Oscuridad en la sangre.

Capítulo 1

Ehilen corría desesperada, con los pies heridos por estar descalza y las rodillas le sangraban por las veces que había caído al suelo.

Ese tipo estaba jugando con ella, nunca le sacaba más de tres metros de distancia pero el aún no la atrapaba.

Estaba realmente aterrorizada, ya no podía seguir corriendo, lo único que la mantenía en movimiento era la adrenalina, su cuerpo ya estaba agotado.

Porque maldita razón se le había ocurrido ir a ver las luces de la ciudad sola a las cuatro a.m  en una colina.

Y ese cacharro viejo que cuando lo necesitaba con urgencia no encendía.

Debía haber escuchado a Debora.

Su amiga le había dicho que no era buena idea antes de dejarla en su casa, pero como a Ehilen no le gustaba que le dijeran que hacer de todos modos fue y lo peor de todo es que le mintió y dijo que se iba para casa.

Si le sucedía algo no tendrían idea de donde buscarla.

Ya era tarde para lamentarse, sentía que se desplomaría en cualquier momento y ese hombre jugaba con ella, con sus nervios y desesperación.

No sabía cuánto llevaba corriendo pero le parecía una eternidad.

Cuando logró salir del bosque se veían ya las primeras luces del amanecer.

Siguió corriendo a campo abierto, a la distancia se distinguían las casas.

No estaba segura de poder llegar y hasta la última vez que miró hacia atrás él estaba ahí.

Los rayos de sol ya bañaban su piel morena, su short estaba cubierto de lodo al igual que la remera y la chaqueta de cuero, su cabello rizado era un desastre.

Seguía corriendo a pesar de que le ardía el pecho por el trabajo que le daba respirar.

–¡Ayuda!, alguien que me ayude por favor– gritaba en medio del llanto.

Un hombre mayor de edad que estaba a caballo arreando su ganado la escuchó y salió  en su dirección.

–¿¡Que te sucedió!?– la observaba de arriba a abajo. Estaba totalmente desalineada, cubierta de lodo y sangrando.

–Él me está siguiendo, tengo miedo– señaló hacia atrás pero no vio a nadie, el bosque se encontraba lejos.

–¿Él? De quien hablas, no hay nadie ahí.– el anciano miraba en todas direcciones buscando el motivo del terror de aquella joven.

–Le juro que un hombre me estaba siguiendo–

Ahí no hay nadie niña. Vamos te llevaré a casa para que mi señora te acompañe a la estación de policía.

–Quiero irme a casa debo ir a buscar el auto de mi abuelo y estudiar. Además ¿que le voy a decir a la policía si ni usted lo vio?–

–No señorita, en ese estado no puede ir a ningún lugar, que yo no lo vea no significa que no sucedió. Tómese algo calentito y cuando esté más tranquila mi señora la llevará a hacer la denuncia–

Subió al caballo del anciano que había salvado su vida e hizo lo que él le dijo.

Ya en casa se bañó y se fue a la secundaria, queria olvidar lo sucedido aunque no sabia si sería posible. No se decidía si podía contarle a alguien lo que le pasó y cuando Debora supiera iba a estrangularla con sus propias manos.

Cuando llegó a su aula, cinco minutos antes del comienzo de la clase se sentó en su pupitre y solo miraba por la ventana. ¿A caso seria solo su imaginación jugandole una mala pasada?

Quizás fue aquel trago fuerte que bebió antes de dejar a su amiga, fue solo uno pero no había cenado.

Estaba tan metida en sus pensamientos que no vio a Debora pararse a su lado.

–Se puede saber ¿que tanto piensas?–

Ehilen saltó de la silla y en un intento de sostenerse de algo, cayó al suelo con pupitre y todo. Definitivamente no lo iba a olvidar así nada más.

Todos comenzaron a reír de manera escandalosa, entró el profesor y puso orden a la clase, cada quien tomó su puesto a excepción de Ehilen que aun estaba en el suelo sentiendo que se le saldria el corazón del pecho.

–Señorita Darkness podría por favor ¿levantarse del suelo? Para dormir tienen sus casas–

Todos se giraron a mirarla y nuevamente comenzaron a reír a carcajadas exageradas, incluyendo al profesor.

A media clase golpearon la puerta del aula el profesor salió y volvió a entrar 10 minutos después. Seguido por un joven robusto de cabello oscuro y corto, piel canela y mirada penetrante.

Se presentó y tomó su lugar.

Las chicas de la clase no le quitaban los ojos de encima. Para Ehilen solo era uno más.

En la tercer materia del dia ella se encontraba parada junto a la puerta del salón cuando el chico pasó y la empujó haciéndole caer los libros que llevaba en la mano. 

–¡Hey! Mínimo podrías disculparte ¿no?–

Él miró hacia atrás y siguió caminando.

–¡Engreído!– gritó furiosa. Él solo la ignoró.

Al finalizar el horario estudiantil, se acerca a su mejor amiga con cara de cachorro maltratado, ésta que la conocía desde primaria le pregunta –¿Que hiciste?–

–¿Como? ¿Yo? No hice nada... bueno quizás si– no sabía como decircelo –Emmm, necesito un favor, ¿podrias llevarme a buscar el auto del abuelo?–

–¿Tanto para preguntar eso?, si claro ¿donde está?–

–Ese es el problema... está en... la colina–

–¡¿Queeee?! Fuiste sola, te dije que era peligroso, tu nunca haces lo que te dicen por más que sea por tu bien y todavía dejas el auto de tu abuelo tirado. Quien sabe si cuando lleguemos aún está ahí–

–Si "mami"– contestó con sarcasmo–usted siempre tiene la razón.

–Ahora mismo me vas a explicar porque dejaste el auto ayá o no te llevo, ¿en que lío te metiste?–

A Ehilen no le quedó más remedio que contarle todo.

 

 

 

 

 

 

 

 




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