Oscuridad en la sangre.

Capítulo 2

Luego de contarle todo y mostrarle las heridas, sabía perfectamente lo que le esperaba.

–¡¿Queee?! ¿Estas loca verdad? ¿Y todavía quieres que yo te lleve a buscar el carcacho ese a sabiendas de que aún puede estar ese psicópata ahí?–

–Es una ciudad pequeña y tranquila, ¿como me iba a imaginar que un psicópata me iba a hacer correr una maratón para salvar mi pellejo?–

–¿Tranquila? ¿Escuchaste las noticias en esta última semana?–

–Sabes que no me interesa escuchar a esos lava cerebros, paso el día estudiando encerrada en mi dormitorio y a diferencia tuya no ando de chusma– Ehilen dijo esto último haciendo muecas para burlarse de su amiga.–¿Que paso?

–No soy chusma, no tengo la culpa de que mi madre se entere de todo lo que sucede en la ciudad, ¿porque crees que te pedí que no fueras sola? Desaparecieron cuatro jovenes de nuestra edad y en uno de los casos solo encontraron sangre– le contó haciendo ademanes exagerados y con cara de loca.

–¿Ves que estas traumada?, de seguro se escaparon a hacer vida de adultos, volverán cuando se complique jajajaja y lo de chusma no lo puedes evitar, es hereditario–

–Le diré a mamá que ya no te envié la cena, después de todo es chusma– comentó Debora –Tendrás que pedirle a doña Cleo que te haga la comida, mmm sabroso!!!–

–Ni lo sueñes, prefiero morir de hambre tiene como 100 gatos que no salen jamas de su apartamento, quien sabe las condiciones en las que vive. A la casera no le pido nada, ademas tiene un caracter horrible, vivo ahí porque fue lo mejor que mis padres pudieron pagar para que no cambie de ciudad–

Las chicas reían a carcajadas mientras caminaban a casa de Debora en busca de su moto, cuando llegaron a la colina estaba a punto de atardecer. 

–Enciendo el auto y nos vamos, ni loca me quedo acá de noche– dijo Ehilen en lo que bajaba del birrodado.

Se subió al auto, giró la llave y quedó cantando.

–¡Maldito montón de latas!– gritó molesta– ahora si encendió sin problemas–

Su mejor amiga no hacia más que reír a carcajadas viendo lo furiosa que estaba.

Transcurrieron los días con tranquilidad, lo sucedido parecía solo un mal sueño.

El chico de la secundaria seguía siendo una molestia. Cada vez que pasaba junto a ella la empujaba, o miraba mal.

–¿Cuál es el problema de este idiota?– preguntó enfurecida, ya era la cuarta vez en el mismo día y la estaba desquiciando.

–Está buenísimo– dijo Ana una chica del grupo (conformado por Ehilen, Debora, Victor, Eric y ella).

–Te lo regalo– contestó molesta –de ser posible desaparecelo de mi vista y si es del mundo mucho mejor–

–¿Sabías que tienen cierto parecido?–

–Tienes que estar bromeando Debora, no me parezco en nada a ese sabandija–

Su grupo de amigos comenzó a reír.

–¿Chicos que van a hacer para Haloween? Ernest, de la otra clase va a hacer una fiesta en la casa abandonada de sus bis abuelos– comentó Eric.

–¿Cuál? ¿La que está a los pies de la colina abandonada hace milenios?– pregunta Ana, era la más cobarde del grupo.

–Vamos Ana, no seas exagerada y miedosa, además solo lleva abandonada cincuenta años– se burló Victor – yo te cuido, si te sucede algo juro que te llevaré en mi corazón– colocó su mano izquierda en el pecho y levantó la derecha con semblante sombrío.

–No tienes remedio Victor, sabes lo cobarde que es– continuó Eric con la burla –Si ve una sombra moverse ya la perdimos–

Todos se estaban divirtiendo, hablaron sobre que disfraz se pondrían esa noche, les quedaba una semana para planificar y crear sus atuendos.

Ana pensaba vestirse de bruja, era lo más tenebroso que conseguirían de ella. Victor quería vestirse de dinosaurio, el siempre tenia que ser el hazme reír, hasta que lograron convencerlo de disfrazarse de zombi. Eric sería el jinete sin cabeza. Debora se vestiría de la llorona. Ehilen había elegido una vampiresa. 

Como era la única que tenía auto, le tocaba ir a buscar a los demas para llevarlos a la fiesta, encargada de cuidarlos y regresarlos sanos a casa. 

Del grupo Debora y ella eran las más maduras, pero cuando habia alcohol no podía contar con su mejor amiga de la infancia. Siempre terminaba ebria y sin recordar nada al día siguiente.

Pasó la semana y llegó el día tan esperado, ya estaba todo listo, disfraces, permisos de padres, hasta el cacharro habían decorado.

Pasó a buscar a sus amigos, cuando esperaba que Eric saliera le pareció ver al engreido de la clase asomar su cabeza en la esquina de la cuadra. Pensó que estaba quedando loca o quizás solo pasaba por ahí.

La última en subir al vehículo fue Debora.

–Ehilen ¿No lo viste?–

–¿A quien?–

–Al chico nuevo. ¿Como se llama?–

–Nick– contestó Ana

–Yo creo que ésta se sabe hasta lo que cenó la semana pasada– se burló Victor.

–¡No es verdad!– respondió Ana roja como tomate –estamos en la misma clase, todos deberían saber su nombre–

–Es un idiota, a nadie le interesa su nombre– comentó Eric mientras miraba por la ventanilla del auto.

–Yo no lo ví– comentó Ehilen intentando restarle importancia, lo cierto es que si le pareció verlo por el espejo retrovisor pero como estaba oscureciendo no pudo distinguir bien si era o no. Además no podía haber llegado hasta ahí si es que lo había visto antes, tenía que atravesar toda la ciudad y parecía andar a pie.

–Yo si lo ví– Ana le sacó la duda. Definitivamente había estado ahí.

 

 

 

 

 

 

 




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