Oscuridad

3 - Shin – 1

Shin entró en sigilo al templo, siendo ignorado por los guardias y los siths de turno. Xania tenía hermosas y caderonas estatuas de su imagen en la entrada a su vestíbulo donde había un mural traído de Korriban. Era una seguidora de Naga Sadow. Usó su telequinesis para abrir el pórtico y sentarse en su trono. Su aroma permanecía en el lugar y él nunca iba a olvidarlo, ya que contrastaba con sus brillantes ojos llenos de maldad. Su florar perfume trajo recuerdos del lugar. En su lugar estaba el maestro de Xania, encorvado y corrompido por el lado oscuro, gritándole a su aprendiz sin saber que esas iban a ser sus últimas palabras. Abrió las cortinas y encendió las luces para que la seguridad de lugar se asomara a ver qué pasaba. Solo tuvo que sonreír bajo su máscara para que todos salieran corriendo a buscar a su maestro. Xania había usado su abrumante y ajeno poder para derrotar a su maestro en una extraña batalla, ya que no había terminado como esperaba. Xania había usado un antiguo ritual sith para desconectarlo de la Fuerza y anunciar sus planes para luego decapitarlo. Shin supuso que su maestro tenía una técnica parecida a la suya o una conexión al lado oscuro como Mundus. No había nadie en el templo, los dojos estaban vacíos y los calabozos desiertos. La oscuridad natural del planeta era acogedora y lo empujaba con cuidado hacia la violencia, llamaba al conflicto como un insulto en un bar de Anchorhead. Los primeros en llegar fueron los guardias imperiales, estos hicieron un semicírculo frente a él para asegurarse de que no escapara. Su jefe estaba en camino mientras podía sentir a su prometida moverse en la distancia. Fandral era un sith alto y emanaba desprecio mientras caminaba. Siempre había querido ser el aprendiz de Tharan, pero nunca había estado a la altura. En sus ojos siempre había sido pura armadura. Se detuvo debajo de él, como hacían los siths cuando Xania estaba en su lugar.
“Ihsahan… Supongo que ahora prefieres ser llamado Shin.” Dijo con seriedad Fandral.
Siempre había hablado demasiado.
“Ah, el famoso niño de prodigio de Luthien. Me hiciste esperar demasiado.” Dijo divertido Shin. “Este trono me está dando algunas tendencias violentas.”
Los guardias imperiales dieron unos cuantos pasos hacia atrás por la frase. Fandral tenía su propia aprendiz y un séquito de inútiles a su alrededor. Ninguno de ellos tenía vocación para ser sith y tenía pensado reclutarlos si encontraba una oportunidad.
“Shin… ¿Crees que sentarte en ese trono y desafiar mi autoridad?” Preguntó en voz alta. “¿Crees que puedes desafiar mi autoridad?”
“¿Desde cuándo tienes autoridad, Fandral?” Preguntó jocoso Shin. “Debo haberme perdido algo.”
Cuando iba a seguir, sintió unas cuantas presencias acercarse al lugar. Sonriente, notó que la Ejecutora venía en su búsqueda, Fandral solo estaba haciendo tiempo.
“Cierra la boca, jedi. Matarte será el impulso que necesito para apoderarme del Imperio.” Dijo con severidad el sith mientras todos encendían sus sables.
“No he venido a pelear, solo estoy poniéndome al día con los asuntos de la Orden. Espero que hayas escuchado el mensaje de Akilina. Un pajarito me dijo que has molestado a los esfuerzos del Imperio.” Dijo sonriente Shin.
“Muéstrame lo que hay debajo de esa máscara, Shin. Siempre he dicho que eras una horrible aberración de la Fuerza.” Dijo de la nada Fandral.
Ahora estaba seguro de que nadie conocía su cara.
“¿Por qué no estás atacando, Fandral?” Dijo pensante Shin. “¿Estás esperando por la Ejecutora? Tu maestro va a estar…”
Fandral lanzó un relámpago hacia él que no sirvió de nada. Shin levantó la mano para absorberlo con facilidad y seguir hablando con sus enemigos.
“No sabes lo que es el dolor, Fandral. ¿Qué clase de relámpago es ese?” Dijo divertido Shin. “Podemos esperar hablando.”
