Otoño Eterno

Capítulo 11: Traición en el consejo

Seraphina

La mañana después de Samhain, la tregua parecía más frágil que nunca. Habíamos bailado, compartido fuego y símbolos, pero la desconfianza no desaparecía tan fácilmente. Y menos cuando, en pleno amanecer, los guardias del Consejo golpearon mi puerta con noticias urgentes.

Me presenté en la sala del Consejo envuelta en la tensión de cien miradas. Vampiros y brujos se encontraban sentados en lados opuestos de la mesa circular. El aire estaba cargado, como si cada respiración pudiera incendiar una chispa.

En el centro, sobre el mármol, descansaba el cuerpo de un brujo anciano. No respiraba. Sus ojos seguían abiertos, congelados en un gesto de sorpresa. Lo habían encontrado en las afueras del bosque, drenado de sangre.

Un murmullo se expandió por la sala como una ola.

—¡Esto es una ofensa intolerable! —gritó Maelis, uno de los ancianos brujos—. ¡La tregua ha sido violada!

—No se precipiten —respondió Seraphiel, representante de los vampiros, con voz grave—. No hay pruebas de que uno de los nuestros lo haya hecho.

Las discusiones estallaron como un incendio. Acusaciones, insultos, amenazas veladas. Yo me quedé clavada en el lugar, intentando procesar lo que estaba viendo. Sentí un peso en mi hombro: Lucian, que se había acercado en silencio.

—Esto huele mal —murmuró, casi sin mover los labios.

—¿Quieres decir… que fue alguien más?

—O alguien quiere que lo parezca.

La sala se llenó de gritos hasta que el Consejo decidió lo inevitable: investigar el crimen y reforzar la vigilancia. Pero la semilla de la desconfianza ya estaba sembrada.

Cuando salimos, Maelis se me acercó con el ceño fruncido.
—Tu abuela habría sabido cómo protegernos de esto, Seraphina. Tú deberías demostrar que estás a su altura.

Me mordí la lengua para no responder con rabia. No era momento de discusiones internas.

Más tarde, en la penumbra del pasillo, Lucian me detuvo.
—Si no hacemos algo, esta tregua se va a romper en mil pedazos.

—¿Y qué sugieres?

Me miró intensamente.
—Que busquemos la verdad juntos. Porque si no la encontramos… nos usarán como armas.

Lo odiaba por tener razón.

Esa misma noche, mientras la ciudad dormía, nos adentramos en el bosque donde habían hallado el cuerpo. La tierra estaba marcada con símbolos extraños, tallados en la corteza de los árboles. No eran ni vampíricos ni brujos. Eran… algo más.

Sentí un escalofrío recorrerme.
—Esto no lo hizo ninguno de nosotros.

Lucian se agachó, tocando la tierra aún húmeda de sangre. Sus ojos se oscurecieron.
—Esto fue obra de alguien que quiere vernos destruirnos entre nosotros.

Por primera vez desde que lo conocía, sentí que hablábamos el mismo idioma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.