—Entonces... ustedes creen que...
—Pudiste haber existido en la época de Mathías, pero algo te impidió conocerlo, lo más probable es que murieras... y luego reencarnaste en este cuerpo —explicó la pelirroja.
Todo esto era tan extraño y confuso. Pero a la vez tenía cierta lógica. Si lo que los chicos decían era cierto eso explicaría el porque Mathías y yo eramos mates, aunque en el presente eso ya no existiera.
—Se que son solo argumentos, pero tienen mucha lógica —apoyo Cameron.
—Tranquilos, les creo. De verdad gracias por ayudarme en esto, pero, el ya no siente nada por mí, no hay nada que hacer.
—Te equivocas —contraatacó Malissa—, una conexión infinita es un lazo que no puede romperse, hay algo que debe estar bloqueando sus sentimientos hacía ti. Me encargaré de investigar al respecto.
Asentí agradecida.
—En serio gracias chicos, son los mejores.
—No estas sola Maddie, nos tienes a nosotros.
—Lo sé. Y tengo miedo de que en algún momento se vallan como lo hicieron todos —musite sintiendo como mis ojos comenzaban a cristalizarse, no quería recordar el pasado—. Debo irme.
Malissa sonrió y procedió a teletransportarme de vuelta al bosque.
Y ahí estaba de nuevo, sola, en medio del bosque, con un millón de preguntas sin respuestas. Solo restaba ser paciente y esperar.
Disfrute del paseo entre la naturaleza hasta dar con el asfalto nuevamente. Entre a la casa y subí las escaleras hasta llegar al tercer piso.
La puerta de su habitación estaba entreabierta, no pude evitar sentir curiosidad. La cama estaba tendida y no parecía estar en el baño, comencé a preocuparme.
¿Y si estaba con Liana?...
Entre a su alcoba —sin permiso— dispuesta a buscarlo, agudicé mi oído pero no había ningún ruido en el baño, ni en su armario. Comenzaba a desesperarme y sabía que eso no era bueno, debía controlar mi ansiedad pues mis sentidos fallaban con esta.
Inhalé y exhalé hasta calmarme, fué ahí cuando escuche lentas y pausadas respiraciones. Abrí las puertas que daban al balcón y lo encontré dormido en el suelo. Era dificil escucharlo gracias a las puertas a prueba de sonido.
Tomé asiento a su lado y lo observe, me gustaba tenerlo así, sin que su mirada irradiara odio hacía mi.
Olía tan bien...
Por impulso toque su suave cabello, lo acaricié provocando que su cuerpo se estremeciera. Sus ojos se abrieron lentamente, me miraron confundidos.
—¿Que haces aquí? —preguntó con voz ronca.
—Yo... estaba de paso, ví la puerta entreabierta y entre, lo siento no debí hacerlo —murmuré avergonzada.
—Tranquila —dijo acomodándose—, después de todo esta es tu casa.
—Eso no significa que deba husmear en tu habitación. No soy tan mala persona...
—Es difícil creerte luego de todo lo que me has hecho.
—No soy quien crees... puedo probarlo, ¡Preguntame lo que quieras! —anime.
Se lo pensó un momento antes de hablar.
—¿Quien eres?
Es increible como dos simples palabras podían hacerme retroceder al pasado en donde aquella chica inocente que solía ser... había quedado atrás. ¿Quien soy? ¿Quien es realmente Maddison?
Tome un largo suspiro y respondí:
—Soy Maddison O'conner, alfa de la manada del norte, veintiséis años. No tengo familia.
—¿Donde están ellos?
—Ellos... se alejaron de mí.
Intente no dejarme llevar pero me fue imposible, los recuerdos invadieron mi mente y el único modo que conocía para liberar el dolor que sentía, era llorar.
—Soy una tonta...
Me levanté lo más rápido que pude dispuesta a irme, no quería que el me viera en ese estado.
—Maddison espera —pidió tras de mi. Apresuré el paso y cerré la puerta de mi habitación antes de que pudiera llegar a mi.