Oscuridad ©

1.

Mes 08, día 13/4.109

-Anahia –Escucho la dulce voz de mi mamá llamarme en mis sueños. Me remuevo un poco y cubro más mi cuerpo. Hace un frio de muerte, no quiero salir de la cama, quiero quedarme aquí- Anahia, Marcus está aquí –Abro los ojos de golpe y resoplo ¡Maldita sea! No puedo tener un día lejos de él y esa situación ya me está cansando. La puerta de mi habitación se abre y mamá aparece por ella. Me descubro la cabeza y asomo mis ojos perezosamente- Hija, anda levántate. Marcus está muy impaciente por verte. –Resoplo y ella me pone mala cara.

-Dame veinte minutos –Digo resignada. Ya no hay de otra. Si me niego, capaz y lo deja entrar. Ella me sonríe y cierra la puerta.

Retiro las sabanas de mi cuerpo y me desperezó. Hago mis cincuenta sentadillas mañaneras y camino hasta el baño; tomo una ducha rápida sin lavar mi largo cabello rojo escarlata, el color del cabello de mi madre, que me toco heredar al ser mujer; color que tendré hasta que logre desarrollarme.

Recuerdo cuando ella me conto que ese era su color, el color de su aura, un aura que se desato cuando mi papá le dio el primer beso. Ojala lo mío también sea algo así, pienso con sarcasmo.

Recojo mi largo cabello en una cola alta y me miro al espejo una vez lista. Esta soy yo. Anahia Altermayer, una chica de diecisiete años, de estatura promedio, ¿A quién engaño? Soy una chaparra de metro cincuenta y seis, hija de Wendell y Wendy Altermayer. Tengo un hermano mayor, de hecho, una molesta mancha morada, como le digo para molestarlo.

Somos la evolución de los seres humanos, o al menos eso es lo que se dice en todo el mundo. Tenemos algo así como poderes; más exactamente un aura que está dentro de nosotros y que sale a flote cuando la persona que nos va a amar siempre y que siempre vamos a amar, hace algo maravilloso por nosotros.

Así de cursi como suena.

Estamos en el año 4109. El mundo ha cambiado un poco, de hecho, ha cambiado bastante. La vegetación es escasa; sin embargo existe. El mundo está dividido en imperios o legiones; norte, sur, este y oeste. Cada territorio tiene su parte de vegetación, pero luchan entre sí por ampliar su territorio y conseguir el mejor terreno; por ello se libran batallas continuamente, o al menos eso es lo que dicen en el instituto los hombres.

Mi familia es la segunda al mando, los Whedermell, la tercera; los cuales quieren comprometer a su hijo, Marcus, conmigo.

-Anahia –Mi madre vuelve a llamarme- Estas tardando mucho.

-Voy –Tomo mi bolso y salgo de mi habitación; bajo las escaleras y ahí lo veo, un alto rubio de ojos cafés bastante claros, brillantes, el mismo rubio tomado de su padre al ser hombre. Ahora que lo pienso, me hubiera gustado tomar el color violeta brillante de mi padre, así como mi hermano.

-Anahia –Me saluda y algo en su tono de voz me incomoda. Es como si el también estuviera siendo obligado a salir conmigo. Y si es así ¿Por qué no manda a la porra a todo el mundo?

-Hola, Marcus –Le digo de vuelta y tomo la mano que me tiende con amabilidad. Mira tú. De fastidioso a amable en nanosegundos.

-Señora Wendy, se la devolveré sana y salva en dos horas –Le dice a mi mamá y le besa la mano. Caballero por mil. Aunque mi hermano es caballero por millones.

-Diviértanse chicos –Nos despedimos de mamá y salimos de casa.

Caminamos al menos una hora, una hora en la que lo ignoro porque sinceramente, su palabrería barata y vacía sobre él y su vida, sus lujos y las incontables mujeres que viven detrás de él, no me interesan. Estoy segura que William es mil veces mejor que él y las mujeres lo saben. Basta con verlo en el centro de estudios, como siempre está rodeado de chicas, de todas las clases.

Aburrida, comienzo a pasear la mirada por los alrededores. A lo lejos, veo dos tonos de verde que reconozco. El más oscuro es Jake y el más claro, un verde menta es Jackeline, dos de mis mejores amigos. Los veo felices paseando en bicicleta y sonrío.

-¿Anahia? –Vuelvo mi cara hacia Marcus y pongo los ojos en blanco al ver su expresión de fastidio. Pues te tengo noticias ¡Tú también me fastidias!- ¿No has escuchado nada de lo que te he estado diciendo?

-Sinceramente no. Marcus, tengo mejores cosas que hacer. –Doy media vuelta dispuesta a marcharme y dejar esta farsa, pero él me retiene sosteniendo mi brazo.

-Le prometí a tu mamá que te devolvería en dos horas. –Frunzo el ceño y lo miro indignada. ¿Y este quien se cree que es? Si se me da la gana me voy y punto. Suspiro profundo buscando la manera de tratar con este idiota y cuando vuelvo a ver las cabezas verdes, una idea cruza por mi cabeza.

-¿Podemos hacer un trato? –Entrecierra sus ojos hacia mí.



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En el texto hay: primer amor, magia

Editado: 28.03.2018

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