Oscuro paraíso (la oscuridad del angel)

CAPITULO FINAL



























 


 

El cansancio ya no le permitía abrir los ojos, de pronto ya no sentía tanto dolor cómo antes, de pronto su mano y todo su cuerpo dejaron de sentir cómo si estuviesen envueltos en llamas. Estaba perdiendo toda sensibilidad en ella, ¿estaba muriendo? ¿Estaba dejando de resistir?
 


 

Belia seguía con su horrible procedimiento para  extraer su poder, pero aún no recibía señal de este. Le empezaba a preocupar, pues era luz lo que sólo emanaba de aquella chiquilla. Era sólo luz lo que salía de la marca que él había abierto debajo de su muñeca. 
 


 

¿Qué ocurría? ¿Por qué estaba tardando tanto en aparecer?
 


 

— Señor, ¿no cree que la grieta ya debió aparecer desde hace rato si ella...?—
 


 

— ¡Silencio! ¡Hay que esperar un poco más!
 


 

Los cómplices de Belia lucían ya preocupados por la pobre reacción que estaba dando el procede. La chica ya estaba en las últimas y ellos lo veían... En su rostro, en sus gestos, en la forma en la que trataba de mantener a sus ojos abiertos.  Estaba dando su última batalla, mientras flotaba sobre aquella plataforma. Su cuerpo completamente extendido sobre el aire, su cabello negro caía hacia atrás cómo una cortina, su camisón sucio y roto colgaba a los lados. Parecía una tabla levitando. Ella ya ni si quiera se daba cuenta de eso, ya ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo con su cuerpo, sólo se estaba dejando llevar, sólo lo estaba dejando estar para contemplar con calma los pocos momentos que le quedaban para el despliegue de sus emociones y sentimientos.
 


 

Todos ellos se están yendo, todo ella está comenzando a desvanecerse.
 


 

La luz dorada que ha iluminado todo, comienza a verse débil, menos incandescente que antes. Las alarmas en los pocos presentes se empezaban a activar, pues ya había pasado demasiado tiempo en el que no ocurría nada. Ninguno de ellos percibía algo increíble en aquella chica, ninguno podía sentir la energía poderosa de quién fue Lamia una vez. Su ausencia los preocupaba, pero, también los confundía, pues se suponía que esa criatura era la reencarnación de la hija de Amón. 
 


Su mismo rostro, sus mismos ojos, su misma maldición e incluso el efecto positivo que tuvo al reunirse de nuevo con los ocultos lo ha comprabado. Entonces... ¿por qué esto no estaba funcionando? ¿Por qué no había señal de ese poder con el balance?  Porque claro que existía, el Guardián lo había divulgado para que Lucifer al capturarla fuera quien mantuviera en custodia a ese poder. Él planea destruirlo para evitar más caos y guerra entre Oscuros que siempre han pretendido adquirirlo para quitarlo de su puesto.

¿Entonces por qué no había señal de él? ¿Realmente se encontraba en ella?

— ¡Señor, mire!

Uno de sus cómplices lo llamó para indicarle hacia un punto en el cielo. Todos después se percatan de  cómo una grieta ahí... se hacía presente, separando nubes negras. Los ojos de Belia no podían creer lo que ocurría y, de pronto, algo atrayente percibió a su alrededor. Algo... que ya había sentido antes.

Lamia...

Era su energía.

Miró de nuevo a la chica que se encontraba levitando cerca de él, pero esta ya no daba ninguna reacción. Sus ojos estaban completamente cerrados y la luz dorada que salía de ella... ya lucía más débil que antes.

<<¿Pero qué...?>>

No lo entendía, la luz en ella estaba apagándose, pero aquella energía impresionante se volvía más fuerte a cada segundo.

<<Es ella, realmente está aquí, realmente se trata de la energía luminosa de Lamia.>>

Está funcionando... Realmente está...—

Algo se estrella de pronto contra el cuerpo de Belia, haciéndolo volar lejos de aquella plataforma. Cae estrepitosamente sobre el suelo invadido por niebla, pero no tarda mucho para activarse y alejarse de él. Revisa su pecho al ser atacado por un horrible ardor que lo hace perder el equilibrio y, al escanearse con la mirada, se percata de que en su pecho ha creado un enorme agujero.

<<¿Qué rayos?>>

Está por elevarse, pero es atacado de nuevo. Una bola de fuego roja impacta en su hombro derecho. Rápidamente es capaz de sentir la quemazón de este y, tomando su hombro con una de sus manos, se vuelve a poner de pie para ver cómo varios de sus cómplices se aproximan hacia donde está él. Lo ayudan, pero este los hace a un lado para investigar lo que se ha desatado.

<<¿Qué fue...? ¿De dónde ha venido eso?>>

— ¡Cuidado!

Uno de los encapuchados avisa, pero no tienen tiempo para cubrirse, ahora la lluvia de fuego los ha alcanzado. Corren mientras tratan de no ser alcanzados por aquel poder desconocido que ha provocado, lo que se ha simulado ser, una lluvia de meteoros por todo el lugar.

Corren hacia las ruinas, ahí sigue ella. Aún no comprende lo que ocurre, pero ya no se molesta en averiguarlo, lo único que le importa es llevársela, pues ya tenía ligeras sospechas de que su recinto había sido profanado por ellos.

<<Está aquí...

El maldito está aquí.

Lo siento.

Ahora comprendo el porqué sentía esa energía, ahora comprendo el porqué se asimilaba tanto a la de la antigua Lamia.>>

— ¡Rápido! ¡Ocultenla! ¡Llevensela lejos de aquí!

Belia no podía permitir que él se la arrebatara, no después de todo lo que había luchado para conseguirla. Lo sentía, también conocía su olor, pues aún recordaba quien era Christopher Smith.

Su maldición fue recordarlo.

Era él...

Sabía que era él.

<<No voy a permitir que arruine mis planes, ¡no esta vez!




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