreglando mi rostro, sin omitir palabra alguna.

La observé a ambas por un momento y el deseo de todas obtengamos nuestra felicidad surgió en mi.

—Seremos felices chicas.. Pronto lo seremos.

—Eso espero, Adazla. -inquirió Vera. Y poco después Mara la presidió.

—Eso deseo.

Cuándo estuve lista me despedí de las chicas, y sin perder tiempo tomé camino hacia el yate de mi querido esposo.

Espero que esta sorpresa le guste. Porque me he esmerado bastante en preparar todo para que esta noche sea perfecta. Apresure mi paso al ver al fondo el barco de mi amado.

A mi mente llegaron cada una de las escenas totalmente explícitas que habíamos hecho en el yate y un sonrojo de mi parte de hizo presente.

¿Como puedo sentir vergüenza en este momento y cuando estamos en el acto no?

Cosas de la vida.

Iba tan distraída que sin querer choque contra un cuerpo. Y el impacto del choque me envió al suelo.

—Discúlpeme señorita. -levante mi mirada hacia el hombre y este me ayudó a levantar del suelo.

Mire si rostro de forma detallada y un poco después lo reconocí.

Él es el hombre del bar, el hombre que me incómodo con la mirada.

—No se preocupe. -dije mientras fingía una sonrisa.

El hombre se agacho para tomar del suelo el paquete que llevaba.

—Aqui tiene.. -acepte la bolsa y tras hacerlo el hombre enfocó sus ojos en mi. —Te pareces tanto a ella.

Fruncí mi seño.

—¿Me parezco a quien?

—Olvidelo señorita. Olvide lo que acabo de decir. -tras estás palabras él se marchó sin más.

—Qué hombre más raro, por Dios.

Luego de verlo alejarse de mi, seguí mi camino hacia el yate.

Y en cuánto llegue al barco me dispuse a prepar todo para cuando Christian regresará, porque al parecer había salido al pueblo.

Decoré la mesa para tener una cena romántica. Y al termine sonreí porque todo había quedado como lo había pensado.

Valío la pena pasar prácticamente toda la tarde cocinando para él. Ahora lo que deseo es que a Christian le guste todo lo que he preparado para él.

Mire la hora en mi reloj.

—Seis y treinta de la tarde. ¿Donde estás Christian? -pregunte mientras veo como el sol se esconde en el horizonte.

Me dirigí hacia una de las reposeras del yate, y sin más me recosté. Cerré mis ojos y poco a poco el sueño fue tomando el control de mi cuerpo.

Me dormí en aquél lugar, esperando que Christian regresará del pueblo.

—¡¡Hey, tú!! -abrí mis ojos al sentir como me movían sin cesar —¿Se puede saber que haces aquí?

—¿Quienes son ustedes? ¿Donde está Christian?

—Eso deberíamos preguntarte yo. ¿Quien eres?

El hombre me examino con la mirada por un momento.

—Soy la esposa de Christian. ¿Donde está él?

El hombre soltó una gran carcajada al escuchar estás palabras salir d emi boca.

—Haré que te creo, mujer.

—¿Donde está Christian?

—Tu esposo al parecer se cansó de tí muchacha ingenua. Porque se marchó hoy mismo y pidió que le llevarán su yate en cuanto pudiéramos.

¿Se marchó? ¿Me dejó? ¡No...!

Me levanté de la reposera de un salto, ante la mirada penetrante del hombre.

—¡Eso es mentira...! No mienta.

—Estas colmando mi paciencia señorita.. y eso que no me queda mucha. -el hombre me apretó con fuerza del brazo. Logrando que emitiera un gran grito de dolor. —¡Vete zorra!

—No me iré, hasta que él venga. Dile que venga.

—¡Que parte de que se fue no entiendes! Entiende de una vez por todas que él obtuvo lo que todo hombre anda buscando y cuando logró lo que quería se marchó. No le importas. Él solo te uso.

Negué con la cabeza. E inmediatamente las palabras que me dijo Débora llegaron a mi cabeza.

»Te aseguro que él solo busca una sola cosa de ti. Veras que tengo toda la razón muchacha. Cuando él se aburra de tí te va a dejar. ¡Te va a dejar! Y haya estaré yo para burlarme de tu desgracia.«




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