Shin volvió a la mesa para notar que todos estaban mirando a los jedis en el restaurante. Su prometida estaba contándole sobre sus entrenamientos matutinos cuando la moza sirvió la mesa para ellos. El lugar era el que visitaban los trabajadores de la ciudad y podían relajarse en un lugar como ese. Tori y Juna tenían historias del templo y saludos de Chup, que iba a visitarlos pronto.
“Deberían invitarlo a visitar su nueva nave, el otro día se volvió loco cuando apareció Yahún con su carguero. Lo tuvo una semana hasta que lo dejó despegar.” Decía divertida Juna.
“Yo también quiero ver la nave…” Dijo pensante Tori mientras miraba el sable de Alara. “Es la primera guarda de este tipo que he visto.”
“Te vi separarla en combate, maestra. Tu estilo ha cambiado mucho…” Opinó sin cuidado Juna.
“Mi prometido es un gran maestro.” Dijo divertida Alara.
“¿Cómo… compactaste a ese robot?” Preguntó con curiosidad Tori.
“Lo… apreté.” Dijo divertido Shin. “Es parecido a cuando mueves algo con tu telequinesis, pero tienes que aplicar la misma presión de todos lados al mismo tiempo…”
“Deberían venir a entrenar un poco…” Dijo pensante Alara. “¿Por qué eres tan exigente?”
“Control.” Dijo con prestancia Shin. “Una vez que controlas tu cuerpo y tu mente, puedes empezar a confiar en tus sentidos con libertad.”
“Eso suena a sith.” Dijo pensante Juna.
“Lo es desde tu punto de vista. Estoy hablando del control que uno tiene sobre uno, ustedes lo llaman disciplina, pero, esencialmente, es lo mismo.” Aclaró divertido Shin. “Tu Niman requiere práctica, Juna.”
“Siempre dices lo mismo…” Dijo ofuscada la caballera.
“Solo porque no quieres aprender de mí, deberías preguntarle a Thirin.” Dijo al aire Shin. “Artemios dice que estuvo tres horas parado frente al puente antes de volver con ellos.”
“Quería sentir lo que sentiste…” Dijo pensante Alara.
“Yo quiero ir también…” Dijo al aire Tori.
“Ya van a poder visitar a la Joya.” Dijo pensante Shin. “Hay alguien en las sombras del Imperio, preciosa. Prometo encontrarte el nombre así puedes dárselo a tu espía.”
“Es tu amiga también…” Dijo divertida Alara.
“No sé…” Dijo al aire Shin. “Debe ser uno de los prisioneros de Xania o el líder de algún culto que no conozco.”
“¿Qué crees que está esperando?” Preguntó con curiosidad Alara.
“El momento para sentarse en el trono y apoderarse de la galaxia, como todo buen sith.” Dijo divertido Shin. “Los siths se hacen más poderosos en estas circunstancias, en el caos del conflicto… Tengan cuidado.”
“¿Por qué te percibes como un sith?” Preguntó sin cuidado Tori.
“Es lo último que he sido…” Dijo divertido Shin. “Ahora soy un Gris.”
“El Primero de los Grises.” Dijo contenta Alara.
“El Primero…” Dijo pensante Shin. “Espero estar a la altura. Ahora que me he sentado a pensarlo, no sé por qué quería ser Emperador. Supongo que para terminar de escalar los escalones de la Orden.”
“¿Ustedes también se llaman así?” Preguntó divertida Tori.
“Sí, la diferencia es que nosotros nos organizamos en sectas y grupos, con nombres sombríos y divertidos…” Dijo jocoso Shin. “Yo era una de las Sombras, seguidores del gran Darth Revan…”
“¿Por eso querían cambiar el Imperio?” Preguntó con curiosidad Juna.
“Hay poder en los números.” Dijo sonriente Shin. “La xenofobia del Imperio siempre me dio asco, pero está muy arraigada en ellos.”
