Cuando la película termina, todos se dispersan hacia sus habitaciones. Yo me cambio a un cálido pijama de forro polar y me acomodo para dormir. El día me ha dejado agotada, y el suave masaje me ha relajado un poco. Así que, antes de que mi cabeza toque la almohada, ya caigo rendida en un profundo sueño.
Me despierto a media noche porque tengo frío. Me incorporo, busco otra manta para cubrirme hasta la barbilla. Doy vueltas en la cama un rato, pero no consigo entrar en calor. Decido bajar a la planta de abajo, mirar el fuego de la chimenea y buscar alguna botella de plástico vacía.
La chimenea aún tiene algunas brasas encendidas, y en la planta baja se siente más cálido que en nuestro piso. Busco el envase, intentando hacer el menor ruido posible, pero no lo encuentro.
—¿Qué buscas? —una voz ronca suena detrás de mí.
—¡Oh, Dios! ¡Sasha, me has asustado! —me llevo la mano al pecho.
—Perdona, escuché ruido en tu habitación y luego aquí.
—Siento haberte despertado. Tenía frío, intentaba encontrar una botella vacía para llenarla de agua caliente y así calentarme. Pero he buscado por todas partes y no tenemos ninguna.
—En realidad, casi no dormía. Tenía la cabeza llena de pensamientos —me mira fijamente y luego añade—: No vayas a pensar nada raro. Te propongo dormir juntos. Te prometo mantener las manos quietas.
—Ajá… y por la mañana, tus amigos no pensarán nada bueno de mí.
—Mis amigos no tienen por qué enterarse, si eso es lo que te preocupa.
Dudo. Me cuesta dar ese paso. Nos conocemos desde hace dieciséis horas y ya vamos a dormir en la misma cama.
—No te preocupes, me comportaré como todo un caballero.
Me río ante su afirmación y enseguida me tapo la boca con la mano. Entiendo que, si nos quedamos aquí un minuto más, despertaremos a todos.
—Vamos.
Me toma de la mano y me conduce hasta su habitación.
—Dormiremos aquí, así podrás irte en cualquier momento si algo no te gusta.
Sasha aparta la manta, se tumba y me jala suavemente hacia él. Nos acomodamos, yo manteniendo cierta distancia.
—Oye, ¿cómo voy a calentarte si estás a un metro de mí?
Lo dice y me acerca hasta que quedo pegada a él. Me rodea la cintura con su brazo grande, y con su cuerpo cubre mi espalda.
—Ya está, deja de tiritar. No voy a comerte. Que sueñes bonito, Vika —me susurra entre el cabello.
—Igualmente, Sash. Gracias.
Ante mis palabras, me abraza un poco más fuerte y ambos nos dejamos llevar por el sueño.
Por la mañana, despertando antes que todos, corro a mi habitación. Me doy una ducha, me visto y me escapo de la casa. Quiero encontrar algún regalo, un recuerdo especial para Oleksandr.
Camino por la zona; casi no hay gente. Todavía es temprano para la agitada vida de los turistas. En mi camino, me topo con una pequeña tienda de souvenirs. Miro las piezas hechas a mano: figuras talladas en madera, collares de minerales preciosos. La variedad es enorme, pero nada me convence. Sigo buscando.
Tras una hora de paseo, encuentro un álbum de fotos precioso. Está hecho en un estilo rústico, con una tapa dura y oscura. Las páginas parecen de fina madera, con paisajes de este lugar grabados a fuego. Wow, me encanta. Miro el precio: es casi la mitad de lo que me queda de dinero. Pero estoy tan fascinada con esta pieza que decido comprarla.
Regreso a casa cuando todos ya están despiertos y tomando café.
—Oh, ya volviste. Pensamos que habías escapado de nosotros —me gritan desde todas partes.
—Ahora solo me pueden echar a la fuerza. Voluntariamente, no me voy de aquí —respondo. —Bueno, ¿y quién es aquí el cumpleañero? —me acerco al rubio y le sonrío de oreja a oreja.
Saco mi regalo de la bolsa.
—Quiero desearte momentos brillantes en la vida, recuerdos alegres y emociones increíbles que puedas guardar en este álbum. Me alegra estar aquí y compartir este día con todos ustedes. ¡Feliz cumpleaños, Sash! —le entrego el regalo y lo abrazo.
Él me aprieta con fuerza contra sí y me da un beso en la mejilla, para luego regañarme por gastar dinero.
Desayunamos con lo que quedó de la cena, nos vestimos y nos vamos a conquistar la cima.
Los chicos piden un coche hasta la falda de la montaña, y desde ahí comenzamos la subida. Para todos es la primera vez. Al principio, la altura parecía modesta y el camino sencillo. Pero a un kilómetro, el cansancio ya se siente, y el viento frío casi nos derriba. Yo voy casi al final, y Sasha me agarra constantemente de la mano, tirando de mí. Parece que mis fuerzas me abandonan. Pero cuando me doy cuenta de que queda muy poco, siento como si me salieran alas en la espalda. Empiezo a animar a las chicas, diciéndoles que pronto nuestro sueño se hará realidad.
Cuando llegamos a la cima, se me corta la respiración. Las lágrimas me ruedan por las mejillas, y las seco con la manga de mi chaqueta. Estoy tan orgullosa de mí misma, de haberlo hecho, de haber podido. Sasha me toma por la cintura y empieza a girar conmigo. Yo río a carcajadas, extendiendo los brazos a los lados. Alguien nos toma una foto para el recuerdo. Y yo siento, sin duda alguna, que estoy viviendo el mejor momento de mi vida.
El rubio saca nuestra bandera, un rotulador y nos pide a todos escribir algo en ella. Cada uno plasma un deseo al universo, y Sasha escribe su agradecimiento por tener a las mejores personas a su lado.
Pido a todos que se pongan junto al cumpleañero para que pueda capturar el momento.
—No, así no vale. ¡Ven con nosotros! —Sasha se planta con las manos en la cintura.
—Ya eres parte de la historia de ese álbum y de nuestra subida a la montaña.
Les pide a unos turistas que nos hagan una foto, les da su teléfono y me acerca más a su lado. Estoy segura de que, en esa foto, mis ojos brillarán como llamas y mis mejillas arderán por la cercanía con él.