Capítulo 13:
Novena muerte
Selt
A cuatro días de mi cumpleaños el mal presagio de una muerte tiene mi mente perturbada. Falta un sacrificio para el nacimiento de la criatura. Es fecha y aunque parezca inaudito todavía no conozco el rostro de la señora Marian. A veces pienso que es ella la que hace lo posible por evitar encontrarse conmigo. Es una tontería lo sé, pero de verdad, ya no sé qué pensar. Ha llevado el duelo por la muerte de su padre a una situación casi enfermiza. Prácticamente ella no sale de su habitación, y las pocas, por no decir escasas veces que sale es cuando estoy fuera.
Por otro lado, estuve observando al cuervo cerca de la tienda. No me han permitido seguirlo más lejos de un par de callejones, lo que no ha sido suficiente para intentar llegar al lugar donde pueda ocultarse mi hermana. Los guardianes no quieren que me involucre porque piensan que mi presencia solo hará que las cosas empeoren. Tanils se ocultaría más rápido si sabe que estoy tras su pista. Lo que es ilógico, ya se oculta de nosotros.
Así que me encuentro limitada en ese asunto. Mis esperanzas de que en algún momento mi hermana o Fabián se aparezcan por la tienda se han ido marchitando con el pasar de los días. Ninguno de los dos ha salido del agujero donde se ocultan, no he sentido la presencia de ellos en ninguna parte de la ciudad. Ambos están registrados en mi memoria, no se me pararía por alto si estuvieran merodeando por allí.
Mi desconfianza para con Alonzo me ha llevado a revisar los terrenos Santamaría a cabalidad, están limpios de oscuros. El único lugar al que no he tenido acceso es a la casona que está justo detrás de donde asesinaron a Leandro. La mansión fue revisada por Alonzo, y yo no he conseguido entrar. Y no se trata de que alguien me lo impida, no nada que ver. Es mucho más complicado que eso. Cada vez que decido ir en vez de encontrar el camino hacia la casona lo encuentro hacia cualquier otro lugar del bosque. Me hacen caminar en círculos y no he encontrado la manera de interrumpir esa barrera que se burla de mí. Si hay algún lugar donde mi hermana pudiera estar, es allí.
Todavía me queda un pendiente que son las sombras. Esas almas corrompidas por mi madre no entran entre mis dominios con la magia, no soy un buscador. La abuela Cándida tampoco me dio muchas esperanzas con respecto a eso, para que esas sombras dejen de existir hay que acabar con la cabaña y eso significa acabar con toda la maldición familiar. Lo que está lejos de ocurrir pronto. Así que espero no vuelvan a perturbar a la niña y su familia. No he sabido nada de ella, desde aquel día Alonzo no dice más que un saludo. Asumo que se encuentran bien.
—¿En qué piensas? —pregunta Damián, observándome sostener a su nieto.
El pequeño Maycol se distrae con el fuego azul en mis manos. Desde que lo tengo entre mis brazos no ha desaparecido, algo que hace sin control durante todo el día. Sus ojitos miel siguen el movimiento de llama en mi mano.
—Es increíble. Si hubiera sabido que ponerlo frente a una flama lo mantendría quieto en un solo lugar por más de media hora ya le hubiera encendido una fogata —comenta Damián.
Mi presencia ha sido un pequeño descanso para sus padres y abuelos. Es muy pequeño y su habilidad ya ha despertado. Que Maycol sea un saltus de casi tres meses de edad no hace la vida fácil para nadie. Mis visitas se han vuelto muy recurrentes.
—No creo que una fogata tenga el mismo efecto en él.
—No has respondido mi pregunta.
—Pienso en que se acerca el gran día.
—Pareces muy segura de que Tanils traerá a una nueva criatura a este mundo.
—Estoy muy segura de que así será. Me inquieta no conocer a Marian, algo me dice que es la progenitora.
Él niega no muy convencido.
—No la has visto en tus visiones, ¿qué sustenta tus suposiciones?
—Mis instintos, sexto sentido o como prefieras llamarlo. Por lo general soy certera.
Lo que hace recordar a Fabián. Ese maldito gato me hizo confiar plenamente en lo que siento en cualquier circunstancia.
—No es suficiente, Selt. —Desvía la mirada por la sala—. Antonio De la rosa no aceptará suposiciones sobre su primogénito.
Si es un hombre un poco inaccesible.
—Bueno, igual no hay mucho que podamos hacer. No puedo detener el próximo sacrificio y no puedo impedir que nazca la criatura, lo que nos deja con tenerlo vigilado.
—Aún tenemos tiempo para detener el sacrificio.
—Eso ocurrirá hoy. Dime una cosa, ¿tienes alguna idea de dónde pueda ocurrir? O ¿quién pueda ser el responsable?
—Son los oscuros, ¿no?
Ante la ausencia de la presencia de mi hermana, y algún otro de sus seguidores dejando de lado al cuervo. Pienso que no han sido ellos directamente los responsables de los otros sacrificios, eso no significa que no los hayan autorizado, pero no han sido ellos personalmente como en el pasado. En realidad, desde que estoy en la ciudad el único oscuro que ha entrado en mi radar es el cuervo. Si hay alguien más se está ocultando muy bien. Quizás es algún nuevo súbdito. El punto es que no tenemos nada.
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Editado: 11.03.2024