Capítulo 17:
Relicario
Últimamente he visto mucho a Nariel. No es precisamente una visión del futuro, son más bien fantasmas del pasado acechando mi presente. Cada vez que la veo, guarda más parecido con nuestra madre. Ni la muerte cambio su aspecto, el rojo de su cabello es intenso y su mirada negra y endemoniada. No quiero pensar en lo que pueda significar, sin embargo, es imposible ignorarlo. Ella se cola en mis sueños sin ser invitada, y cambia toda bonita y placentera perspectiva que pueda estar creando mi subconsciente, para regresarme al infierno de mi pasado.
Se puede decir que es normal que me aceche. Me aseguré de que muriera antes de sepultar Enmerald. Ella me arrebato el amor de mi vida, y por su culpa soy inmortal.
Liberarse de la cabaña le ha dado la libertad de fastidiarme. No estoy segura de como lo hace, pero estoy por descubrirlo. Mi hermana no es un fantasma digamos que “normal” es más bien como Cándida, y eso es peligroso. Demasiado diría yo. Hasta he llegado a la conclusión de que está muy cerca de parecerse a las sombras, lo que sería peor. Mucho peor.
Lo que me ha traído con un hombre que por su fama es uno de los mejores buscadores de almas, oculto entre los humanos. No es al primero que visito. Desde que deje Pétalos de oscuridad hace ya, casi dieciséis años y sin tener paradero de mí hermana Tanils, me enfoque en Nariel. Que sigue estando muerta pero libre como un alma perversa.
Tiempo después llegaron sus visitas constantes en mis sueños. Y hasta ahora, no he encontrado a ningún buscador que pueda hacerla cruzar al más allá. A la siguiente vida, o lo que sea que haya después de la muerte.
El buscador de almas es un hombre negro y labios gruesos. Ojos miel y cabello rizado contra el cuello cabelludo. Alto, muy alto y de contextura maciza. En el momento en que supo quién soy me recibió de inmediato. Cancelando la cita con una señora acaudalada que no perdió oportunidad para darme una de esas miradas venenosas.
—Sea bienvenida, señorita Riquelme —dice el hombre al verme.
Su asistente, una muchacha que comparte su color de piel cierra la puerta de la pequeña estancia que le sirve como un consultorio espiritual, si se le puede decir. Nada ostentoso, y sin ningún objeto que pueda evidenciar su profesión. Sí alguien entra sin ser invitada solo se encontrará con una habitación espaciosa decorada con un juego de muebles y una mesa rectangular. De fondo, un ventanal con una hermosa vista al jardín. Nada más que eso. Lo que no dice mucho, porque prácticamente es un lugar desnudo.
—Gracias por recibirme, sin una cita.
—Es un placer tenerla aquí.
Me invita a sentarme y hace lo mismo. Quedamos frente a frente.
La muchacha regresa y deja algo sobre la mesa. Solo siento sus pasos por la habitación mientras estudio al hombre que no me ha quitado la mirada ni un solo segundo. Su evidente interés me hace sentir incomoda. Pero me niego a retirar la mirada. La muchacha se retira en silencio.
—Escuché que estaba de este lado del mundo, pero no creí que fuera posible.
He recorrido muchos lugares en el mundo en busca de un buscador que pueda ayudarme con mi problema con Nariel. Antes de que alguien muy estúpido pueda usarla como ella en su momento uso las sombras.
—Estoy en búsqueda de alguien que pueda hacer contacto con un alma muy oscura.
Él se inclina contra la mesa, así que bajo la mirada. Dos tazas de té reposan sobre la madera caoba, una tetera y una azucarera. Él sirve las dos tazas.
—¿Cuántas? —pregunta sosteniendo la cucharilla sobre azucarero.
—Con una es suficiente.
—Si está aquí es porque no le fue muy bien con los otros buscadores. —Me ofrece la taza, murmuro “gracias”. Él continúa endulzando la suya. —Soy el mejor. Saldrá satisfecha de aquí.
—¡Qué modesto! Ya que sabe tanto de mis pasos ¿sabe a quién quiero que contacte? —pregunto sin más.
Parece que iremos sin rodeos. Mucho mejor. Lo único que quiero es saber si puede hacer el trabajo o no, por lo menos intentarlo.
—Por supuesto. Usted quiere contactar con su hermana, Nariel Riquelme. Eso puedo hacerlo. La pregunta es, ¿Qué es lo que usted realmente quiere?
—Quiero a mi hermana contenida en algún relicario de ser posible —expreso.
Atrapar un alma y atarla a cualquier objeto no es algo difícil, el problema es que se trata de mi hermana. Hasta ahora nadie se ha atrevido a intentar siquiera convocarla por miedo a verse expuesto a tanta oscuridad.
—Lo que desea es una imposible señorita —dice después de meditar mis palabras por unos segundos. —No creo que exista un relicario lo suficiente fuerte como para contener el ama de su hermana. No por mucho tiempo.
Cada buscador al que he visitado ha encontrado alguna excusa para negarse a mi petición. Le tienen temor a convocarla. Comienzo a pensar que ven algo que yo no.
—¿Es un no? —inquiero.
—No precisamente. Su hermana lleva mucho más de un siglo muerta como para intentar convocar su alma en este mundo. Es un riesgo. Cualquiera podría responder al llamado en su lugar.
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Editado: 11.03.2024