Oscura Obsesión (corazones Oscuros #1)

Capítulo XXXI

"Granate como una rosa marchitándose lentamente" 

Con los ojos cerrados, Annelisse esperó que la agonía se apoderara de su cuerpo, sin embargo, sintió calidez, un roce sobre su piel fría y tersa. Como una ligera caricia que la sorprendió acogedoramente. Ella abrió los ojos y observó su piel pálida iluminada por los primeros rayos del sol, alzó la mirada y frunció el ceño.

¿Cómo era posible? Debería ser un montón de cenizas en aquel instante.

Una fuente de calor aún mayor comenzó a notarse en su cuello, ella recordó el relicario que Danika le había obsequiado y sintió que la fría pieza de metal se calentaba, bajó la mirada mientras alzaba el relicario para observarlo con minucia. 

Este brillaba más de lo usual, pero trajo una sonrisa al rostro de la joven, aquella pequeña pieza le había salvado el pellejo. No obstante, para su disgusto, aquella tranquilidad duró poco cuando recordó que no se hallaba sola y seguramente Stephan se había reducido a cenizas.

Ella giró su rostro vertiginosamente en la dirección donde estaba el vampiro. 

Y no lo vio por ningún lado. 

En aquel lugar donde solía palpitar su corazón un dolor sordo se asentó, pesado y molesto. Los ojos de Annelisse se abrieron como platos espantados. ¿Qué le diría a Christopher? ¿Era posible que Stephan fuera tan descuidado? En lo poco que le había contado Christopher sobre su hermano, recordó que Stephan era un asesino, que se había dedicado a servir a vampiros de alto rango para amasar una gran fortuna, según Christopher, aquello debía reconfortarle de alguna manera si había escogido vivir su eternidad así. 

Su mirada regresó al lago, las dos jóvenes se habían despojado de sus prendas y estaban disfrutando de la tranquilidad que las rodeaba mientras jugaban en el agua pura del lago; una paz engañosa, ya que dos depredadores acechaban en las sombras de los árboles, ella y Stephan, sin mencionar que al estar en territorio nómada, cualquier otro vampiro podría necesitar saciar su sed y no dudarían en matar.  

Cerró los ojos y se bajó del árbol sin sonido alguno cuando la sed de sangre amenazó con cegarle la razón, podría abalanzarse sobre ambas y acabar con sus miseras existencias... Sacudió la cabeza y despejó su mente de pensamientos perversos, esa no era ella, debía controlar ese impulso asesino.

Comenzó a examinar el suelo bajo sus pies en busca de los restos de Stephan, pero no había nada, simplemente se había evaporado... Ella olfateo en busca de la esencia característica del vampiro y no captó nada más que el aroma del bosque, tierra y algo de humedad. Hizo una mueca. 

El crujido de una rama la tomó desprevenida y se alejó rápidamente, poniéndose de frente dónde provenía el sonido, siendo principiante en aquel mundo no podría defenderse ante vampiros más antiguos. Entre las ramas, una alta figura comenzó a venir en su dirección y ella le reconoció de inmediato y se arrojó a sus brazos, aliviada.

Christopher le acarició el cabello en gesto cariñoso y reconfortante, pero luego la apartó.

  — Te advertí de no alejarte del castillo — soltó Christopher, su voz carecía de emociones, como cuando le conoció, cuando creía que era un ser despiadado que solo robaba la vida de las personas. 

Ella sacudió la cabeza y abrió la boca para decirle sobre Stephan cuando alguien se acercó tras Christopher. 

El vampiro sonrió cuando notó el ceño fruncido de la joven. 

Annelisse solo fue capaz de mirarlo con ira mientras el alivio le inundaba. Stephan estaba bien. Él alzó su mano derecha y en su dedo corazón relucía un anillo similar al relicario que ella llevaba en el cuello, parecía una simple banda metálica pero le protegía de la luz solar al igual que a Christopher y ella. 

Eso le bastó para decidir que bajo toda su fachada de bruja malvada, Danika tenía un corazón y se preocupaba en algún sentido. 

  — Lo lamento — dijo y las siguientes palabras salieron a borbotones de sus labios acompañadas de una mirada de reproche —  Christopher ¿Cómo nos hallaste?

El vampiro lucio avergonzado por un segundo y luego respondió con la misma gracia y estabilidad de siempre: — He seguido tu rastro, no fuiste para nada sutil al ocultarlo, lo cual te pone en peligro. 

Christopher estrechó sus manos unidas y comenzó a caminar, llevándola consigo. Sin embargo, Stephan se quedó, su mirada permanecía en una brecha en las ramas de los árboles que dejaba entrever el  lago. Annelisse frunció el ceño e iba a preguntarle sobre esas chicas cuando comenzó a seguirlos; Christopher al escuchar los pasos de su hermano a su espalda empezó a tomar velocidad hasta que se lanzaron en una carrera precipitada zigzagueando entre los árboles. 




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