Isaac abrió el documento y empezó a leerlo en su mente.
-Es Stefan Vlad Hoffmann... uno de sus apellidos parece ser Rumano y otro... Alemán al parecer.
Ahora empezó a buscar el nombre de mi madre. Su ceño se frunció y me vio nuevamente.
-Solo saben que el apellido de tu madre es Rumanescu... Apellido rumano creo...
Seguía pasando hoja, por hoja, buscando algo de información, pero su cara era de decepción.
-Dice que tu padre apareció en el orfanato solo y te dejo. Comento que su esposa había muerto en el parto y que no podía hacerse cargo de ti. Al parecer dejo algunas cosas para ti, para cuando te hicieras mayor...
-A mí nunca me entregaron nada...
-¿Segura? Qué raro, si no te han entregado nada es porque esas cosas aún siguen aquí. Déjame buscar.
Mientras Isaac buscaba mis pertenecías yo empecé a leer el documento. Al parecer no dejo ningún número de teléfono o ubicación. No había mucho que me ayudara. Escuche como la puerta se abrió, seguro era Isaac que volvía con mis pertenecías. Pero las pisadas al parecer no eran de él. Tacones se escuchaban impactar en el suelo, un aroma a perfume de rosas llego a mi nariz. Una mano cálida paso por mi hombro y luego por mi nuca. Me di cuenta que no era Isaac, así que voltee rápidamente mi cabeza, encontrándome con unos ojos marrones.
Una señora de al menos 38 años estaba a unos centímetros de mí. Al ver su cara me acorde quien era. Era una de las ayudantes de la encargada que me atendió hace un rato. Esta chica era de las pocas personas que me trataban bien.
La chica me regalo una sonrisa y luego me abrazo.
-Tanto tiempo... Mira cómo has crecido... ¿Qué haces aquí, mi niña?
-Ahm... Hola... –Trate de acomodar mi mente, ya que me quede sorprendida por su llegada. –Estoy aquí para averiguar sobre mis padres...
La chica frunció un poco el ceño y su sonrisa cambio a una mueca de tristeza.
-Yo aún recuerdo el día que te trajo tu padre. Era un hombre de tez morena, un poco alto y cabello negro. –Empezó a relatar lo que paso. –No dijo mucho de porque te dejo. Su cara era de tristeza y melancolía. El hombre parecía haber sufrido mucho. Solo quería que estuvieras bien.
-No comprendo aun... Si me quería ¿Por qué no vino a visitarme? O incluso a avisar que seguía con vida...
-Cómo te dije... El solo quería que estuvieras bien, te dejo lo necesario para cuando te hicieras mayor.
-¿Qué? ¿Las cosas que me dejo? –La chica asintió. –Entonces ¿Por qué no me han entregado las cosas?
-Lo único que querían las encargadas de este lugar, era que te fueras lo antes posible, para no volver a verte. Seguro se les olvido.
-Pero ¿Por qué me odian tanto?
-¿No recuerdas lo que paso en tu estadía aquí? –Negué con la cabeza, la chica suspiro cerrando sus ojos y poniendo sus manos en mi cabeza.
-FLASHBACK-
Niños gritando de desesperación y miedo. Una cabaña que se quemaba. Y lo único que hacía era mirar el desastre hecho. Las trabajadoras y encargadas del orfanato intentaron salvar a los niños del incendio y esperar que nada les pasara.
-¡Hay niños dentro de la cabaña!
-¡Sáquenlos, ya! ¡Rápido!
Lo único que hacía era mirar a la cabaña mientras se destruía poco a poco. Alguien tomo mi brazo haciéndome voltear de una manera brusca.
-¿¡Que hiciste!? –Dijo desesperada.
-Yo no lo hice... Fue ella. –Señale a mi cabeza.
-Tienes que controlarte... –Dijo en murmuro. –Eres muy peligrosa y ellos no lo pueden saber...
Ignore el comentario de la chica y mire nuevamente hacia la cabaña, pude escuchar los gritos de los niños que se quemaban adentro de ella, en total 3 niños yacían sufriendo en esa cabaña, poco a poco la hora de su muerte se acercaba y lo único que había en mi rostro era una sonrisa que yo no quise poner, sino la chica que vivía en mi cabeza.
-FIN DE FLASHBACK-
La chica abrió los ojos y se alejó de mí un poco. Yo me pare rápidamente perpleja por aquel recuerdo que casi fue borrado de mi mente.
-¿C-como hiciste eso?
-No te puedo decir... Pero te mostré la razón por la cual te odiaban algunas personas.
Porque me veían como un monstruo... –Dijo mi conciencia.
-Pero... Yo no hice eso... ¡Yo no queme a esos niños! –Declare. – ¡No los mate!
La chica se mantenía en silencio mirándome sin inmutarse.
-Yo no pude encender esa cabaña, era una niña... Una niña pequeña...
-Fue fuego natural... Por tu furia... –Dijo en murmuro.
-¿Por mí que...? –No comprendí.
-Es algo raro de explicar... Solo te puedo decir que no eres normal... –Replico. –Tu padre te dejo un par de cosas, en ellas encontraras la clave para saber quién eres realmente. Pero... Siempre has tenido las respuestas enfrente pero no te das cuenta...
-¿Qué?
Isaac entro a la oficina interrumpiendo la conversación, en sus manos habían un pequeño costal un poco empolvado.
-Hola... –Le dijo a la chica. –Karen aquí están las cosas. –Le dio un leve golpe al costal.
-¿Ahí están las cosas? En ese costal viejo... –Isaac asintió.
Nos sentamos de nuevo viéndonos cara a cara. Isaac puso el costal en el escritorio y le dio un pequeño empujón atrayéndolo a mí. Se apoyó en el respaldo de la silla con una sonrisa de oreja a oreja. Yo fruncí el ceño un poco, agarrando el costal viejo y dándole una sonrisa a Isaac.
-Creo que es mejor que vea estas cosas en casa...
-Está bien... ¿Necesitas algo más? –Negué con la cabeza. –Bueno, si quieres te puedes llevar estos documentos. Ya no servirán de nada aquí, pero seguro a ti si te servirán.
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Editado: 03.11.2021