Seis largas horas, era lo que había durado el viaje de Naruto Uzumaki y Ai Hoshino a través de una de las tantas zonas rurales pertenecientes al gran país llamado Japón, tranquilo viaje en automóvil que al parecer resultó ser verdaderamente agradable para los dos cantantes juveniles que en solo nueve meses se convertirían en padres, aunque resultando ser todavía más agradable, para la talentosa fémina de intensa cabellera morada e inigualables ojos con singular forma de bellas estrellas.
Idol perteneciente a Ichigo Productions, que durante el largo viaje, no pudo evitar quedar totalmente maravillada a causa de los impresionantes paisajes que presenció, siendo esto más que debido, a que ella se encontraba acostumbrada a un paisaje repleto de un sin fin de estruendoso ruido provocado por el ajetreo de la ciudad, gigantesca zona urbana que en el tiempo actual la joven de solo dieciséis años de edad había dejado completamente atrás para lograr sobrellevar su embarazo.
Mismo viaje que en cierto punto de su increíble trayecto, no pudo evitar llenarse de gran incredulidad a causa de la historia relatada por el joven de apellido Uchiha, guardaespaldas de intimidantes orbes como la tétrica noche que al parecer había decidido revelarles algunas cuantas cosas sobre su pasado a sus acompañantes.
Acompañantes que a su vez habían quedado absolutamente impactados debido a lo poco que se encargó de relatar el joven de intensa cabellera color negro, acontecimientos que además dejaron sumamente pensantes a todos los antes mencionados durante el resto del gran recorrido a través del mágico paisaje rural.
Aunque en especial, Sasuke Uchiha logrando dejar realmente pensante e intrigado a su antiguo compañero de la infancia conocido como Naruto Uzumaki, Rockstar que al parecer había quedado con demasiada curiosidad sobre lo que realizó el pelinegro después de abandonar las instalaciones del mediano orfanato, historia que para la suerte del pelirubio más popular del país Nippon, poco a poco se le iría revelando durante su estadía en las grandes instalaciones del hospital rural.
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Zona rural - Japón.
4:00 de la tarde.
En el tiempo actual, y en un lugar totalmente apartado del estruendoso ruido provocado por la gigantesca ciudad conocida en todo gran Japón como Tokyo, una enorme zona boscosa se encontraba esparcida por kilómetros ante un cielo color azul completamente libre de cualquier rastro de nubes blancas, siendo a su vez, el sonido de las aves que sobrevolaban ese mismo cielo lo único que se visualizaba ocasionando ruido en ese bosque perteneciente a la región rural.
Tratándose de una zona verdaderamente tranquila, todo lo contrario a lo que normalmente se vivía a diario en la gigantesca capital del gran país Nippon, mismo maravilloso lugar boscoso que en ese preciso momento era portador de un pequeñísimo número de viviendas y de una inigualable fauna silvestre, lugar él cuál además se podía contemplar siendo rodeado por unas cuantas montañas de mediano tamaño, dando como resultado que fuera un poco difícil acceder al área.
Paisaje que era complementado por un largo río que bajaba desde una de las montañas y desembocaba en lo que parecía ser una impecable laguna azul, siendo el completo paraíso para cualquier ciudadano que quisiera pasar unos días completamente libre del Smoke y del estrés provocado por las zonas urbanas.
Lugar repleto de abundante naturaleza que en ese instante se distinguía siendo protegido a más no poder por el gobierno del tecnológico país conocido como Japón.
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Aunque aún así y ante toda esa espesura del gran bosque, una flamante estructura construida absolutamente de concreto se encontraba alzándose en todo lo alto, tratándose más que nada de lo que parecía ser un inmenso edificio, siendo a su vez el único de su tipo que se apreciaba ubicado en esa profunda zona del bosque, misma estructura que podía llegar a contemplarse un tanto oculta para el ojo humano debido a la vegetación que rodeaba de una forma casi total el lugar.
Edificio que además se apreciaba reflejando completamente la brillante luz proporcionada por el sol gracias a su numerosa cantidad de grandes ventanas, dando como único resultado que ese respectivo lugar en el cuál se ubicaba aquél mismo edificio se mantuviera levemente fresco a pesar de la hora del día.
Estructura de gigantesco tamaño y portadora de diversas habitaciones que al parecer había sido construida para lograr albergar a un gran número de personas, habitaciones de primer nivel que además contaban con absolutamente todo lo necesario para la estabilidad médica de todo aquél que las estuviera requiriendo, estabilidad médica que a su vez era supervisada en todo momento por el personal altamente especializado en las numerosas ramas médicas existentes.
De esta forma, logrando ser uno de los centros médicos más importantes, si no es que el más importante en esa respectiva zona rural del país Nippon, mismo lugar que era capaz de llenar de una notable paz a todos sus pacientes gracias a la exuberante naturaleza y al aire fresco que se apoderaba del gran hospital.
Hospital que de ahora en adelante sería el flamante hogar de dos de los artistas juveniles más importantes de la nación del gran sol naciente conocida como Japón, los cuáles ahora mismo, se ubicaban fuera de aquél mismo hospital, aunque más precisamente en el estacionamiento perteneciente a las instalaciones médicas.
Populares individuos de diecisiete y dieciséis años que no podían evitar observar con curiosidad el lugar que por nueve meses seria su única residencia, residencia que en ese preciso instante se encontraba provocandole un poco de incertidumbre al par de jóvenes que se convertirían prematuramente en padres, lugar al cuál con el paso del tiempo, ambos chicos dedicados al exigente e inigualable mundo artístico terminarían acostumbrándose casi por completo.