Oscuros. Origen de los oscuros. Guardianes 3.

Capítulo 12: Cabaña

Capítulo 12:

Cabaña

Selt

 

Después de una mañana muy agitada la tarde no fue muy diferente. Damián me hizo ir a pasar el resto del día con su esposa y nieto. Como en los viejos tiempos, como cuando su hija era solo un bebé. Compartir con él y su familia removió algunos recuerdos que me pusieron nostálgica.

El pequeño Maycol me hizo sentir por unas pocas horas… normal. En esa vida que quise y que no tengo. Y por supuesto Damián no perdió oportunidad de sacar a la luz la posibilidad de que algún día pueda ser madre. Él tiene mucha fe en las predicciones de la vidente.

Se oscureció más rápido de lo que esperábamos. La familia De la rosa ya debe estar descansando.

—Señorita Selt.

Mi intención de escabullirme directo a mi habitación no ha salido del todo bien. Pensé que no habría nadie en la sala, todo está tan silencioso, pero ahí está él.

—Buenas noches, señor Antonio.

—Siéntese. Me gustaría conversar con usted —señala uno de los muebles.

Se ve cansado, no es para menos ha sido un día muy difícil.

—Por supuesto —tomo asiento bajo la mirada de cada uno de los rostros del pasado que nos observan desde las paredes—. ¿De qué quiere hablar?

Se sirve un trago y camina por la sala.

—No sabía que estaba colaborando con Damián en los últimos acontecimientos que ha azotado la ciudad —comenta después de tomar un trago.

—No precisamente. Mi presencia en la ciudad es más por la posibilidad de que mi hermana Tanils haya vuelto. No sé qué tanto sepa, pero, los oscuros podrían estar en la ciudad —explico sin entrar en muchos detalles.

Mi comunicación siempre es directamente con el Concejo, Antonio no es parte del Concejo.

Él toma asiento.

—Así me han dicho. Todos conocemos la historia de la familia Riquelme. Lo que nadie se esperaba es que volvieran después de tantos años.

—Mi familia no sabe cuándo rendirse —desvió la mirada hacia los retratos. La tragedia que sufrió su familia a causa de la mía es un tema que no hemos tocado. No es algo de lo que yo quiera hablar en este momento—. ¿Cómo está su esposa?

Sonríe ante mi inesperado cambio de conversación.

—Descansando. La muerte de su padre ha sido un golpe muy duro, puesto que su madre también está muerta. Marian no tiene más familia. Ella está devastada.

—Imagino que así es.

—Has pasado por algo parecido, ¿no? Perdiste a toda tu familia, bueno, a casi toda.

—¿Quiere hablar de mi pasado?

—No, no. Su pasado no es algo que me interese. Es que mi esposa y usted se asemejan un poco.

No entiendo en qué, las perdidas familiares las sufren todos en algún momento de sus vidas. Así que debe referirse a otra cosa, pero no voy a preguntar. Tengo curiosidad por saber de alguien más.

—¿Qué hay de Alonso? —inquiero.

—Ah, sí. Alonso es un joven huérfano que fue adoptado por Leandro hace algunos años. Es un chico solitario, un poco raro. Lo invité a vivir aquí, pero prefiere quedarse en la casa que compartía con Leandro. ¿Por qué el interés?

—No es nada personal. Lo conocí en la recepción de Cirvius.

—Él me comento que pudiste ver quien ataco a Leandro, ¿es verdad? —y aquí está la verdadera razón de esta conversación. Mi ayuda para el Concejo no es algo que realmente le importe, a pesar de que me quedó en su casa no han sido muchas las veces en que hemos platicado. La muerte de Leandro ha cambiado algunas cosas.

—Era un lobo, pero no estoy segura de que pueda reconocerlo. Los guardianes no han podido encontrarlo —explico.

—No. Ese ataque fue como un misterio, fuiste la única que lo presencio. Es un poco raro, señorita.

—¿Qué insinúa?

—Nada. Solo que es muy extraño todo lo que ha comenzado a suceder después de su llegada señorita Riquelme.

***

Se me hace difícil conciliar el sueño. Demasiadas emociones para un solo día. Pero lo que realmente me tiene un poco perturbada es la amenaza de Georgina. Ella busca destruir la cabaña, abrir la puerta… Me siento al sentirme observada. La veo. Cándida se encuentra en la única silla de la habitación. No se parece a la mujer que he conocido a lo largo de los años. Hoy se ve realmente agotada.

—¿En qué momento llegaste? —me arrepiento de inmediato de una pregunta tan tonta.

—No puedes dormir —dice. Se pasa la mano por el cabello—. ¿A qué se debe?

—Estoy preocupada. Alguien quiere destruir la cabaña, la puerta…

Ella asiente. Lo sabe, y me atrevo a afirmar que Georgina ha cumplido su amenaza.

—La puerta fue abierta, querida —musita con la mirada perdida en la ventana, mirando más allá del cristal.

—¿Destruyeron la abaña? —temo por la respuesta que pueda darme.




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