Fandral apenas podía contener su ira y empezó a lanzarle relámpagos cada vez más poderosos. Ninguno tuvo efecto. Cansado, el sith cayó de rodillas al suelo. Su aprendiz y seguidores lo rodearon para protegerlo.
“Kaisa, deberías repensar tu lugar bajo este energúmeno. Míralo, apenas puede usar una de las técnicas más básicas de la Orden.” Dijo al aire Shin. “Hay mucho más para descubrir en la galaxia.”
“No puedes seducirme con tus palabras, Ihsahan.” Dijo con seriedad la sith. “Estoy al servicio de…”
“Solo piénsalo, yo me encargo de la Ejecutora.” Dijo divertido Shin.
La Ejecutora era una gigantesca cereana. Su presencia era un remolino ardiente de control y odio por los débiles. Era famosa por dos cosas, la primera, su descomunal poder y la segunda, por tener el único escuadrón de soldados que había derrotados jedis y siths con eficacia. Sus armaduras eran doradas y llevaban hombreras con un símbolo que parecía algún pájaro. Sus famosas tácticas empezaron en un instante. Todas sus armas estaban diseñadas para sensitivos y todos sus toques eran eléctricos. La red se detuvo en el aire mientras se ponía de pie para encarar a la Ejecutora. Él era uno de los pocos que sabía su nombre.
“Syshyda, estás espectacular con esa armadura.” Dijo divertido Shin. “Siempre me ha gustado tu estilo.”
Podría sentir su ira frente a él, su rojizo sable pasó a su lado mientras daba medio paso para que todos sus soldados patalearan en al aire.
“Tienes dos cerebros, Syshyda. Úsalos.” Dijo jocoso. “Supongo que estás enojada por no haber sido la Guardiana del Imperio, Xania siempre quiso que fueras mi sucesora.”
Shin esquivó un relámpago para luego abrir los brazos, revoleando a los soldados para todos lados. Seguido, bloqueó los ataques con sus manos mientras notaba un par de presencias en el lugar.
“Ah, que placer que vengan todos a saludarme.” Dijo divertido mientras pateaba el pecho de su contrincante.
La cereana rodó por el suelo para ponerse de pie al instante. Kaisa puso de pie a su maestro para que este empezase a crepitar en electricidad. Shin sabía exactamente lo que quería hacer y saltó directo hacia él antes de que pudiera absorber el poder de su alumna. Su puño destruyó el pecho de su armadura y el golpe lo incrustó en una de las estatuas. Su boca explotó en sangre.
“Solo eres una batería, Kaisa.” Dijo divertido Shin. “Vete, yo me encargo de estos energúmenos. Luthien ha venido a saludarme.”
Kaisa miró con rencor a su maestro para luego correr hacia la salida que estaba detrás de él mientras Syshyda saltaba para atacarlo. Detrás de él, los pedazos de la estatua lo atacaron sin piedad. Solo tuvo que agacharse para las piedras terminaran siendo atacadas por el sable de su rival. Otro escuadrón entró al lugar por todas las ventanas, haciendo llover vidrio sobre ellos. Por la entrada, Luthien caminaba con mucha pereza hacia el trono.
“Ihsahan…” Dijo con su profunda voz.
Siempre olía mal, pero cuando iba hacer un chiste. Una togruta apareció detrás de él. Llevaba ajustadas calzas negras y dos sables rojos.
“Ihsahan.” Dijo con cuidado la sith.
“Ah, Ferocia… Bienvenida al templo de Xania. Parece que los de segunda clase han venido a saludarme.” Dijo sonriente Shin. “¿Ahora sí son valientes? Debo emanar menos respeto que Xania o mi maestro…”
La togruta no midió palabras y se lanzó al ataque. Sus sables eran violentos y rápidos, pero nada que no haya visto antes. Los disparos de los soldados no se hicieron esperar, pero fueron más problemas para su enemiga que para él. Sonriente, Shin terminó sentado en el trono mientras sentía a Alara en donde debía estar. Luthien estaba suprimiendo su ira, pero no podía ocultarla de él.
“Les falta trabajo en equipo, siths.” Dijo divertido. “Tu estilo deja bastante que desear Ferocia, no puedes depender de tu ira para pelear con alguien que tiene más experiencia que ti.”
