Otra oportunidad para el amor

Prólogo | 1 de Enero

 

Todo a mi alrededor está muy oscuro

Todo a mi alrededor está muy oscuro.

En cuanto doy una bocanada de aire, el humo invade mis pulmones, dificultando mi respiración. Aunque estoy muy nerviosa, intento tranquilizarme y analizar donde me encuentro.

En un coche, eso seguro.

Gracias a dios que todavía llevo puesto el cinturón si no me encontraría tumbada en el techo del coche, sobre un montón de cristales rotos.

Mi mirada va hasta el asiento del conductor e inmediatamente me invaden todos los recuerdos. Nuestro coche ha chocado con algo y Trevor ha perdido el control, nos hemos salido de la carretera y el coche ha dado varias vueltas de campana hasta detenerse y quedar completamente dado la vuelta.

Sin perder más el tiempo, intento despertar a Trevor pero él no responde.

Rodeo con un brazo el asiento y con la mano que me queda libre, me deshago del cinturón que sujeta mi cuerpo. Aunque creía que tendría la suficiente fuerza para agarrarme al asiento, no sirve de nada, porque mi cuerpo cae sobre los cristales y me hago algunos cortes bastante preocupantes en la pierna, en la espalda y en las manos.

Aunque me cuesta moverme, debido a los cortes, le quito el cinturón a Trevor y, con todas mis fuerzas, intento cogerlo en brazos para que se haga los menores cortes posibles. Consigo abrir la puerta del copiloto y salir del coche, coloco mis brazos por debajo de las axilas de Trevor y tiro de su cuerpo como puedo.

Escucho el ruido de la sirena de la ambulancia y la policía a lo lejos y eso consigue tranquilizarme un poco.

Intento hacer reaccionar a Trevor pero no se mueve. Pongo mi oreja en su pecho y su corazón late débilmente. Me asusto al no escuchar su respiración y las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas, me arrodillo frente a él e intento reanimarlo, tal y como me ha enseñado mi padre.

Alguien toca mi hombro y aunque intento mantenerme lo más cerca posible de Trevor, porque quiero que sepa que estoy aquí y que se va a poner bien, esa persona me aparta de él. Intento evitarlo pero me llevan a una de las ambulancias y me atienden en ella.

—¿Estás bien?

Niego rápidamente con la cabeza.

La paramédica me rodea con una manta y la policía se acerca a hablar conmigo. Me hacen unas cuantas preguntas, que respondo con simples monosílabos porque mi cabeza está en otro lado ahora mismo.

—Tiene cortes bastante profundos, la trasladaremos al hospital enseguida —escucho decir a alguien.

Sigo llorando y no paro de pensar en cómo será mi vida sin él.

Uno de los policías me devuelve mi teléfono, el cual no tardo en encender. Y como me imaginaba, tengo varias llamadas pérdidas y más de 30 mensajes de mi madre.

—¿Cómo está Trevor? ¿Está bien? —pregunto, angustiada.

No les da tiempo a responderme.

Todo mi mundo se derrumba cuando escucho aquel pitido procedente de la ambulancia. Los paramédicos empiezan a gritar cosas que no logro entender, debido al shock, pero entre el cúmulo de palabras consigo captar algo.

—Ya no podemos hacer nada... —Cuando les oigo decir eso, mi cuerpo se queda helado. Sé que alguien me está hablando, pero no consigo articular ni una palabra.

No ha conseguido sobrevivir al accidente.

El policía de antes se acerca a mí, apoya su mano en mi hombro y me zarandea para traerme de nuevo a la realidad. Levanto la cabeza y le miro, me está señalando la ambulancia con el dedo.

—Te van a llevar al hospital, necesitas que te curen esas heridas. Hemos llamado a tus padres, te encontraras con ellos allí.

No quiero ver a nadie, solo quiero estar con Trevor, pero me separan de él tan rápido como la ambulancia se dirige al hospital. El trayecto se me hace eterno, tengo miedo y me cuesta mantenerme tumbada en la camilla.

Me llevan directamente a urgencias y allí me curan las heridas. En la pierna me dan varios puntos hasta que consiguen cerrar la herida y por suerte, los cortes de la espalda son menos profundos.

Mis padres llegan poco después, cuando ya estoy en la habitación esperándolos.

—¿Qué te ha pasado? —gritan los dos a la vez, horrorizados.

Mi madre me abraza con fuerza mientras uno de los policías le cuenta lo ocurrido o al menos lo poco que sabe. Su compañero se encuentra a su lado, intentando tranquilizar a mi padre que está al borde de tener un ataque al corazón.

—Tre...Tre...Trevor, ha muerto.

Mi madre se aparta de mí y por su mirada, diría que algo se ha roto también en ella. Mis padres querían mucho a Trevor, lo conocen desde que íbamos al colegio y para ellos era como un hijo más.

—Lo siento mucho, cariño.

Tenía 16 años cuando perdí a Trevor y aquel año no solo perdí a mi novio, también perdí a mi mejor amigo, a mi alma gemela. Trevor además se llevó parte de mí consigo, porque desde el accidente ya no volví a ser la misma.




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