Capítulo 26:
Invitación
Selt
Las visiones se han vuelto muy constantes y raras, más de lo que eran.
Siempre miro lo que está por venir, nunca lo que ya pasó. Sin embargo, los nuevos destellos que alumbran mi cabeza son del pasado, no tengo dudas de ello.
El pasado de la abuela Cándida se está abriendo como una flor, pétalo a pétalo ante mis ojos. Mucho sigue sin encajar. Su juventud, en parte, es un misterio, lo que ya conozco de mi abuela es el pasado que dio inicio a los oscuros. Lo que he visto, ocurrió mucho antes, cuando ella aún no era madre.
Sus primeros pasos en la magia, que no fueron muy diferentes a los míos. Pensándolo bien, ella tuvo un despertar de poder tardío, la abrumo al principio, luego se adaptó a sus indiscutibles habilidades, persuasión sobre las personas, le tomo algunos años comprender que controlaba las mentes. Se casó joven, un matrimonio arreglado con un hombre que poco conocía. Según lo que he visto, no fue tan malo hasta que intento una y otra, u otra, y otra vez, concebir, sin alcanzar el éxito.
Él la abandono, el peso del fracaso como mujer la llevo a estar sola durante muchos años… He devorado mis sesos intento comprender, que tan importante es mirar el pasado. Su pasado. No paso mucho tiempo para que lo descubriera.
Soplo sobre la taza de té. Con la punta del pie mantengo la mecedora en movimiento. La lluvia golpea inclemente el suelo. Un sonido rítmico que me relaja cada vez que me asaltan las visiones. Esos destellos de futuro que no puedo cambiar, en los últimos tres meses, han sido muy recurrentes. No presagian nada bueno. Lo mismo de siempre, tragedias que no puedo cambiar.
Estoy cansada, de mirar hacia adelante y no tener control de lo que pueda llegar a suceder, sin importar las decisiones que se tomen. El final es el mismo, con muchos altibajos e intentos se desvió, siempre el mismo.
Relámpagos iluminan el jardín y allí está esa figura incorpórea que se toma la tarea de acecharme desde hace un par de semanas.
Le doy un buen sorbo a mi té, a la espera de que se acerque lo suficiente y conocer sus límites. Sé que no puede ingresar a la casa, pero dispones de los alrededores como desea. Deambula, a toda hora del día, haciéndose notar con pequeños y perturbadores detalles. Marchitando mis flores, por ejemplo. Intenta llamar mi atención, recibir alguna invitación. Asumo que es una táctica infame que muchas otras brujas han recibido en algún momento de sus vidas, y en las que seguramente han caído sin retorno.
—Bonito lugar —comenta él.
Es la primera vez que me dirige la palabra. Busca algo. No es un ser de fiar. Debo tener cuidado.
—No eres bienvenido.
Se detiene justo donde comienza la escalinata. La lluvia no parece tocarlo, las gotas se pierden al intentar impactarlo.
—¿Estas seguras que no quieres que entre? —inquiere, su tono de voz es seductora—. Llevas mucho tiempo probando el amargo sabor de la soledad. Un poco de compañía no te vendría mal.
¿Compañía? Ya olvidé lo que se siente tener a alguien a mi lado, no ha habido nadie en mi vida después de Sergio.
—Ya hice las paces con la soledad.
—¿No te sientes sola?
—La mayoría del tiempo.
—Déjame entrar, puedo darte el placer…
—Si quisiera desatar mis tentaciones, definitivamente no sería con una sombra. Buscaría a un hombre de carne y hueso.
Se lleva la mano al pecho, fingiendo que le han disparado al pecho. Se esfuerza por demostrarse más humano.
—Soy un hombre.
—¿Y la carne y los huesos?
—No los necesito para complacerte.
—Pues no tengo curiosidad por descubrirlo.
Chasquea los labios. Niega muy sonriente.
—Tienes ambiciones, Selt. —La sombra es un hombre, alto, hombros anchos y cintura estrecha. Moldea sus músculos hasta hacerse irresistiblemente atractivo. Esculpe un rostro muy masculino, maduro y que se me hace muy familiar—. Podría cumplirlas. Cada una de ellas. Sé que ha sido un calvario cargar con las visiones, ser solo un espectador sin poder cambiar nada.
Llego el cambio de estrategia.
—Mis ambiciones las puedo alcanzar sola —ingiero el resto de té—. Y en cuanto a las visiones, sí, fueron y siguen siendo un calvario. Todavía me cuesta comprender para qué las tengo… eso no significa que quiera cambiarlas.
Él sigue paciente esperando a que cambie de opinión. La profundidad de su mirada me da escalofríos. Una alarmante sensación de peligro se instala en mi piel.
Sonríe.
—Sabes, Selt. Nada de lo que estás haciendo va a generar un cambio a tu favor.
Trago saliva. Ya me vi teniendo esta conversación. La visión y la actual realidad no son tan distintas, siento temor por lo desconocido, por ese ser que sabe mucho más de lo que demuestra y del que estoy segura, es causante de la mayoría de mis desgracias. El apellido Riquelme tiene una historia, un pasado, un inicio, y es él.
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Editado: 11.03.2024