Shin podía oler el odio en el aire.
“Estoy harto de tu voz, Shin.” Dijo ofuscado Luthien.
El hombre era prácticamente un gigante y su postura elegante. Sus pasos cortos lo dejaron junto a Ferocia, que ya estaba temblando de ira.
“¿Quién más viene?” Preguntó divertido Shin.
“¿Por qué estás aquí?” Preguntó con firmeza Luthien.
“Es una visita de trabajo, nada personal.” Respondió mientras escuchaba una nave aterrizar frente a la entrada. “No deberías haber llamado a todos…”
“El Convenio Oscuro está listo para hacerse cargo del Imperio, Shin.” Dijo con seriedad Luthien.
“Me gusta que se junten, Luthien. Siempre te han faltado amigos para decirte que apestas.” Dijo jocoso Shin.
El sith empezó a brillar en rojo.
“Por lo menos sabes de qué hablo.” Dijo al aire mientras se cruzaba de piernas.
Un trío de siths entró al lugar desparramando a los soldados inconscientes con su telequinesis. Shin ya había olvidado sus nombres, pero el quinteto estaba listo para derrotarlo en ese mismo lugar. Todo tembló anunciando que su nave estaba moviéndose. Algo estaba en la oscuridad siguiendo todos sus movimientos. Shin cerró su puño para traer algo de una sombra, detrás de una columna apareció rodando una túnica. La twi’lek corrió hacia la puerta, pero se detuvo cuando sintió su mirada sobre ella. Era roja y llevaba un ajustado corsé, su piel estaba cubierta de tatuajes negros y tenía largas botas del mismo color. Podía sentir sus lujuriosos ojos sobre él.
“Bienvenida, sith.” Dijo sin saber quién era. “Debes ser una de las Acólitas de Nasha.”
“Es un placer tenerlo enfrente, Darth Ihsahan. Me gustaría poder ver la hermosa cara que Xania siempre halagaba.” Dijo divertida la twi’lek. “Solía decir que era una fiera en la cama.”
“¿Cómo mierda estaba ocultándose de mis sentidos?” Dijo al aire Luthien.
“Eres prácticamente ciego, sith.” Dijo jocoso Shin. “Aquí los tengo a todos, deseosos de conseguir mi cabeza. Yo solo quiero anunciarles que espero que cooperen con la misión conjunta con la República, es mucho más importante que su patética pelea de poder.”
“Cierra la boca, Shin. Tu cabeza ya no va a darnos órdenes.” Dijo con seriedad Luthien.
La twi’lek saltó para rebotar en una columna y huir a toda velocidad mientras el resto de los siths lo atacaban con fiereza. Relámpagos, piedras y golpes telequinéticos fueron lo primero que tuvo que repeler. Shin saltó entre ellos para esquivar sus golpes mientras el piso seguía temblando.
“Eh, son bastante básicos…” Dijo al aire Shin. “Supongo que mis planes están marchando a la perfección, especialmente si tengo en cuenta de que todos sus soldados son unos inútiles… ¿Qué ganaron al revertir mis órdenes?”
“Esclavos.” Gritó con todas sus fuerzas Luthien.
Su grito sacudió el lugar, pero no tuvo efecto en él.
“Los aliados son mejores, imbécil.” Dijo al aire Shin.
Sus ágiles y rápidos movimientos fueron interrumpidos por un misil de uno de los soldados del lugar. Los siths saltaron hacia atrás mientras detenía el explosivo frente a él, seguido, movió su mano para que el misil viajara hacia la togruta. Shin saltó hacia el trono mientras esquivaba los ataques de los siths restantes. Cuando ganó unos metros de distancia, encendió sus sables para lanzarse al ataque. Shin estaba seguro de que estos enemigos no eran todo lo que quedaba en la Orden, estaba seguro de que alguien estaba esperando en la oscuridad para aparecer en el momento apropiado. Los siths usaron toda su variedad de técnicas para intentar detenerlo, pero lo único que ganaron fue perder sus sables. El gris aterrizó en el suelo para pensar en su prometida, esperando de que sus problemas sean tan triviales como los suyos.



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Editado: 13.09.2023

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