Os pido posada

Capítulo 21: Una loba vestida de cordero.

Adazla

En cuanto el autobús llegó a mi destino, me baje de este.

Saque de mis bolsillos la dirección de la empresa Moussier. Al igual que una imagen de esta.

Empecé a caminar por las calles, y no me detuve hasta estar al frente del lugar.

Gracias al cielo había buscado información en la web de cómo llegar a la empresa Moussier. Porque si no, estuviera más perdida que el Titanic en el fondo del mar.

Alce la fotografía, y sonreí al que por fin había llegado a la empresa.

—Me debes muchas explicaciones Christian Moussier. Y no me iré hasta escucharte. -dije mirando el inmenso rascacielos. —Tu esposa, vino a casarte.

Apreté mi equipaje entre mis manos y con la cabeza en alto empecé a caminar hacia el inmenso lugar.

Mis ojos escanearon el lugar por completo y me perdí ante tanto lujo.

Por un momento olvide que me había casado con un millonario.

Padre amado, ¿donde me he metido?

Me detuve frente a la puerta y antes de entrar tomé una corta respiración.

Aquí voy...

Abrí la puerta e ingresé al lugar. Y al entrar todas las personas colocaron sus ojos en mi.

Tener todos esos pares de ojos en mi me hizo sentir inferior.

Agaché mi cabeza mientras caminaba hacia la recepción del lugar.

—Deberian llamar a seguridad -escuche que una de las empleadas dijo.

Se que no doy la mejor impresión, pero tampoco hay que exagerar.

Odio este tipo de personas que discriminan sin saber.

—¿Christian se encuentra aquí? -las dos chicas soltaron una gena carcajada luego se escuchar estás palabras. Y yo fruncí mi seño. —¿Esta o no?

¿Qué se creen estás dos?

—¿Quien lo busca? -pregunto un chico mirándome fijamente.

—Su esposa.... -él hombre enarcó una ceja. Mientras que las dos mujeres volvieron a soltarse a reír.

Me están tentado para que arme un desmadre, para que suapee el piso con ambas.

—¿Esposa? En tus sueños muerta de hambre. -hice una mueca —Si lo que buscas son dos o tres dólares con gusto te los doy para que dejes de infectar este lugar con tu asquerosa presencia.

La vi tomar su bolso y de allí sacar varios dólares.

Con una sonrisa en los labios me lanzo el dinero a la cara.

Apreté los puños con fuerza,  retuve las lagrimas y el deseo de enterrarle un lápiz en la yugular.

La otra compañera negó con la con la cabeza.

Por lo menos una de ellas tenía cabeza.

—Viviana, ¿que haces? -él chico le preguntó con cara de pocos amigos. A lo que ella no dudo en responderle.

—Darle lo que busca está muerta de hambre, dinero.

No le di importancia a la palabra de esa mujer.

—¿Donde está Christian? -tras estás palabras coloque mis ojos en el hombre.

—El señor todavía no a llegado. Si gusta puede esperarlo. -él me regaló una pequeña sonrisa y yo le correspondí.

La chica golpeó con fuerza el suelo.

—Claro que esperaré a mi esposo. Me sentaré por allí -le señale el sillón de la recepción y el chico asintió. —Ah... Y otra cosa. Te dejaré tus miserables dólares en el piso porque de seguro no te alcanza para el taxi.

Ante estas palabras el chico soltó una carcajada y poco después la otra chica también se rió.

Caminé hacia el sillón y con una sonrisa en los labios.

Esa mujer ahora sabe con quién se metió. ¿Yo una muerta de hambre? No creo. Bueno aunque... Pensadolo bien, en este momento me estoy muriendo de hambre.

—Te prometo bebé que en cuanto vea a tú padre le exigiré primero un desayuno y después de explicaciones... -acaricie mi estómago. —Espero que Christian aparezca ahora mismo porque me estoy muriendo de hambre.

Recosté mi cabeza en el espaldar del sillón y cerré los ojos.

El cansancio me está consumiendo poco a poco.

Me acomodé en mueble y me deje caer en los brazos de morfeo.

Dolor.

Sentí el dolor calar mis huesos.

Me siento fatal.

Observé una escena que desgarro por completo mi alma.

Vi como una mujer me arrancaba de los brazos a mi bebé. Se llevó a mi bebé lejos de mi.

—No, no me lo quites.. ¡Déjame verlo, no...! -grite con toda mi fuerza, pero la mujer no me hizo caso.

La vi caminar hacia la salida del lugar y antes de hacerlo vi como su ropa cambio drásticamente. De tener un vestido rojo, cambio por un largo y pulcro vestido color blanco. Una loba vestida de cordero.

—¡No...! Mi hijo.. Mi bebé. ¡Christian....! Ven, ayúdame. ¡Nuestro hijo!

Abrí mis ojos como platos antes esta revelación, y tras despertar abracé mi vientre.

—No dejaré que te aparten de mi lado. Primero tendrán que matarme, para alejarte de mi tendrán que acabar conmigo. -susurré mientras acarició mi vientre.

—Señorita -alce mi cabeza al escuchar estás palabras. Mis ojos se encontraron con los iris del chico de recepción y este de dio una pequeña sonrisa. —Le traje esto.

Me extendió un vaso de chocolate y dos tostadas.

Este chico se está ganando mi corazón.

—Te lo acepto porque me estoy muriendo de hambre -verbalicé mientras tomaba lo que él me ofrecía. —Te prometo que te recompesaré por lo que acabas de hacer. No quedará en vano lo que has hecho por mí.

—No se preocupe. No tiene que reconpensarme, lo hago con gusto.

Asentí ante estas palabras y posteriormente le di un mordisco a la tostada.

Esto sabe a gloria.

Le di un sorbo al chocolate y cerré mis ojos.

Esto sabe a gloria pura.

En cuanto termine de ingerir las tostadas y el chocolate, me levanté del mueble a dejar la basura. Y tras depositarla, escuché un gran murmullo detrás de mí.

Una señora se encontraba mirándome fijamente, mientras escuchaba a la chica que trato de humillarme su miserable dinero.




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