Oscura Obsesión (corazones Oscuros #1)

Capítulo V

"Rojo como las puntas de las flamas del fuego enardecido"

Adrián pensó en su esposa, en Christian y Lucas... Ya había perdido a su hijo Peter, no dejaría que este monstruo asesinara a su familia.

Era una decisión difícil, entregar a su pequeña Annelisse a este ser sin alma o dejar que el vampiro asesinara a su familia.

—No puedo darle a mi hija — concluyó por fin el hombre, los labios del vampiro se apretaron en una fina línea y dejó que sus colmillos se retrajeran.

Parecía un hombre común, sólo lo delataba esa palidez anormal para un mortal.

—Tiene dos opciones, Señor — el vampiro esperó a que le dijera su apellido y prosiguió —... Anghel. Entregarme a su hija o mataré a toda su familia, aún así, no mataría a la bella Annelisse, ella no lo merece.

La criatura parecía tener una fijación por Annelisse. Adrián no entendió las razones del vampiro, pero el había dictado su destino al entrar a ese castillo e intentar robar.

Toda acción conlleva una consecuencia.

Él lo sabía perfectamente, se encontraba gravemente arrepentido por no creerle a su bella hija.

— Tiene tres días o decidiré yo — decretó el vampiro, girándose grácilmente sobre sus talones y caminando a una habitación que estaba tras él.

Adrián miró a su hijo, quien parecía no estar respirando, palmeó suavemente la mejilla del joven para sacarlo de su estupor y lo guió hacia la salida.

Todo el camino de regreso al campo donde estaba su hija y su hijo esperándolo junto a su mujer, pensó en el  error que había cometido y ahora no podía siquiera pensar en las consecuencias. Adrián se mantuvo callado de regreso a su casa, sopesando las palabras del vampiro, el carruaje avanzaba a un ritmo constante y podía escuchar los resoplidos constantes de los caballos, como si se quejaran.

Al llegar a su hogar aún no sabía que decisión tomar. Perder a su amadísima hija lo destruiría, pero morir... Ni siquiera lo consideró.

Era entregar a Annelisse o dejar que todos, incluido él, murieran bajo la mano de la criatura.

Cuando entraron a la casa después de su salida como familia, ordenó que se llevaran los caballos al establo y sentó a su esposa junto con sus hijos, a excepción de Annelisse, en el comedor.

Lucas aún estaba pálido por lo sucedido y Adrián imaginó que su semblante no sería muy diferente.

—¿Qué ocurrió? —había preguntado su querida esposa, Nicolette, mientras trataba de esconder sus emociones.

Cuando le había preguntado por Peter, el simplemente había sacudido la cabeza y visto como una solitario lágrimas surcó la pálida mejilla de su mujer.

—La criatura me exigió que le entregara a nuestra hija a cambio de dejarnos vivir — explicó él incapaz de pronunciar la palabra Vampiro. Nicolette empalideció y ocultó su rostro, con facciones similares a las de su hija, en sus manos mientras dejaba salir un sollozo.

— ¡Debemos asesinarlo! — dijo de repente Christian, sorprendiendo a todos los presentes, mientras golpeó furioso la mesa.

—¡Es un vampiro! — soltó entonces Lucas mientras tomaba a su hermano por el cuello de su camisa. — ¡Asesinó a Peter! No podemos arriesgarnos...

Las palabras de su hijo se perdieron en un hilo de voz mientras soltaba a su hermano y se sentaba ante la encolerizada mirada de Adrián.

—¡Basta! Yo tomaré la decisión. — sentenció y salió caminando rápidamente del comedor evitando la mirada de su familia, cuando subió, abrió la puerta de la habitación de su hija.

Ella se estaba quitando su vestido, sin percatarse de la presencia de su progenitor, quien la observó por un par de segundos, detallando su pálida piel y cuerpo menudo.

Adrián, indeciso, se fue a sus aposentos y no cruzó mirada alguna con su hija en los días que siguieron.

En el atardecer del segundo día, llegó a su casa y llamó a sus hijos varones, la pérdida de Peter los sacudió pero al día siguiente fue su funeral y todo regresó a la común monotonía, excepto por la decisión que debía tomar.

Christian y Lucas bajaron las escaleras y se reunieron con su padre en la biblioteca, se sentaron frente al escritorio que Adrián utilizaba para escribir cartas y esperaron pacientemente hasta que el hombre habló.




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