Ostinato

Capítulo 1

Siento que el aire en mis pulmones se agota, que cada musculo en mis piernas se tensiona, el viento choca en mi cara y se rompe como las olas en el mar.

No puedo parar, corro por toda la avenida como si fuera una pista y yo Abebe Bikila.

La adrenalina recorre todo mi cuerpo, desde el pecho hasta la punta de mis dedos, nunca me había sentido tan libre y asustada a la vez. Comienzo a descender y siento que están detrás de mí {no te detengas, no te detengas}

-¡DETENTE!- alguien gritó. Regresé la mirada al frente y mi intento por parar me suspende justo frente a las Llantas de una gran camioneta negra y una mano sostiene mi brazo fuertemente. Mi corazón late a mil, siento que el mundo se detuvo y soy yo quien gira

- ¿te encuentras bien?- Levanto la mirada y él está ahí, un hombre alto de traje azul; sus ojos verdes se iluminan por el sol y tiene una expresión de sobresalto, noto que aún me tiene del brazo y me mira como si me fuera a romper.

- Estoy bien, gracias por ayudarme- respondí sin poder dejar de observar esa mirada tan profunda y su cabello tan lacio y negro.

 No estoy segura si fue el impacto o si solo estoy emocionada.

Con la otra mano, me tomó de la cintura y me ayudó a levantarme, acercó una silla del restaurante a nuestro costado y le pidió al mesero un vaso de agua. Al parecer tampoco podía dejar de mirarme, pero lo hacía de una forma extraña y misteriosa como cuando encuentras a alguien que no ves desde pequeño y no logras saber si se trata de aquella persona. Estaba a punto de agradecerle cuando su teléfono suena.

–¡ ESTÁ MUERTO!-  alguien gritó detrás de la bocina. Me sentí asustada y su semblante cambió, su mirada se nubló, se veía preocupado e impactado, le tomó un minuto reaccionar, se llevó la mano a la boca y en un pequeño desplante soltó un grito ahogado, yo no sabía que hacer y solo me quedé ahí sentada. Se acercó a un mesero y volvió hacia mi con rapidez inclinándose a mi oído – la próxima vez, mira al frente- dijo, al principio no sabía a que se refería, se disculpó por retirarse, subió a la parte trasera de la camioneta y se alejó con velocidad.

-De haberte fijado por dónde ibas, no lo hubieras encontrado- dijo una chica frente a mí

- ¿Disculpa?- pegunté retóricamente

-provecho- respondió burlona e indiferente levantándose de la mesa. Cuando centré la vista, venía un mesero con un platillo

– cortesía del señor Lennox

Al principio me pareció extraño el acto, pero aún más el que la chica anticipara lo que iba a suceder.

 

Debo alejarme lo más pronto posible de aquí. Me levanto de la silla y al girar veo a la misma chica del otro lado de la calle, en una camioneta igual a la del hombre de traje. Comienzo por caminar a prisa sobre la acera con la intención de perderme de vista a cualquier persona que se encontrara en ese lugar.

A un par de calles mi auto ya esperaba.

-Llévame con Hugo ahora- le dije al chófer.

Entré a la oficina y él no estaba ahí, me dirigí rápidamente a la puerta para salir cuando lo miro de frente coqueteando con una clásica mujer rubia de largas piernas descubiertas

-¿pero qué mierda pasa contigo?- grité

Hugo se dio la vuelta rápidamente y me llevó con él a su oficina

- ¿Dónde te habías metido?- preguntó susurrando

Estuve donde tú debiste estar ¿sabes todo lo que pasó?- me exalté

- ¿ No calculas todas las consecuencias Hugo? No te puedo seguir cubriendo-

Un gran estruendo me interrumpe y al salir había demasiado polvo - ¡ que alguien lo ayude!- gritaban. Comencé a acercarme, los vidrios de las ventanas terminaban de quebrarse bajo mis zapatos, todos estaban corriendo. Hay un auto en la oficina de mi padre; mientras más cerca estaba, más miedo tenía, pues el auto impactado era el mío y a quien pedían que ayudaran era mi chofer; cuando llegué a él ya no contaba con signos vitales, el cuerpo estaba prensado contra el volante y todo era un mar de sangre, no pude evitar sentir culpa y tristeza pero estaba más aliviada, porque yo no estaba ahí.

  •  Tenemos que irnos- dijo Hugo mientras me llevaba directo a la salida trasera
  • ¿te das cuenta de lo que tu estupidez está haciendo?- deploré

Llegamos a casa y llamo a mi padre fallidamente en varios intentos - ¡DEMONIOS!- bufé

-Emma debes calmarte- sugirió Hugo – No sabemos que fue lo que sucedió

-Tú no sabes qué fue lo que sucedió porque decidiste no aparecer y no me digas que debería de hacer. Cuando contactes a papá, explícale que no estuviste con Javier. Explícale que no hay una cosa que puedas hacer- exclamé mientras me dirigía a mi habitación.

Dejé mis cosas en la cama y me saqué la ropa en el intento de que una ducha se llevara consigo las tragedias de hoy, que el pesar de cada persona desapareciera de mí.

Entré a la regadera, sentí como cada gota de agua se deslizaba por mi cuerpo, recorriendo cada parte como una guía, una tras otra siguiendo su camino. Me quedo frente al espejo empañado por el calor, intentando procesar todo lo que pasó el día de hoy, observo mi reflejo exhausto y en un movimiento improvisado noto mi brazo amoratado -¿Qué rayos?- cada dedo dejó una marca de colores combinados en un hematoma. Tal vez el héroe no midió su fuerza.




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