Otoño Eterno

Capítulo 7: Una alianza incómoda

Seraphina

Jamás imaginé que terminaría caminando por las calles de Ravenwick al lado de Lucian Duskborne. Y sin embargo, ahí estábamos: yo con la capa bien ajustada, la barbilla erguida, fingiendo que no me importaba; él con las manos en los bolsillos y esa sonrisa torcida que me estaba empezando a dar jaqueca.

El Consejo había sido claro: debía asociarme con él para investigar las muertes y los ataques recientes. No porque confiaran en Lucian, sino porque, según ellos, yo era lo bastante “juiciosa” como para mantenerlo vigilado. Juiciosa. Esa era la palabra de Selene, sin duda.

—No parece que estés disfrutando de nuestra pequeña caminata —comentó Lucian, rompiendo el silencio—. Y yo que pensaba que las brujas apreciaban la compañía nocturna.

—Prefiero la soledad —repliqué, sin mirarlo.

—Eso explica tu gato.

Nyx, que trotaba delante de mí, se giró y bufó con furia, como si entendiera el comentario. Lucian arqueó una ceja y sonrió con más diversión.

—Nunca me gustaron las mascotas. Siempre demasiado leales.

—Tal vez por eso siempre estás solo —murmuré.

Él rió bajo, un sonido suave pero cargado de ironía.
—Touché.

Avanzamos hacia el límite del bosque, donde las criaturas desconocidas habían aparecido la última vez. El aire estaba impregnado de humedad y hojas podridas. Sentía la magia vibrar bajo mis pies, como si el suelo mismo contuviera un secreto que se negaba a revelar.

Lucian se inclinó sobre una marca en la tierra.
—Garras. Pero no de lobo.

Me arrodillé junto a él, rozando la huella con la yema de los dedos.
—Demasiado alargadas. Y el olor… no pertenece a ninguna criatura que haya visto antes.

Nuestros rostros estaban demasiado cerca. Sentí su respiración fría como la brisa del otoño. Me aparté de inmediato, incorporándome con dignidad.

—Si esto es obra de algo nuevo —dije—, entonces alguien lo trajo aquí a propósito.

—¿Y quién tendría tanto interés en culparme? —preguntó con fingida inocencia.

—¿Quieres la lista en orden alfabético o cronológico?

Lucian sonrió, pero sus ojos brillaron con una seriedad que pocas veces mostraba.
—No te equivoques, Seraphina. Yo también quiero saber quién juega con Ravenwick.

El silencio se espesó. Lo observé, intentando descifrar si hablaba con sinceridad o si era otro de sus juegos. Pero entonces Nyx se tensó, erizando el lomo, y comprendí que no teníamos tiempo para dudas.

Del bosque emergieron tres sombras, moviéndose con rapidez antinatural. Los mismos seres que habíamos enfrentado en el mercado.

—Perfecto —murmuré, preparando un conjuro.

Lucian se adelantó, colmillos brillando bajo la luna.
—Después de ti, bruja.

Y juntos, una vez más, peleamos espalda con espalda.

Cuando la última criatura se deshizo en humo, jadeé, agotada por el esfuerzo mágico. Lucian, en cambio, parecía apenas alterado, aunque su camisa estaba desgarrada y una línea de sangre oscura le manchaba el cuello.

—Sigues viva —comentó, como si fuera un logro sorprendente.

—Y tú sigues insoportable.

Pero mientras lo decía, supe que algo había cambiado. La alianza estaba sellada, aunque fuera incómoda, peligrosa y llena de sarcasmo.

Y, en el fondo, temí que esa chispa que crepitaba entre nosotros fuera tan peligrosa como las criaturas del bosque.




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