Seraphina
El sol salió sobre Ravenwick con una luz cálida y constante, como si el otoño hubiera decidido quedarse para siempre. Las hojas caían lentamente, doradas y rojas, sobre calles que ahora respiraban paz. Habíamos sobrevivido, reconstruido y aprendido que la verdadera magia no solo está en los hechizos, sino en la unión, en el sacrificio y en la memoria de quienes lucharon antes que nosotros.
Lucian y yo caminábamos por el pueblo, entre brujos, vampiros y lobos, todos trabajando juntos para limpiar y restaurar. La tregua ya no era solo una palabra; era una realidad viva.
—Mira —dije, señalando a un grupo de jóvenes aprendices que practicaban con runas bajo la supervisión de los mayores—. Esto es lo que hemos salvado.
—Y lo que siempre defenderemos —respondió Lucian, su mano rozando la mía con familiaridad y ternura.
Nyx nos seguía, sus ojos brillando en la luz del sol, vigilante como siempre. Aunque ahora la ciudad estaba tranquila, entendíamos que el mundo nunca está completamente libre de amenazas. Pero sabíamos también que mientras estuviéramos juntos, nada podría destruir lo que habíamos construido.
Revisé las calles, los mercados y los talleres. Ravenwick estaba lleno de vida de nuevo: comerciantes vendían pociones, libros y artefactos, los lobos patrullaban sin agresión, y los vampiros colaboraban con los brujos en rituales que antes habrían sido impensables.
Lucian me abrazó desde atrás, apoyando la cabeza en mi hombro.
—¿Sabes? —dijo con su tono característico, mitad serio, mitad bromista—. Nunca pensé que este lugar podría sentirse como hogar.
—Ni yo —respondí, sonriendo mientras me apoyaba en él—. Pero tal vez hogar no significa un lugar, sino quienes eliges para compartirlo.
Nos dirigimos a la torre del Consejo, ahora reconstruida. Allí, los símbolos de todas las razas estaban grabados, brillando suavemente bajo la luz otoñal. Ravenwick no solo había sobrevivido; había renacido.
—Siempre otoño —susurré, recordando las palabras que nos habían acompañado desde el principio—. Un otoño eterno, lleno de cambios, memoria y magia.
Lucian me besó suavemente, y esta vez no hubo urgencia, solo la certeza de que habíamos superado lo imposible y que el futuro, aunque incierto, estaba lleno de promesas.
Nyx se acomodó entre nosotros, y por un instante, sus ojos dorados parecieron contener toda la historia de Ravenwick, todos los sacrificios y victorias. Nos miró, y comprendimos que nuestra historia apenas comenzaba.
El viento movió las hojas, como si la ciudad misma respirara con nosotros. Y mientras caminábamos hacia un futuro incierto pero esperanzador, entendí que, aunque la magia y los peligros seguirían existiendo, siempre habría un hogar aquí. Siempre habría otoño, y siempre habría nosotros.
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Editado: 18.08.2025