“Gracias por invitarnos a comer.” Dijo pensante Juna. “Ya no hablan todo el día de ti, maestra…”
“Es cierto, ya pasaste de moda.” Dijo sonriente Tori. “Ahora todos hablando de la misión secreta…”
“Culpa nuestra…” Dijo pensante Alara. “Shin, esta comida es fantástica.” Agregó mirando a su novio.
“Así como lo vez, Cen es un experto en restaurantes.” Dijo divertido Shin. “Tenemos unos días en el planeta. A la tarde podemos visitar a las chicas. Shia quería pedirme créditos para un cañón nuevo…”
“Pueden quedarse con nosotros todo el tiempo que quieran…” Dijo pensante Alara. “Solo si no interrumpimos sus deberes.”
“Por ahora no me han llamado y Yahún tenía que visitar el templo.” Dijo pensante Juna.
“Podemos entrenar unos días con ustedes.” Dijo sonriente Tori.
Alara sonrió al saber que iba a pasar tiempo con sus padawans.
2
Alara estaba distraída con sus aprendices mientras él hablaba con Artrisa y Eridia. Ninguna pudo encontrar rastro del sith que buscaban, del que esperaba en las sombras. Shin estaba pensando que sus llamadas de atención habían sido en vano, ya que quería sacudir el avispero para que apareciera alguien. Los ojos rojos de Artrisa estaba sobre él mientras caminaba de un lado para el otro.
“Tiene que ser alguien poderoso…” Dijo pensante Eridia.
“Hay poder en la estrategia, Eridia. Piensa como una sith, que los poderosos se debiliten entre ellos los baja a tu vara, a tu nivel.” Dijo pensante Shin. “O mejor aún, puedes hacer que tu poder sea más grande al pelear con enemigos más débiles.”
“Oscuridad…” Dijo pensante Artrisa. “Yo sé que no entiendo sus visiones, pero…”
“No, esto es otra cosa. La oscuridad está en la Cascada, Artrisa. La oscuridad es esa… muerte que viene desde lo que protege la Joya.” Dijo pensante Shin. “Esto es… problemas más comunes, pero problemas al fin. En este momento cualquier desbalance puede hacer girar todo para el lugar incorrecto.”
“¿A qué te refieres?” Preguntó con curiosidad Eridia.
“En mis visiones vi siths peleando en el templo de Coruscant.” Dijo pensante Shin. “¿Te imaginas lo que tiene que pasar para que el Imperio llegue hasta ese lugar? ¿Todo lo que tiene que fallar? ¿Todos los que tienen que morir?”
“No puedes prevenir todos los futuros, Shin…” Dijo pensante la sith.
“No es lo que estoy haciendo, solo quiero estar preparado. Lo que pase, va a pasar. No puedo detenerlo, pero… Solo quiero protegernos. Ambos bandos saben que el otro está herido y tengo la sensación de que ninguna de mis predicciones va a ser correctas. En la última visión que tuve, alguien abre la compuerta a la oscuridad, pero no sé cómo podría pasar…” Dijo pensante Shin. “Tenemos que ser cuidadosos y la verdad es que no confío en nadie.”
“¿En nadie?” Preguntó con curiosidad Eridia.
“En nadie del Imperio y en nadie de la República.” Dijo en voz alta Shin. “No son muchas las personas en quien confío tampoco, ya conoces a la mayoría.”
“¿Crees que un sith pudiera abrir la compuerta?” Preguntó con curiosidad Artrisa.
“Por supuesto, el caos en sí mismo ya los atrae a este lugar, el problema es que…” Dijo pensante Shin. “Lo que hay detrás de esa hiperlane es algo que vas más allá de nuestros patéticos problemas políticos.”
“La Fuerza nos ha llevado hasta ahí por una razón…” Dijo al aire Eridia.
“Exactamente.” Dijo al aire Shin. “Tenemos que estar listos para cualquier cosa.”
Shin quería tener una galaxia para que su prometida pueda vivir en paz.