Oscuridad en tu mirada

CAPITULO 20

Antes de leer: Lo siguiente puede ser fuerte para algunos lectores, contiene conflictos y palabras que pueden resultar incomodas, queda a tu disposición.

 

"SIEMPRE VOLVEMOS AL LUGAR DONDE EL DOLOR PROFUNDIZO"

 

CAPITULO 20

 

ELLE WALTON

 

Hubo una vez una chica amable e ingenua que soportó algo que nadie debería pasar, estar en la oscuridad, un profundo silencio mortal, el olor a cigarros, vetada con ojos vendados, ¿quién lo había planeado?, ¿quién era el culpable? Se preguntaba sumergida en la oscuridad, su corazón palpitaba casi al punto de salirse, ella no había cometido un delito, ella no había sido cruel con nadie, aquella chica era débil, confiaba ciegamente en las personas que amaba.

Pasos resonaron por el lugar, risas burlonas se escucharon, ella estaba segura de que eran varoniles, su respiración se volvió irregular, respiraba agitadamente, no soportaba la idea de ser maltratada o tocada. Había estado en ese podrido y repugnante lugar oscuro por dos miserables días, tenía ganas de llorar, hambre, sed, pero sobre todo dormir, no había podido conciliar el sueño.

Las voces se escucharon fuertes y claras, estaban discutiendo algo entre ellos, ella no podía reconocer las voces del que hablaba, estaba tan cargada en su propia miseria, su cuerpo estaba sujetado a una silla fría metálica, no podía mover ni un cabello, las manos las tenía sujetadas por una cuerda rígida, la lastimaba, le apretaba tanto que le dolía al igual que sus pequeños pies débiles, la ropa que llevaba no le favorecía, todo el día había tenido frío sin nada con que abrigarse. Tenía ganas de llorar, de gritar, de salir de ese agujero negro que se encontraba, deseaba con sus pequeños músculos débiles que un príncipe azul viniera a su rescate, pero había sido todo lo contrario sobre aquel príncipe que tanto anhelaba.

—¡Solo soltémosla, maldita sea! —se escuchó una voz cargada de ira, era como si aquella voz estuviera de su lado.

—¡¿Decides abandonarnos en este momento, idiota?!—le replicó esa voz que le parecía familiar, sin embargo, no podía atar cabos, ella no estaba pensando, estaba delirando, anhelaba ver a su familia esperándola con un banquete y que todo esto era una pesadilla de la que tarde o temprano se despertaría.

—¡Esto no era parte del plan! ¡Su padre nos ha amenazado y si nos encuentra nos matará! — exclamó la misma voz carrasposa que la estaba defendiendo o eso creía, ella solo quería ser libre y si discutían entre ellos era algo que estaba a su favor, tendría una pequeña oportunidad de escapar o que la dejaran libre.

—Bien —respondió de mala gana esa voz aceptando lo que dijo su cómplice.

Los pasos se escucharon acercándose a la chica, ella se sacudió y trató de hablar pidiendo que la soltaran. Alguien le quitó la venda, al principio estaba cegada de la luz, abrió un ojo con cuidado de no cegarse, luego otro, se fue adaptando a la poca luz del lugar, ahora podía ver en qué lugar se encontraba, las paredes grises, era una especie de garaje, fotos de memos, herramientas de carros, todo se sentía sombrío, era espantoso.

Su mirada se posó en los hombres que la habían torturado en los últimos dos días, eran tres hombres, todos vestían de negros, todos tenían máscaras anónimas, no podía ver sus cabellos, estaban vestidos de igual manera, no había manera de saber o de conocer quiénes eran. Sin embargo, su corazón casi se detuvo cuando reconoció a uno, un hombre, un chico que jamás había llegado a creer que era él, esos zapatos negros caros, esos mismos que se los regaló en su último cumpleaños, esos mismos que agradeció y le aseguró que iba a portar todos los días. Probablemente, fue despistado e idiota, pero ella entendió la realidad de golpe.

La realidad fue distorsionada en su mente, catastrófica, aquel chico del que tanto se había enamorado, la había destrozado por completo, había hecho lo que nadie solo un psicópata podría hacer, encerrarla.

—Linda, queremos que cierres esa linda boquita, no hablaras, no dirás nada, sé quién eres y quien es tu familia, si sabes lo que te conviene, no soltaras una palabra de lo que sucedió aquí, ¿está bien? —amenazó otro chico que no reconocía en ese momento, ¿por qué lo estaba haciendo?, ¿qué ganaba? A pesar de que sabía que el chico que la amenazaba era alguien que conocía a la perfección, un escalofrío le recorrió el cuerpo, aquellas máscaras eran aterradoras, el lugar era algo adicional que le daba un aspecto siniestro.

Tantas preguntas y reclamos pasaban por su mente, pero no podía, no podía arriesgarse a que la mataran, eran capaces, no les importo que una chica de quince años estuviera encerrada, podían esconderla y matarla en cualquier lado. Decidió callar, decidió mirar su regazo llorando, no podía aguantar más, todo su control había perdido flote, temblaba de frío, de miedo, de tristeza, de traición, de tantas emociones entregadas.

—¡¿Qué hacemos?!—preguntó uno de ellos desesperado.

—¡Cállate idiota, vamos a solucionar esto! ¡Nadie hablará de esto!

El chico se acercó al oído de la chica y pronunció en seco, —Si hablas, estás muerta.

En efecto, aquellas palabras habían sido crueles y frías, pero aquello no le sorprendió, sus lágrimas caían. El rostro debió estar hecho un desastre, no era difícil imaginar que tenía tantas ojeras que debía tener la cara morada, ojos hinchados, boca reseca, si alguien pudo soportar ese estado tan miserable y espantoso fue esa chica, ella era débil por dentro, pero por fuera su cuerpo había resistido, sacó fuerzas por su familia, por su padre, por las ganas de que querer vivir y por su madre que ahora no estaba. Ella tenía que vivir a toda costa, sin importar en qué situación se encontraba.




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